El papel de la mujer en la conformación de la cultura cubana durante los primeros años de la República neocolonial, sobre todo en su vínculo con el tema racial, fue el centro de atención de la Tertulia de Literatura Histórico-Social que organizó la Asociación de Escritores de la UNEAC el 18 de junio, en su habitual espacio de los terceros jueves de cada mes en la sala Rubén Martínez Villena.
Cuando se habla de historia generalmente se hace —casi siempre de forma intuitiva— desde una perspectiva patriarcal, centrados en las epopeyas realizadas por hombres blancos. De ahí la importancia de repensar de forma consciente la historia, incluyendo el papel que han tenido las mujeres —sin dejar de mencionar el aporte de negras y mestizas— en la conformación de la cultura y su influencia en los movimientos políticos y sociales de la nación.
Esta fue una importante reflexión de la ponencia Resurgir del silencio: Mujeres negras en la República, presentada por la escritora Daisy Rubiera, resultado de la investigación que ha realizado a través de los años con el apoyo de otras colegas. Durante su intervención hizo un recorrido por algunas mujeres negras y mestizas de finales del siglo XIX y principios del XX que —a partir de la tres dimensiones en que se ha ejercido discriminación en su contra: por su género, por el color de su piel y por su clase social— se han visto en gran medida invisibilizadas al hablar de la historia de Cuba.
Más que referirse a la discriminación, en su investigación profundiza en su pensamiento a través de una cartografía de aquellas mujeres más destacadas, entre las que señaló a Úrsula Coímbra de Valverde, Cristina Ayala, África de Céspedes, María Dámasa Jova e Inocencia Silvera. Aunque no pudieron decir todo lo que querían, no dejaron de participar en el debate nacional —desde algunos medios que les dieron espacio, como la revista Minerva—, en las que desde posiciones “subalternas” reivindicaban sus derechos.
La investigadora señaló que el liderazgo del movimiento negro de principios de siglo XX —incluyendo al “Partido de los Independientes de Color”, que fue uno de los más avanzados de la época— reprodujo los prejuicios sociales y no se cuestionó las normas de género establecidas. De igual forma el movimiento feminista de la época tampoco las incluyó desde sus inicios, marcadas por la discriminación racial.
Sin embargo, el discurso de las mujeres negras y mestizas no dejó de reflejarse en otros espacios —entre los que destacó el Congreso Nacional Femenino de 1939 y la incidencia que tuvieron a través del Partido Comunista, que las incluyó desde la conformación misma de su Comisión Organizadora— donde pudieron expresar su denuncia con una visión abarcadora de la problemática social y política cubanas ante la necesidad de transformaciones sociales, su derecho al voto, su participación desde la ciudadanía política y la “dolorosa realidad” de la mujer negra instruida que luchaba contra las discriminaciones sociales.
Para la escritora es fundamental realizar una investigación detallada sobre la diversidad y profundidad de sus textos —algo impensable para los roles permitidos a las mujeres en esa época— que visualicen y reconozcan su aporte a nuestra historia, imprescindible para entender la realidad de sujetos múltiples y las diversas identidades que conforman nuestra cultura nacional.
Por su parte, la investigadora Irina Pacheco analizó la problemática femenina en la historia desde otra perspectiva, al presentar su trabajo sobre el aporte realizado a la cultura por la Sociedad Pro Arte Musical, que funcionó en La Habana desde 1918 hasta 1967. Destacó la necesidad de desconstruir los estereotipos discriminatorios al analizar la historia, sean por el sector social o por el color de la piel, pues este movimiento ha tenido un marcado estigma prejuicioso al señalarse como un grupo de “mujeres de la aristocracia blanca”.
Al respecto señaló que, si bien nació como resultado del aporte de las esposas de empresarios adinerados en Cuba, muchas de ellas “superaron el canon de su tiempo” —como Natalia Aróstegui y Zenaida Manfugás— para tener una gran influencia en el desarrollo artístico del país durante sus 40 años de trabajo —incluso después del triunfo de la Revolución— y desarrollar una gran influencia en todas las esferas del arte, con excepción del cine.
Los prejuicios con que se les ha mirado, resaltó, invisibiliza o disminuye el trabajo que realizaron en la polémica con grupos de la vanguardia artística de su época, su vínculo con la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo, sus preocupaciones con las corrientes populares en la música, sus aproximaciones al tema afrocubano y las cuestiones de género y su interacción con otros sectores de la sociedad, todo lo cual redundó en beneficio de la cultura nacional.
“Fueron mujeres con una osadía y una resistencia para abrir escollos en un momento en que el Estado no se preocupaba por la vida cultural”, destacó, en lo que puede tomarse como ejemplo de “feminismo germinador” y “asociacionismo cultural”. Indicó que su trabajo se realizó siempre desde la iniciativa personal —a partir de sus propios recursos— para realizar importantes y concretos aportes en la búsqueda de “lo cubano”, de acuerdo a las condiciones del país en esa etapa de la República.
Como se podía esperar, propuestas tan enriquecedoras encontraron una reacción muy activa del público asistente, quienes abundaron en la importancia de contar la historia con todos sus componentes, sin omitir momentos o temas por desagradables, conflictivos o —como se ha señalado en ocasiones— por atentar supuestamente contra la unidad nacional. Por el contrario, ver la historia con toda su complejidad y riqueza nos une en nuestra identidad y constituye siempre una enseñanza, para no repetir errores del pasado.
Ricardo Quiza, vicepresidente de la Sección de Literatura Histórico-Social de la Asociación de Escritores, anunció que el próximo encuentro de la Tertulia en julio estará dedicado a los pueblos originarios de la etapa precolombina en Cuba, otro tema muy poco tratado en la historiografía que deberá aportar elementos interesantes al proceso de conocimiento de nuestras raíces.
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