Nicolás Guillén el Poeta Nacional de Cuba


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Decía Ángel Augier, el biógrafo de Nicolás Guillén: que la obra del gran lírico entronizaba con esa poesía actuante, que identificaba al poeta con la Revolución. Su obra se había formado con los elementos totales que integran el complejo nacional cubano y agregaba, que desde el momento mismo de su nacimiento, en que desembocan sus dos abuelos, europeo y africano, le va a permitir al poeta , la asimilación de las esencias populares más directas y la absorción de los jugos más genuinos del espíritu nacional.

El mes de julio le pertenece entero. Nace nada menos que en 1902, año en que se instituyó la Reública de Cuba. Vio la primer luz en julio, un día 10 y murió el 17 de julio pero de 1989. No había quien le hiciera cuentos. Conoció de los desmanes imperialistas norteamericanos en aquellos inicios de siglo, y todo lo que aconteció después, conoció la nueva era que anunciaba la Revolución de Octubre, sufrió la muerte de su padre y desde un modernismo rubendariano, encontró al fin como diría Augier, un lenuaje poético adecuado a su visión de la realidad. Vivió sin lugar a dudas, en pleno ámbito de su propia poesía. Por todo eso es nuestro Poeta Nacional.

 

Sombras, que solo yo veo,

me escoltan mis dos abuelos.

 

Lanzas con puntas de hueso,

tambor de cuero y madera:

mi abuelo negro.

Guerrera en el cuello ancho,

Gris armadura guerrera:

mi abuelo blanco.

 

Del Camagüey victorioso, de allí vino, y se adueñó del lápiz a los quince años. El periodismo lo atrapó. Llegó a la Habana, allá por 1926.

Motivos de Son, su poemario de abril de 1930, fue sin dudas un verdadero acontecimiento cultural. Fue la consagración del son. En una poesía diferente. La poesía negrista se adueñaba de su pueblo:

 

¿Por qué te pone tan brabo,

cuando te dicen negro bembón,

si tiene la boca santa,

negro bembón?

Bembón así como ere

tiene de to;

Caridá te mantiene, te lo da to.

 

Como diría el poeta Regino E. Boti, en Sóngoro Cosongo, Guillén logra una poesía más elevada. Todo parte de nuestro complejo nacional, de la propia esencia popular de estos versos:

Caña

El negro

junto al cañaveral.

El yanqui 

sobre el cañaveral.

 

La tierra

bajo el cañaveral.

 

¡Sangre

qué se nos va!

 

Junto con nuestro pueblo evoluciona el poeta. De West Indies Ltd a Cantos para soldados y sones para turistas, alcanza la conciencia absoluta de las luchas de los trabajadores valientes de su país.

Desde México, partió Guillén junto a Marinello hacia España, en plena Guerra Española. Los acompañaban para asistir al Congreso Internacional de Escritores en Defensa de la Cultura, Alejo Carpentier, Pita Rodríguez, y Leonardo Fernández Sánchez. Allí conocerán a Antonio Machado, el inolvidable poeta español, que aprovechó la delegación para enviar a Cuba unas hermosas palabras. 

En 1938, regresa Guillén, a Cuba, con Grau en el poder. Hasta 1947 no aparece El Son Entero, expresión de la sensibilidad de nuestro pueblo, un verdadero cancionero de pueblo. Nuestra Isla, se encuentra en el verso del poeta, la frustación y la rebeldía, nuestra historia, nuestra identidad nacional:

La vida empieza a correr

La vida empieza a correr

de un manantial como un río

a veces, el cauce sube,

a veces el cauce sube 

y otras se queda vacío.

Del manantial que brotó 

para darte vida a ti,

ay, ni una gota quedó

para mí:

la tierra se lo bebió.

 

Aunque tú digas que no,

el mundo sabe que sí,

que ni una gota quedó 

del manantial que brotó

para darte vida a ti.

 

Y después, tantos versos acumulados: Elegía a Jesús Menéndez, La paloma del vuelo popular, Tengo, Che Comandante, La rueda dentada y por el Mar de las Antillas anda un barco de papel y otros muchos, ahora custodiados por interés de muchos cubanos, que siempre lo hemos sentido nuestro, definitivamente nuestro, para orgullo nacional.

Como José María Heredia y como José Martí, Nicolás Guillén amó entrañablemente a su pueblo, con esa cubanía arrebatadora que refleja en su poesía, esa cubanía, que por perdurable y llena de vitalidad, nos pertenece y no solo a nosotros, sino a todos los pueblos de Nuestra América que aún luchan por su absoluta libertad.

  Con el triunfo de la Revolución Cubana, regresa Guillén a Cuba y participa en la creación de una Patria nueva y libre. 

Ya tiene lo que tenía que tener.

Trabajó incansablemente y representó a nuestros creadores y a toda la nación.

Decía Augier, que Cuba es un tema constante que le asedia por todos lados y en todos los momentos. . Sus viajes por países del Sur y por otras latitudes, le nutren su lirismo que por cierto, es tan abarcador como su extraordinario pensamiento.

Podía escribir la Muralla o su Che Comandante y aquella Rosa Tú, Melancólica, así como todos aquellos estremecedores versos de amor que hemos sabido admirar:

 

Y en la noche cargada

de ardoroso silencio, Rosa tú melancólica

Rosa de mi recuerdo, dorada, viva y húmeda, bajando vas del techo,

tomas mi mano fría

y te me quedas viendo. Cierro entonces los ojos

pero siempre te veo

clavada allí, clavando

tu mirada en mi pecho

larga mirada fija,

como un puñal de sueño. 

 

Valgan estos recuerdos de nuestro Poeta Nacional, como un homenaje a la eternidad de su memoria.

                                             


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