Los cubanos deberíamos rendir más reverencia a las mujeres que lo que habitualmente hacemos. Hay países con nombres masculinos y otros femeninos, Cuba es nombre de mujer. Isla es también un sustantivo femenino aunque archipiélago sea masculino y Cuba sea ambas cosas.
La mujer cubana ha estado siempre en nuestra historia y no empezó en la centuria decimonónica con Gertrudis Gómez de Avellaneda, la Condesa de Merlin, Ana Betancourt, Canducha Figueredo o Amalia Simoni. Si de mujeres destacadas de este archipiélago hablamos habría que iniciar la lista en el siglo XVI con la resistencia aborigen a la conquista y las caciquezas Anacaona, Guarina, Casiguaya.., la princesa camagüeyana Tínima o la legendaria habanera Casiguaguas.
Pero en los matices étnicos originarios de esta Cuba mestiza, ocupan un lugar destacado y tienen un peso específico importante, las mujeres negras que, como otras, han contribuido al acervo cultural de esta nación o a su historia escrita con sangre.
¿Quién fue la primera mujer negra cimarrona? La historia no la registra pero probablemente fue alguna fémina africana a la par de un cimarrón en cualquier lugar de este archipiélago.
La Ma Teodora con su rítmico Son era una mujer negra y desde el siglo XVII se insertó en el imaginario de un conglomerado humano aún sin pretensiones de nacionalidad pero que en un momento del camino se convirtió en ello. El 26 de diciembre de 1714, la Virgen de Regla, “la virgen negra” o “virgen africana”, tallada originalmente en ébano por San Agustín en su región noraficana, fue proclamada “Patrona del puerto de La Habana, la dársena y sus pueblos ribereños” y tenía su santuario en Guaicanamar, junto a la rada habanera desde el 3 de marzo de 1687. Desde entonces, La Habana es una ciudad azul por el manto de esa tonalidad que protege a la virgen pero también afianza ese hecho la “africanidad cultural” de la capital cubana.
Carlota, mujer negra “de nación”, como solía calificarse a los africanos esclavizados para diferenciarlos de los negros criollos nacidos en este terruño, no debió ser cualquier persona, este autor la recrea en su conciencia como una mujer con un carácter fuerte y una inteligencia indiscutible, debió ser una gigante en cuanto a valentía, pues ser asumida como líder por hombres y mujeres de tres ingenios en una sociedad patriarcal y machista –incluso, entre las personas esclavizadas– no pudo ser un hecho casual.
A Carlota se le recuerda en ese conjunto escultórico magnífico en Triunvirato, el sitio que la vio erguirse como heroína y en la misión militar internacionalista en Angola, “la Operación Carlota”, extendida en el tiempo entre noviembre de 1976 y julio de 1991.
Mariana Grajales Coello, reconocida hoy como Madre de la Patria o Madre de todos los cubanos, es tal vez, el ejemplo más sublime de las mujeres criollas descendientes de aquellos africanos y africanas esclavizados. Mestiza como su nación, enlazada genéticamente con Venezuela y Santo Domingo cual símbolo de latinoamericanidad y caribeñidad. Mulata guantanamera-santiaguera, cubana en todos los sentidos, patriota y madre enérgica, con pensamiento propio acerca de los destinos que debía tener su isla natal con independencia y sin esclavitud. Su legado trascendió a su muerte el 27 de noviembre de 1893 y continuó en el pelotón femenino con su nombre en el Ejército Rebelde, en la lucha contra la tiranía batistiana, cuyas integrantes fueron llamadas “las Marianas” y está presente en toda la obra de la mujer cubana actual.
María Cabrales, no fue una mulata más en la historia de Cuba, no solamente la esposa del Mayor General Antonio Maceo Grajales, Lugarteniente General del Ejército Libertador Cubano. Fue María Cabrales ella misma por sus ideas y las dudas pueden despejarse en el intercambio epistolar con su compañero en la vida.
El magisterio cubano del siglo veinte republicano estuvo signado por la singularidad de muchas y muy destacadas maestras negras a lo largo del país, incluso, en no pocas localidades donde la proporción mayoritaria de la población era de piel blanca.
La mujer cubana libre de ataduras feudales y burguesas tras el triunfo revolucionario de 1959 es mucho más plena, siendo solo más de la mitad de la población, supera a los hombres en cuanto a la fuerza profesional y técnica del país, donde ocupan más del 68 % del total y la Asamblea Nacional del Poder Popular es el tercer parlamento más feminizado del orbe. Son mujeres cubanas, del campo y la ciudad; del oriente, el centro y el occidente del archipiélago; con colores de piel negra, parda y blanca; herederas todas de la tradición de resistencia de las aquí nacidas o adoptadas en varios siglos de historia.
El 25 de julio se celebra el Día Internacional de la mujer afrodescendiente. El origen de la fecha es la celebración ese día pero del año 1992, de un cónclave, por primera vez, de las mujeres negras de los pueblos de América Latina y el Caribe contando con más de 400 delegadas para debatir acerca de los progresos, retrocesos, problemáticas y perspectivas de la mujer negra en la región.
En diciembre de 2014, en Durban, República Sudafricana, se celebró, organizada por la Organización de Naciones Unidas, una convención sobre la diáspora africana, las consecuencias de la trata negrera, el racismo y las desigualdades sociales a partir de la discriminación racial y se declaró al período 2015-2025 como “Decenio de las afrodescendientes”. En el contexto del decenio, se instituyó el 25 de julio como Día Internacional de la mujer afrodescendiente. En Cuba, nación con un etnos único, inclusivo y mestizo en el que se desarrolla desde 1959 una revolución social de profundas transformaciones y que aprobó el 20 de noviembre de 2019 el Programa Nacional contra el racismo y la discriminación racial, se celebra desde hace varios años, esta fecha. Es la Cuba antirracista y honrada de su afrodescendencia.
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