La música ha acompañado desde antaño a los pueblos de “Nuestra América”, en sus ritos y fiestas y en su manera de representarse mediante el arte popular. Su presencia no podía faltar entonces en la labor anónima de sus artesanos, como motivo y fin de sus creaciones, desde los silbatos de barro mexicanos, los rondadores de cañizos atados de los Andes, o los palos de lluvia del Amazona.
Este ha sido precisamente el motivo curatorial de Latinoamérica en su música, exposición recientemente inaugurada en la Galería Mariano, cita en Calle 15 entre B y C en El Vedado capitalino y que exhibe al público diferentes manifestaciones artesanales e instrumentos musicales pertenecientes a la Colección Arte de Nuestra América “Haydee Santamaría” de la Casa de las Américas y a la del Museo Biblioteca “Servando Cabrera Moreno”.
Como se conoce, la valiosa colección de Arte Popular de La Casa, nació y se ha multiplicado gracias a las donaciones de cientos y cientos de piezas por parte de instituciones, personalidades, artistas, coleccionistas e investigadores durante más de 50 años. De ahí que atesore una muestra representativa del colorido espectro cultural que comprende La América Latina y el Caribe.
Por su parte, la colección del Museo Servando, considerada entre las mejores del país e integrada por más de mil piezas, es evidencia de la fascinación y el gusto por el arte popular que acompañó la labor creativa del versátil artista plástico.
Cinco coloridas y musicales calaveras mexicanas nos reciben apenas entrando al interior de la casona que acoge a la galería. A su lado otro grupo de músicos, también mexicano, pero hechos de barro cocido.
En este primer espacio, se destaca el arpa andino construido con un inmenso caparazón de un armadillo. Varias sonajas o maracas colgadas en la pared ilustran las diversas maneras de construir estos instrumentos de percusión: unas venezolanas tejidos con fibras vegetales y estambres de colores, otras de calabazos pintados del grupo Quichua ecuatoriano y las taparas con fruto de Totumo y madera que se usaban con fines ceremoniales por los indígenas del Orinoco mucho antes de la llegada de los españoles.
Además se muestran otros instrumentos y figuras con instrumentos moldeados con barro negro bruñido de la región mexicana de Oaxaca.
En el siguiente local, se ubicaron las piezas de la colección de Servando, colocados en artesanales trasteros hechos por Luis Alberto Rodríguez. La mayoría de las piezas seleccionadas son silbatos de cerámicas provenientes de México y Guatemala, con figuraciones de animales domésticos, salvajes o míticos como sirenas, reiterados en varias de las piezas expuestas.
Al borde de la escalera, se colocaron los instrumentos con base a huesos o cráneos de animales y los construidos con cañizos y cuernos. También las flautas de la región amazonia colombiana y las flautas de cañizo policromadas de Ecuador.
Frente a estos, el llamativo conjunto de músicos hechos de cerámica vidriada de Michoacán - similares a otro de cerámica pintada de Perú, pero colocados en otro espacio- y las figuras de bailadores y músicos de una típica fiesta popular mexicana, hechos con la tradicional técnica del barro cocido.
Al lado, se colocaron tres piezas de Puerto Rico, un güiro de calabozo pintado, una campana de cerámica y la pequeña talla en madera de un trovador del artesano Otoniel Rodríguez.
Por último, se agrupan otros instrumentos musicales, ilustrativos de la variedad étnica y cultural de la región. Dos berimbaos de factura brasileña. Rondadores, especie de zampoña, fabricados con cañas de carrizo atados y decorados; típicos de las comunidades Quichuas de la Sierra, localizados en los valles interandinos y en los páramos ecuatorianos. Varios palos de lluvia o palo de agua, hechos con tallo de aroma hueco rellenado con piedrecillas y decorados con fibras tejidas de la tribu Satere-Mawe del profundo Amazonas brasileño. Dos tambores de Surinam, uno de madera pintada de la tribu Saramaka y otro tallado en madera de la tribu Djuka. Más cercanos a nuestra cultura, encontramos un manufacturados cuatro de Puerto Rico y una Vihuela fabricada a mano en Michoacán.
La muestra, con la curaduría, museografía y textos de Aurora Díaz y Patricia Será, estará abierta durante 6 meses. La invitación está hecha, ritmos y formas para escoger.
Deje un comentario