El Historiador de la Ciudad, Dr. Eusebio Leal Spengler señaló que “la Casa de África ha tratado de mostrar con orgullo todo cuanto debemos al África negra; de hablar con orgullo de nuestros padres y abuelos”.
Al recordar las tres décadas de vida de esa institución patrimonial de la Oficina del Historiador de la Ciudad, en la segunda jornada del XX Taller Científico de Antropología Social y Cultural Afroamericana, el intelectual indicó que ese centro es sitio de abrazos, encuentros, de reconocimientos, filosofía, etnografía... De África, subrayó, hemos venerado también ese culto por nuestros ancestros.
Comentó que hace treinta años entró en el Museo Casa de África con el historiador, profesor, investigador y periodista cubano José Luciano Franco (1891-1989), un hombre simpático, bueno y generoso.
Seguidamente, felicitó al director Alberto Granado y a quienes han mostrado fidelidad a esa institución, y se refirió al cariño eterno hacia aquellos que “se hicieron ancianos entre nosotros y hoy son recordados”.
La narradora oral Mirta Portillo, a nombre del festival Afropalabra, entregó un diploma al Dr. Leal, que fue valorado como un comunicador que narra, por lo cual es un cuentero. El reconocimiento destaca su contribución a la preservación del patrimonio intangible de la oralidad. También lo nombraron padrino de esa cita y se le obsequió la obra Mi diosa, de la artista Odalis Díaz.
Para la tarde de este 6 de enero se aguarda con expectativa la salida del Cabildo afrocubano del Día de los Reyes Magos, desde la Plaza de San Francisco de Asís, con la participación del grupo infanto-juvenil del proyecto sociocultural Asociación Quisicuaba, las comparsas El Alacrán, Componedores de Batea, el Piquete santiaguero y estudiantes africanos en Cuba, a los que se unirán lugareños y caminantes en general.
De acuerdo con documentos históricos, esta romería se remonta a 1683 cuando, aprovechando las festividades del Día de los Reyes Magos de la religión cristiana, los esclavos disponían de una jornada de asueto y se les permitía llegar en peregrinación al antiguo Palacio de los Capitanes Generales para recoger un aguinaldo. Ello provocaba, en visitantes y observadores de la época, una imagen distinta del cruel proceso de la esclavitud.
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