Tras la huida del tirano Batista y aplastadas las maniobras del imperialismo norteamericano –principal apoyo del régimen dictatorial durante siete largos años--, que planeaban impedir el triunfo de la Revolución, ocurrió la entrada del Ejército Rebelde en pueblos y ciudades, junto a las milicias del Movimiento Revolucionario 26 de Julio (MR-26-7), entre otras fuerzas que combatieron a la tiranía.
Al respecto había que tomar una decisión urgente para que, en esta ocasión, no se suscitase lo ocurrido en enero de 1899, o sea, seis décadas atrás.
Hagamos un poco de historia: En el período de 1878 y 1898 no puede hablarse sobre la existencia de sentimientos anti norteamericanos en el pueblo de Cuba. A ello contribuyó, entre otras cuestiones, la forma enmascarada con que Estados Unidos abordó sus venideros propósitos.
Detectar tales propósitos, estudiarlos y denunciarlos, fue privativo de las figuras más relevantes de ese período y, en especial, de José Martí, cuando afirmó en uno de sus numerosísimos escritos:
“Desde la cuna soñó en estos dominios el pueblo del Norte, con el nada sería más conveniente de Jefferson; con los trece gobiernos destinados de Adams; con la visión profética de Clay (…) y cuando un pueblo rapaz de raíz, criado en la esperanza y certidumbre de la posesión del continente, llega a serlo, con la espuela de los celos de Europa y de su ambición de pueblo universal, como la garantía indispensable de su poder futuro, y el mercado obligatorio y único de la producción falsa que cree necesario mantener, y aumentar para que no decaigan su influjo y su fausto, urge ponerle cuantos frenos se puedan fraguar, con el pudor de las ideas, el aumento rápido y hábil de los intereses opuestos, el ajuste franco y pronto de cuantos tengan la misma razón de temer, y la declaración de la verdad”.(1)
Mientras que El Generalísimo Máximo Gómez, reflejó al final de su Diario de Campaña:’
“Tristes se han ido ellos y tristes hemos quedado nosotros, porque un poder extranjero los ha sustituido. Yo soñaba con la paz con España, yo esperaba despedir con respeto a los valientes soldados españoles, con los cuales nos encontramos siempre frente a frente en los campos de batalla (…)Pero los Americanos han amargado con su tutela impuesta por la fuerza, la alegría de los cubanos vencedores, y no supieron endulzar la pena de los vencidos.
“La situación, pues, que se le ha creado a este pueblo, de miseria material y de apenamiento por estar cohibido en todos sus actos de soberanía, es cada vez más aflictiva, y el día que termine tan extraña situación, es posible que no dejen los americanos aquí ni un adarme de simpatía”. (2)
Los mambises, por supuesto, no entraron en Santiago; mucho menos, en La Habana, no obstante las gloriosas epopeyas escritas a sangre y fuego durante las tres contiendas independentistas.
Pero la Historia renace, al igual que sus héroes y mártires y la culminación de tanta ignominia no se hizo esperar casi un siglo después con la Generación del Centenario liderada por el joven Fidel Castro Ruz.
Con el fracaso de la ofensiva batistiana en el verano de 1958 no existió para la dirección revolucionaria un peligro mayor que el de la posibilidad de que cuajara cualquier maniobra, no para salvar al régimen que ya estaba virtualmente condenado, sino para escamotear el triunfo revolucionario.
Así fue, a partir de ello se intensificaron las acciones del imperialismo para salvaguardar sus intereses, mientras que en el seno de las fuerzas armadas batistianas proliferaban las conspiraciones de última hora que buscaban contacto con el alto mando del Ejército Rebelde, y que eran conocidas y apoyadas por la Embajada norteamericana en La Habana. Objetivo final: la búsqueda de un golpe de estado
La respuesta de Fidel fue inmediata, el propio Primero de Enero de 1959, hizo una alocución al pueblo de Cuba a través de la emisora Radio Rebelde, en Santiago de Cuba. Era necesario delimitar, desde un inicio, que derrocamiento de la dictadura y triunfo de la Revolución, no eran cuestiones idénticas. El triunfo constituía un grupo de cambios radicales y de transformaciones en los aspectos económicos, políticos y sociales del país. Imposible implantar un poder revolucionario si tales transformaciones no respondías a las necesidades y aspiraciones de todo un pueblo. Por ello, en su mensaje Fidel resalta:
“!Escamotearle al pueblo la victoria, no, porque sólo serviría para prolongar la guerra hasta que el pueblo obtenga la victoria total! Después de siete años de lucha, la victoria democrática del pueblo tiene que ser absoluta para que nunca más se vuelva a producir en nuestra Patria un 10 de marzo. ¡Nadie se deje confundir ni engañar! ¡Estar alertas es la palabra de orden!”.
El Ocho de Enero de 1959, arribaría Fidel a la capital, al frente de su columna rebelde no.1 José Martí. En esa ocasión, los mambises sí entraron en Santiago de Cuba y en La Habana conformando el ejército invasor más glorioso del siglo XX, y para eternizar su pensamiento, acción revolucionaria y antimperialismo como continuador de la vida y la obra de nuestro Héroe Nacional José Martí.
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