Cuando nos acercamos a un nuevo Festival Internacional de Ballet de La Habana es natural que lo primero que advertimos es el elenco que acompañará al Ballet Nacional de Cuba en la programación danzaria, quiénes bailarán, qué bailarán y con ello precisamos la calidad que anuncia el evento.
Pero hay otro grupo de personas sin las que no podemos aquilatar realmente las expectativas que la programación nos depara. Directores de orquesta, coreógrafos, maestros, diseñadores, fotógrafos, críticos… importantes nombres que hicieron historia, estén aun o no en activo, pero que prestigiarán el encuentro.
Este año no parece ser una excepción, pues contamos entre los invitados con nombres como los de Azari Plisetsky, conocido ex integrante del Ballet Nacional; Nikolai Shugaev, director de orquesta ruso; pianistas como Marcos Madrigal; y a esta lista habrá que agregar a la maestra inglesa Maina Gielgud.
Le asigno el título de “maestra” primero porque lo es, pero por no poderme ceñir a sus más reconocidos oficios dentro de la danza: primera bailarina internacional, directora artística de numerosas compañías en el mundo, repositora de obras de coreógrafos como George Balanchine o Rudolf Nureyev… y a la que los cubanos de años acumulados recordamos por sus visitas a Cuba como bailarina en las décadas del 60 y 70.
El primer contacto con la Gielgud fue en el entonces teatro García Lorca en 1967 cuando al llegar a la sala principal en la primera función del Ballet del Siglo XX dirigido por Maurice Béjart, en una escena desnuda llena de bailarines espléndidos ejecutando los más virtuosos pasos, una esbelta chica se sostenía en un interminable arabesque, acción que repetía ante el asombro del público con descansos breves en los que compartía con el resto de la compañía.
Al resonar el tema de Carabosse de La bella durmiente la escena se congelaba y todos los bailarines pasaban a sus puestos en el inicio del ballet Ni flores ni coronas, donde aquel prodigio técnico asumía una reconstrucción béjartiana del adagio de la rosa del ballet chaikovsquiano explotando su pericia en la duración de sus balances. Recordado de igual modo es su tercer dúo en Bhakti junto Germinal Casado. Este portento del equilibrio era la bailarina inglesa Maina Gielgud.
Dos veces más la Gielgud actuó en nuestros Festivales, en 1978 y 1980, interpretando la versión íntegra de El lago de los cisnes y números de concierto creados por Béjart, como Weber opus 5 y Línea y forma y para 2004 asistió como observadora.
Alumna de monumentos del ballet como Tamara Karsávina, Stanislav Idzikovsky, Lubov Egórova; bailarina en compañías de Roland Petit, Rosella Hightower, el Gran Ballet del Marqués de Cuevas, el Grand Ballet Classique de Francia; estrella del Ballet del Siglo XX y del London Festival Ballet, partenaire de Rudolf Núreyesv, su carrera la ha llevado a la dirección artística del Real Ballet Danés, del Ballet Australiano, asistente del English National Ballet, Hungría, Alemania, Bélgica, Canadá, Japón, Italia… hasta la Ópera de París y la Scala de Milán… y muchas otras colaboraciones en los cuatro puntos cardinales avalan la excelencia siempre bailarina, experta repositora de coreografías de Balanchine, Dolin, Nureyev, Lifar… una nueva visita de esta inglesa e internacional artista que es Maina Gielgud.
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