Una obra de la arquitectura cubana creada después del triunfo revolucionario cumple 35 años en este mes de septiembre, y la celebración exige toda una campaña de estímulo para los trabajadores y el personal que ha hecho posible que ese edificio singular, de color blanco, integre la lista de escenarios de gran prestigio de la Isla. Fundado en 1979, el Palacio de las Convenciones se erige hoy como testigo de eventos en el que se han visto y debatido múltiples temas de gran alcance mundial.
Conocido también como Palco, constituye el centro de reuniones que abrió sus puertas por primera vez para la celebración de la VI Conferencia Cumbre del Movimiento de Países No Alineados (NOAL) celebrada en La Habana en ese año. Con una superficie de 60 000 metros cuadrados, el edificio forma parte de una línea de experimentación arquitectónica de los años setenta en Cuba, entre los que se encuentran además el restaurante Las Ruinas, el Parque Lenin y la sede de la embajada de México.
El Palacio es obra del arquitecto y paisajista cubano Antonio Quintana Simonetti (1919-1993) y para su concepción se tuvieron en cuenta elementos constructivos prefabricados y referencias vernáculas: muros que fungen como transparentes o tamices que desdibujan la frontera entre espacio interior y exterior, que dejan circular el aire y la luz, además del cromatismo e interés por una vegetación exuberante que juegue con los espacios construidos. Eran proyectos de trabajo conjunto entre arquitectos y artistas y por ello constituyó la obra más compleja llevada a cabo bajo la dirección de Quintana. Su equipo se trazó propósitos tales como la integración de la obra al paisaje circundante, la inclusión de la naturaleza en su interior y la posibilidad de contemplar el paisaje exterior desde la sala de reuniones para así aliviar la fatiga de quienes participan en largas jornadas de trabajo. Se nota, además, la introducción de elementos inspirados en la arquitectura colonial cubana como zaguanes, celosías, fuentes, maderas, losas de cerámica roja y tejas, elemento este último que lo integra al paisaje.
Por sus quince salas han pasado numerosas personalidades nacionales e internacionales relacionadas con la salud, educación y cultura, además de ser la sede permanente de las sesiones ordinarias y extraordinarias de la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba. El salón principal cuenta con capacidad para 1 700 personas y es la imagen más difundida cuando del Palacio se habla, pues es allí donde se realizan las sesiones plenarias de los eventos. Para comodidad del visitante extranjero, aledaño al Palacio, se encuentra el hotel Palco, excelente lugar para el hospedaje durante la celebración de eventos internacionales de gran magnitud.
El montaje de ferias y exposiciones no escapa de las programaciones de los eventos que se celebren, pues sus acogedoras áreas así las demandan. Un aspecto importante es que, mediante una amplia red de agencias oficiales en toda el área del continente americano y con carácter exclusivo y de común acuerdo con asociaciones o empresas interesadas en estos servicios, el Palacio de las Convenciones de Cuba promociona y comercializa el plan previsto para cada uno de los eventos y ferias internacionales que se programen. Su prestigio se evidencia cuando organismos como la ONU, FAO, UNESCO, Grupo de los 77, la Asociación de Estados del Caribe, y los No Alineados, entre otros, solicitan con frecuencia al Palacio la organización y realización de sus reuniones. Por otro lado, la institución pertenece a la Asociación Internacional de Congresos y Convenciones (ICCA), la Confederación Organizadora de Congresos de América Latina (COCAL), la Unión Internacional de Ferias (UFI), la Asociación de Ferias Internacionales de América (AFIDA), y la Asociación Internacional de Palacios de las Convenciones (AIPC).
Los 35 años del Palacio merecen homenaje sincero. La solemnidad de su ambiente es parte del cuidado con que ha sido privilegiada la edificación, y con ello el sentido de pertenencia de sus hombres y mujeres, quienes saben de la exclusividad del lugar donde laboran, pues no hay otro en el país que reúna dichas condiciones, si tenemos en cuenta el nivel tecnológico que exigen sus salas para estar a la altura de los avances en temas de comunicación y dispositivos que hoy inundan al mundo. Pero no cabe duda de que sin la constante vigilancia de sus directivos, no hubiera sido posible la buena conservación del lugar y que este no perdiera su “glamour tropical” por tantos años.
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