Muchos son los caminos que conducen al arte. Senderos poblados de acontecimientos urbanos y cotidianos, laberintos recurrentes para que se hayan convertido en elementos identitarios de algún creador. Calzados carcomidos y tendidos en las líneas eléctricas, detenidos en el tiempo, testigos del quehacer humano y guardianes de nuestras memorias, coexisten con otros elementos que tras una mirada entrenada Orlando Gutiérrez (Titi) toma como iconografía de su quehacer, muestra de un ejercicio de representación y de la capacidad de investigar la realidad inmediata.
Su obra parte de un fenómeno local, pero con disímiles significaciones. Como correlato de lecciones colaterales, prefiere adentrarse en un universo simbólico, por lo que tiende a expresar la identidad e individualidad de un grupo específico de personas, sus contradicciones y aflicciones, mediante la interacción sujeto-objeto. Muestra de una obra que se torna fresca y dinámica, la presencia de postes eléctricos, que podrían resultar inadvertidos para aquellos que diariamente cohabitan con él, más el entramado de zapatos en una suerte de intervención pública, presiden el recurso visual que discurre esta ciudad y su hacer. Calzados que para muchos poseen un significado más que obvio, pero por esta vez adquieren un valor agregado, una nueva significación al expresar el ser o la sustancia de cada humano. Ellos enuncian lo más profundo de cada uno de nosotros. Hablan de quienes somos, de nuestras raíces, de cómo hemos ido cambiando tras el paso del tiempo. Son un grito de mezcla, determinan una condición social, estados de ánimos y nivel adquisitivo. Son la representación de angustias y sueños, sencillamente albergan historias.
Orlando en ocasiones esboza únicamente los postes y el tendido eléctrico para sugerir un lugar o emplazamiento simbólico. Son sus guías en busca de alguna alternativa para dialogar sobre el acontecer contemporáneo, violando cualquier delimitación o enmarcamiento, poblando completamente el soporte en uso, con motivos que se comprometen con su actualidad, a modo de reunir en una misma superficie la memoria colectiva e individual que lo acompaña. Esto lo hizo merecedor del premio Belkis Ayón, VII Encuentro Nacional de Grabado de La Habana.
¿Cuáles fueron sus primeros acercamientos a las artes plásticas?
Desde mis estudios en la secundaria me complacía mucho dibujar con mis amigos. Terminada esta enseñanza, mi madre me sugirió que me presentara a las pruebas de ingreso en San Alejandro, pero para cuando fui, había vencido el plazo de los exámenes. Entonces, opté por la carrera de Electrónica, comencé a estudiar y en segundo año me cambié para Informática. Luego, un amigo me comentó que estaban haciendo las pruebas de arte nuevamente, me presente, aprobé y allí estudié durante cuatros años. No fue difícil decidirme por una especialidad en particular, a pesar de que todas me resultaban atractivas, pero con el grabado experimenté una atracción diferente, que posteriormente desarrollé en el Taller Experimental de Gráfica.
¿Por qué ha concentrado su obra artística en representar zapatos y tendidos eléctricos?
En San Alejandro tuve como profesor a un señor llamado Juan Ramón Chacón, fanático de la objetualidad, y de todo lo que tenga que ver con ello, que como ejercicio de clase, indicó a cada estudiante hacer una representación de cualquier elemento que nos resultara interesante en una matriz de calcografía, a punta seca. Ese día nos dio el turno libre para que saliéramos a las calles o a donde quisiéramos ir, y buscáramos ese ícono o imagen a partir de la cual desarrollaríamos toda una historia.
Como por azar, me senté en el contén de la esquina de la casa con unos amigos. Recosté la cabeza al poste y comencé a hacer algunos apuntes en mi agenda, cuando de momento miré hacia arriba y vi la imagen de la lámpara, el transformador y los cables eléctricos. Entonces me dije, ¡ya tengo mi elemento! No es que fueran imágenes tan significativas en ese momento, sino que me parecieron prácticas y viables. Luego en clases, el profesor nos fue imbuyendo en la búsqueda de un concepto sólido y estuve trabajando en ellas hasta 3er año de la carrera, en la serie Vigilantes Nocturnos.
Los zapatos vinieron a integrar mi universo creativo un tiempo después, pero cuando aún estudiaba. Ellos fueron el pretexto para realizar mi proyecto de tesis de grado. Este también fue un ejercicio de clase, donde tenían que estar implícitos mis sentimientos y además la serialidad como fuente portadora de contenido. Me pareció interesante utilizar huellas de zapatos, por todas las historias que cercan a estos elementos. A la profesora le resultó interesante y me sugirió hacer una investigación más profunda sobre este fenómeno. Indagando descubrí que en algunas zonas de mi barrio, habían muchachos que antes de emigrar a otros países tenían como una especie de tradición con estos elementos. Pues documentaban los zapatos, o sea, los firmaban, les ponían algunos datos personales incluyendo el país donde migraban y los colgaban en el tendido eléctrico. Sobre esto he seguido investigando y documentando a través de imágenes fotográficas, que luego manipulo para grabar. Me es muy placentero y a otras personas también, incluso este fenómeno crea cierto conflicto, pues a muchos mi obra le hace alusión a otras historias y significaciones que tienen los zapatos, dado la zona geográfica o el continente de donde provengan.
¿Y las instalaciones?
He incursionado en la pintura, la escultura y la instalación, con la temática de los zapatos. En esta última hice una pieza para una exposición en la Biblioteca Rubén Martínez Villena, en la cual mezclé zapatos y cableado real, sobre una matriz de xilografía de gran formato. La misma era una especie de mapa, con un collage y una rosa náutica que guiaba la historia, o sea, le daba coherencia a la cartografía, en el cual se reflejaba la Isla de Cuba de forma reiterada en cada uno de los continentes, como reflejo de la migración.
¿En cuál técnica del grabado tradicional ha desarrollado mayoritariamente su obra?
En realidad he experimentado todas las técnicas del grabado, dígase calcografía, litografía, colagrafía y xilografía, pero la que más me gusta y utilizo es la calcografía. Ella tiene diferentes formas de hacerse, como son el agua tinta, la punta seca, el agua fuerte o barniz blanco como también se le conoce, porque tiene otro tipo de mordida sobre el metal. Es una técnica que para mí tiene una significación especial, por las soluciones que puedo alcanzar en una pieza. Pero así como tiene sus ventajas también hay desventajas, como que es muy difícil dar color, por eso combino la calcografía con el chin colé, técnica que se utiliza para iluminar o colorear grabados en blanco y negro.
¿Qué características debe tener un calzado para que se convierta en objeto de sus creaciones?
Cuando comencé a trabajar esta temática no tenía preferencia por alguno, simplemente reflejaba los zapatos que tendían del cableado eléctrico. Luego, como tal la idea no, pero la visualidad de los zapatos se fue agotando, se empobreció porque era muy reiterativa, entonces le di como un aire, y comencé a trabajar nuevos elementos que le resultaban revitalizantes. Recurrí a otros modelos de zapatos, que estéticamente me fueran atractivos y que mantuvieran la idea de la obra o del fenómeno de la migración, asunto que me toca muy de cerca. Casi siempre utilizo calzados masculinos, tenis que tienen marcas reconocidas y que al mismo tiempo le dan una carga estética a la obra, respondiendo a un gusto propio.
¿No le parece un poco contrastante utilizar zapatos que responden a determinadas marcas internacionales como la Converse, con toda una estética o solución que llevadas a la realidad cubana o a la intención del calzado usado y roto, desfocalicen el propósito?
Como tal no es ningún problema para la obra, por el simple hecho de que los zapatos en este tipo de trabajo son un símbolo, y por demás creo que hasta justifica un poco o más bien recrea a la sociedad como tal, en tanto no es solo la parte más humilde o con un poco más de nivel adquisitivo la que migra. La marca está dada por un fin estético. Los zapatos representan a las personas de cualquier nivel económico, encarnan la presencia o la permanencia de ellos en esta ciudad. Ellos son un símbolo de esas personas, de alguien que estuvo y que ya no está, pero que dejó su huella en esta ciudad. Sobre la carga conceptual de que este elemento sea nuevo o viejo, al menos yo no le doy esa importancia. Sus bases, sus esencias, son otras.
¿Cómo y por qué le surgió la idea de incluir en sus obras la cartografía?
Cuando voy a hacer una obra, investigo para llegar a la parte conceptual y tengo en cuenta además, la técnica que utilizaré para representarla, porque no todas funcionan, dada la visualidad o el impacto que quiero alcanzar. La calcografía es una técnica rica en valores, pero para imprimir color es algo compleja. Sentí la necesidad de darle un vuelco a la visualidad de mi creación, porque a algunas personas los zapatos solamente no les transmitían la idea que yo quería expresar. La tendencia era a acercarse a leer los textos referentes a este fenómeno, o informarse a través de mí, de por dónde iba la historia. Comienzo a utilizar los mapas con la técnica del chin colé, como para darle un rumbo y otro sentido visual a la problemática del cambio de ciudad o de continente. La cartografía es un elemento que transmite a simple vista movimiento, viaje, migración y esta, asociado a los zapatos, permite narrar el fenómeno en su complejidad.
Sé que es un apasionado de la tecnología. ¿La utiliza como apoyo para realizar sus obras?
Desde mis comienzos en San Alejandro, utilizaba como apoyo para las obras imágenes que tomaba con la cámara fotográfica. En segundo año de la academia, el programa de estudios incluía la asignatura Diseño Digital, acercamiento al fascinante mundo del Photoshop, CorelDraw y 3D Max. Como ejercicio de clase nos orientaban utilizar imágenes y manipularlas. Todo ese conocimiento lo volqué en mi obra, sobre todo cuando empecé a ver una decadencia de la imagen, porque eran solo zapatos en un cable eléctrico, ya no había más ángulos por donde fotografiarlos, entonces acudí a la tecnología para matizar todo.
¿Hubo algún artista que influyó en su quehacer para que adoptara estas representaciones pictóricas?
En realidad la historia surgió por un ejercicio de clase, pero una vez graduado y que hice algunos trabajos para exposiciones, proyectos y concursos, me sentí influenciado de forma estética por el artista Ibrahim Miranda, que en la década de los 90 utilizó en su obras mapas.
¿Quién es Herman Skrettin y cuánto le ha aportado a su obra?
Herman es un empresario noruego, devenido en artista. Nos conocimos en el Taller de Gráfica en el 2008, y estuvimos un tiempo trabajando juntos la colagrafía y litografía. Por ese tiempo él iniciaba una serie sobre el campo y las mariposas, y yo continuaba con mi obra. A raíz de una invitación para exponer en Colombia, nos pusimos de acuerdo en cuanto a cómo podríamos unir nuestro quehacer. Emprendimos la labor primeramente en formato digital, porque él también tiene mucha influencia sobre este tipo de trabajo y logramos una imagen donde estaba implícita la mariposa como forma y estructura y dentro desdibujamos zapatos y mapas. Comenzamos a experimentar y nos dimos cuenta que la mejor técnica para trabajar era la litografía y así fue. Luego llevamos la exposición a Noruega, en donde tuve la oportunidad de hacer una personal. Creo que una obra no desmiente a la otra, más bien juntas aportan nuevos elementos. Las mariposas son insectos que migran y se avienen perfectamente a los conceptos que he venido trabajando. Hace algún tiempo nuestros caminos se han vuelto a separar, pero mi hacer siempre estará abierto a cuanta buena propuesta se le acerque.
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