Lo había conocido en tiempos tormentosos de la Universidad de La Habana (mediados de los 60) cuando a mí. a él y al Mulato Raúl” no nos querían permitir reingresar en la Escuela de Ciencias Políticas, por “conflictivos”, según un insípido director.
Si durante la lucha clandestina no habíamos temido a poner en riego nuestra vida, cómo ahora íbamos a temer al ejercicio del criterio. Tal vez fue esa línea de pensamiento, junto a la lealtad y al compromiso, la que soldó nuestra amistad hasta el último momento de su vida.
De él, había oído, que había sido uno de los tira tiros, junto a Gerardo Abreu Fontàn, “el irrepetible”, al decir de Ricardo Alarcón.
Transcurrieron los años y Silvio “Veneno”-nunca supe porque le llamaban así- de repente se me reveló como un insondable investigador-escritor.
Asumió una aproximación a la historia como ciencia social a partir de una especificidad que yacía oculta o casi no visibilizada a ojos de las estructuras del poder y de los medios masivos de comunicación, incluyendo la historiografía; me refiero a la llamada problemática racial.
Cuando muchos asumían que ya esta problemática había sido resuelta por la Revolución, fue Fidel Castro, quien durante el VI Congreso de la Uneac, celebrado noviembre de 1998 dio el gran aldabonazo sobre este tema.
“Nuestra ilusión fue creer que únicamente la Revolución lo cambiaría todo al cambiar el sistema de propiedad y socializarlo todo y que iba a poner fin a la discriminación. Pero observamos con tristeza cómo se prolonga el fenómeno, aún en medio de la Revolución tan radical como la nuestra. Tenemos que hacer un examen de conciencia de verdad. Hay que crear una escuela sobre esta problemática. Nosotros que somos, como ustedes dicen, multiétnicos, multirraciales y multiculturales, tenemos que resolver este problema y deberíamos ser ejemplo en su solución. Y hay que decir, después de tantos años de Revolución, que nos hicimos ilusiones acerca de su naturaleza […]”.
Pero el tema de la discriminación no solo comprendía el presente sino también el pasado y el olvido en que se tenían grandes acontecimientos donde los no blancos habían sido los principales protagonistas. Por solo citar dos ejemplos estaban la rebelión de José Antonio Aponte de 1812 y la rebelión de los Independientes de Color, cien años después.
No había transcurrido mucho tiempo de aquel aldabonazo antirracista de Fidel al finalizar el siglo XIX, cuando a principios del XX hizo su aparición el libro de Silvio “La masacre de los Independientes de Color en 1912”.
De la guerra contra la tiranía Silvio Castro pasaba a la guerra contra el olvido.
Fue una época en que se olvidaba casi todo. La historia de los no blancos era desconocida (lastimosamente aún sigue desconociéndose).
La historia del Partido los Independientes de Color y de sus líderes Pedro Ivonet y de Evaristo Estenoz ni siquiera aparecía en los textos de la primera enseñanza.
En mi opinión, para conocer la valía de un libro, el lector debe comenzar por leer el Índice, y sobre todo la bibliografía utilizada.
“La masacre de los Independientes de Color en 1912”. de Silvio Castro Fernández puede considerarse en la historiografía cubana como una de las obras imprescindibles para conocer la historia de las desigualdades por el color de la piel en nuestro país.
Pero Silvio no se conformó con la edición de su acuciosa investigación sobre lo que también ha sido calificado como genocidio contra los negros en Cuba.
Consecuente con el aldabonazo de Fidel, desde la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, de la cual era miembro, pronto Silvio se incorporó a la plataforma de lucha contra el flagelo del racismo y la discriminación racial y como cientista social se destacó en recuperar del olvido y la memoria a José Antonio Aponte y Ulabarra, a quien en ocasión del bicentenario de su vil asesinato, calificó como precursor.
Silvio Castro nos abandonó físicamente en la tarde del sábado 14 de diciembre de 2019 a la edad de 78 años.
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