El cuatro de marzo de 1960, explotaba en el puerto de La Habana el buque francés La Coubre, que traía un cargamento de armas procedentes de Bélgica. Se trataba de un evidente sabotaje, perpetrado por los servicios de Inteligencia de los Estados Unidos, empeñados en evitar que el país adquiriera los medios necesarios para su defensa, con el pretexto de que Cuba amenazaba la seguridad de otras naciones del continente.
Aquel trágico hecho, del que hoy se cumplen 61 años de ocurrido, ocasionó la muerte de sesenta personas y más de 200 heridos. Fue en el acto de despedida de duelo por las víctimas del criminal sabotaje, cuando el Líder de la Revolución cubana, Fidel Castro Ruz, lanzó la consigna de ¡Patria o Muerte!
Hay que rememorar que durante 1960 el proceso revolucionario cubano se encuentra en un período de radicalización, a la vez que las agresiones norteamericanas se recrudecían; el imperialismo se movía en todos los terrenos para destruir a la Revolución.
Ese año la Administración norteamericana de Dwight Eisenhower comenzó a utilizar con fuerza los mecanismos diplomáticos, involucrando para ello cada vez más a la Organización de Estados Americanos (OEA). De esta manera se trataba de presentar el caso cubano como una fuente de litigio no sólo con los Estados Unidos, sino también con todos los países del área.
Durante febrero y marzo de 1960 Eisenhower realizó un periplo por varias naciones latinoamericanas para promover la llamada democracia imperial, la receptividad a las inversiones y la creación de un frente común contra la injerencia comunista en el continente. Un objetivo fundamental para los Estados Unidos consistía en lograr una resolución de condena al Gobierno cubano, por permitir la penetración del comunismo internacional –en este caso la ayuda y cooperación de la entonces Unión Soviética y de los países socialistas de la Europa del Este--, y favorecer en extensión al resto de los países del área americana.
Meses después, en agosto de 1960, comenzaba en San José, Costa Rica, la VII Reunión de Consulta de Cancilleres de la OEA, en la que fue aprobada una resolución de carácter general.
En dicho documento se condenaba la llamada penetración comunista en el continente, además de considerar incompatible con el sistema interamericano toda forma de totalitarismo, y de censurar la intervención o amenaza producto de ello, en específico, de una potencia extracontinental (Unión Soviética), en los asuntos de las repúblicas americanas.
De esa forma quedaban abiertas las puertas para una sanción posterior contra la Mayor de las Antillas.
El pueblo de Cuba y su Gobierno revolucionario respondieron a la Declaración de Costa Rica, el dos de septiembre de 1960, con un masivo acto en la Plaza de la Revolución, con la proclamación de la Primera Declaración de La Habana, la que al mismo tiempo defendía el derecho de los pueblos de este continente a su plena independencia nacional.
En la citada Declaración del Pueblo de Cuba contra la Administración de Estados Unidos, se defendía también el derecho del pueblo de Cuba a establecer con la Unión Soviética, o con cualquier otro país, las relaciones que estimase convenientes y censuraba la explotación del hombre por el hombre. (1)
El papel de gendarme del Imperialismo yanqui quedaba así aplastado con la iniciativa de un pueblo y su Revolución a continuar avanzando por el pleno desarrollo de su soberanía e independencia, logrados un año antes –Primero de Enero de 1959--, en que el ejército de barbudos, liderados por Fidel, y convocados históricamente por los mambises martianos, lograron entrar no sólo en Santiago de Cuba, sino también avanzar hacia el occidente del país.
Meses después, el 17 de octubre de 1960, ante una intervención realizada en la Televisión cubana, Fidel expresó (2):
“(…) Nosotros hemos invertido durante los primeros meses del Gobierno Revolucionario, todos nosotros, una gran energía. No cabe duda de eso(…) Aunque ahora tenemos mucho más trabajo, estamos mucho mejor preparados para cumplir nuestras tareas. Es decir, el pueblo, los cuadros revolucionarios y el Gobierno. Por eso es que la atención tiene que dispersarse un poco, tiene que atender problemas internacionales, problemas contrarrevolucionarios, fuera del país y dentro del país (…) Hace mucho rato que venimos tratando de explicar al pueblo estos problemas de Revolución y de contrarrevolución. ¿Por qué? Porque todas estas cuestiones no son hechos aislados, hechos esporádicos ni, mucho menos, sino que obedecen a las leyes del proceso revolucionario, y es muy importante que el pueblo comprenda esas leyes de la Revolución y de la contrarrevolución. Y, desde luego, no hay mejor universidad que el propio proceso revolucionario”.
Fragmentos de intervención del Líder de la Revolución cubana de hace más de seis décadas, con una vigencia impresionante, al mismo tiempo que con un alerta similar al de nuestros días en que la desidia imperial se acrecienta a través de la manipulación y el alquiler de un grupito de mercenarios dentro y fuera de nuestras fronteras a su servicio mediante provocaciones y chantajes.
¡Patria o Muerte!, hoy se multiplica más que nunca contra el imperio, y contra todos aquellos que continúan alzando otras consignas exentas de valores humanos, de justicia y de honra, pues ésta impera “en la satisfacción de la justicia” (3), porque “la muerte es una victoria, y cuando se ha vivido bien, el féretro es un carro de triunfo. El llanto es de placer, y no de duelo”. (4)
Notas:
- Silva León, Arnaldo. Breve Historia de la Revolución cubana, 1959-2000. Editorial Félix Varela. La Habana, 2008.
- La Revolución cubana, 1953-1980. Selección de Lecturas. Tomo 2. Editorial Félix Varela, La Habana, 2002.
(3) José Martí. O.C. Folleto, Madrid, 15 de febrero de 1873, T. 1., p. 90.
(4) José Martí. O.C. La Opinión Nacional, 19 de mayo de 1882. T. 13, p.17.
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