Octubre histórico


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Muchas razones nos inducen al reducido, pero significativo título de este comentario.  En las particulares circunstancias de la pandemia del Covid-19 en que vivimos, se acrecienta el valor de nuestro pasado, en particular del vinculado a las luchas heroicas por la independencia y soberanía total de nuestra Patria, en contra de los procesos de colonización (incluyo a la “neocolonia”), que paradójicamente indujeron a la rebeldía y la revolución a lo largo de la historia cubana más reciente, siglos XIX y XX, incorporándola a los cambios radicales sucedidos en la región y el mundo.  

Fue el 12 de octubre de 1492, finales del siglo XVI: “A las dos horas después de media noche apareció la tierra, de la cual estarían dos leguas” […] escribió el Gran Almirante genovés Cristóbal Colón en su Diario de navegación, dejando constancia de la primera visión que tuvo de la “tierra indiana”, las Islas Bahamas, donde al amanecer desembarcó en la de  Guanahaní (toponímico aruaco), la cual bautizó en castellano como San Salvador. [i] 

“A la primera [isla] que yo fallé [hallé] puse nombre San Salvador a conmemoración de su Alta Magestad, el cual maravillosamente todo esto a[n] dado; los indios la llaman Guanahaní” […] Después de explorar estas islas, intercambiar con los nativos y reabastecerse por algunos días, escribe Colón, haciendo constar los verdaderos móviles de su empresa: “Determiné […] partir para el Sudeste que según muchos de ellos me enseñaron decían que había tierra al Sur y al Sudueste y al Noroeste […] y así ir al Sudoeste a buscar el oro y piedras preciosas.”

El Archipiélago de Cuba fue encontrado por el Gran Almirante de la Mar Océana, el 27 de octubre de 1492, gracias a la sabiduría marinera de los lucayos. Los pueblos aruacos fueron los verdaderos descubridores y antiguos habitantes del actual Caribe, extendido hasta las islas de Bahamas.  

El puerto de Bariay,[ii] Colón lo nombró San Salvador, en la costa norte de la isla principal, Cuba, asombró por la belleza lujuriosa de su naturaleza, las pupilas de los navegantes que seguían a Colón en su gran aventura transoceánica, en la nao “Santa María” y las carabelas “Pinta” y “Niña”.

Se insiste por los historiadores que fue allí, junto al puerto de Bariay, donde observaron, y, posiblemente probaron por primera vez, algunos de los diferentes usos de la hoja de tabaco: los naturales de aquel ignoto territorio aspiraban por una punta del rollo de hojas encendido, un deleitoso humo.  Esta sencilla costumbre autóctona, se convertiría en el fundamento de la principal producción cubana exportable -las hojas de tabaco presentadas en distintas formas, que enriquecerían las arcas de la monarquía española a través del monopolio o Real Estanco del Tabaco, fundado con posterioridad en La Habana (1717-1817).

Tras el recorrido y reconocimiento de la costa nororiental, desembarcó en el puerto de Baracoa, bautizado Puerto Santo, donde el Almirante clavó una cruz católica, reliquia que aún se conserva in situ, e hizo anotaciones importantes en su Diario de viaje. Pues, encontró otras poblaciones aruacas bien nutridas y pacíficas, dedicadas a labores agrícolas, que le sugirieron el punto de partida idóneo para la conquista y sumisión de Cuba.[iii] Sabemos que las tres naves continuaron su viaje al Este, hacia la isla que denominaron La Española, que fue el primer asentamiento colonial del reino de Castilla  en las Antillas.      

El siglo XVI enmarcó la exploración y el conocimiento de tierras y mares de nuestro planeta, no revelados hasta entonces a la cultura del otro lado del Océano Atlántico.  Asi fue como la geografía e historiografía europea fue completando lo que ahora llamamos Historia Universal. Esta, a su vez, fue impulsada por un nuevo sistema económico, social y cultural inaugurado en Europa, el capitalismo, ampliado portentosamente en base al sistema colonial mundial implantado por él.  En el siglo XIX, Karl Marx estudió críticamente dicho sistema en su obra maestra: El Capital.

El “Nuevo” Continente al cual llegó Colón suponiendo que era la India (de ahí el genérico errado de indios e indias), después se denominó, igualmente por equívocación, América (honrando a Américo Vespucio y no a Colón), fue dominado por las fuerzas colonialistas por más de tres siglos en algunos casos.  Sin embargo, en estas tierras se fundaron no sólo pueblos nuevos y culturas hibridadas (¿globalizadas?) sobre los ancestrales u originarios que perduraron, sino que más tarde hallaron resonancias la libertad, igualdad y fraternidad proclamadas en ciertos países del Viejo Mundo euroccidental.

Nacieron repúblicas y la idea luminosa de la democracia verdadera echó raíces profundas –a pesar de las distorsiones que le han impuesto donde quiera la burguesía internacional y las oligarquías criollas.  

La descolonización total de América es todavía hoy, en el siglo XXI, una meta a la que debiéramos llegar urgentemente.  La independencia, la soberanía, la paz y el desarrollo humano integral en sus naciones, es la aspiración de la gran mayoría de sus pobladores.  Esto es presente y futuro. Pruebas de ese movimiento continuo, dialéctico e indetenible, existen: en Cuba, Venezuela, Nicaragua, Bolivia… Una cultura nueva, más humana, se compone ya, y será la levadura necesaria para garantizar el crecimiento del tan ansiado y posible Mundo mejor que salve a la Humanidad y a la Madre Tierra.

 

Notas: 

[i] Citas tomadas del Capítulo XLIV “La primera tierra de América vista por Colón”, Antonio Núñez Jiménez, En canoa por el Mar de las Antillas, prólogo de Juan Arrom, Ed. Ciencias Sociales, La Habana, 2010, pp. [445]-452. En esta última etapa, 1988, de la expedición En canoa del Amazonas al Caribe, Núñez confirmó científicamente e hizo público, que Guanahaní era la isla de San Salvador y no el Cayo Samaná, cuestión que estaba en disputa desde 1986.

[ii] Bariay, toponímico aruaco. Se encuentra en Gibara, en la actual provincia de Holguín.

[iii] Colón consideró el territorio como un extremo del continente asiático que buscaba.


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