Mayo y la cultura francesa… ¿Por qué mayo? Me gusta imaginar que algo tendrá que ver aquella rosa de Francia, que entregó su milagro, como suave fragancia, una tarde de mayo.
La cultura francesa en Cuba… El arte, la canción, la literatura… ¿Y la cultura vista en grande? ¿La cultura como conjunto de haceres y saberes? ¿La cultura como sello y firma de una identidad? Aquella suave fragancia pudo entretejerse con el aroma de nuestro ajiaco, entonces es necesario historiar porque lo que no conocemos también pudo ser…
En estos trances de historiar se aprenden muchas cosas. Se aprende que, de la mano de cada historia oficial, política o económica, van otras muchas historias: historias paralelas. Todo acontecimiento que marca el desarrollo de un país lo hacen los hombres, y cada hombre tiene sus historias, muy propias, que de una u otra forma quedan entrelazadas, constituyendo el fondo del suceso principal.
Y un suceso de vital importancia es la conformación de una nacionalidad, nuestra nacionalidad: ser como somos y no de otra forma… Y en medio de esa historia aparecen, como corazón-motor, la historia y el desarrollo de la industria azucarera.
El lejano siglo XVIII fue un momento de comienzos. Comienza un proceso histórico, una doble revolución: la revolución industrial y la revolución francesa. Comienza, en Cuba, la etapa en que el criollo comienza a transformarse en cubano: empieza a asumir su nacionalidad, un sentimiento que va naciendo.
Comienzan, también, las migraciones francesas. Parten los hombres buscando un nuevo clima, ya económico, político o social, donde crear un lugar, su lugar…
¿Francia en Cuba? Las ruinas de los cafetales franceses, en Santiago de Cuba, Patrimonio de la Humanidad. La fundación de Cienfuegos, en 1819, por Louis de Clovet y Fravot, emigrado de la Luisiana, y un grupo de colonos. Otros nombres que han trascendido…
¿Francia en el azúcar? Lo que no conocemos también pudo ser…
Por eso intentemos recuperar aquel aroma de Francia –aquella suave fragancia- en el azúcar cubano, porque azúcar, aquí, en la Perla de Las Antillas, es más que una rama productiva: es cultura y es raíz de patria.
Pequeñas y discretas historias sueltas, contadas como al pasar. Ruinas olvidadas, perdidas en el paisaje cubano. Apellidos que nacieron galos y hoy visten todos los colores de piel. Cosas, nombres, lugares… Casi nada porque no se necesita de mucho para atajar el olvido. Recordar es un abrazo compartido: intentémoslo.
Antes de las grandes oleadas de emigrantes, ya Francia era la Meca de los hacendados cubanos, aún mar por medio…
En 1780 comenzó a utilizarse el tren francés… Es bueno aclarar, para el neófito, que los trenes, en el proceso del azúcar, son conjuntos de calderas o pailas donde se realizaba la cocción del guarapo y las mieles. El tren francés permitía utilizar un solo horno para varias pailas, colocándolas en un mismo cañón de fuego: era la innovación del momento.
Uno de los primeros acuerdos de la Sociedad Económica de Amigos del País, fundada en 1792, fue recomendar que se tradujeran las obras sobre el cultivo y elaboración de la caña de dos agrónomos franceses: Corbeaux y Dutrone de la Couture.
En 1793 el Papel Periódico de La Habana imprimió y repartió por separado un informe sobre un nuevo artefacto de invención francesa que podía “exprimir la caña sin el auxilio de los bueyes”. Ya en 1797 se probaba un trapiche construido de acuerdo con el llamado método francés.
Se citaban libros de grandes autores: Jean-Baptiste François Rozier, botánico y agrónomo; Jean-Antoine Claude, conde Chaptal de Chanteloup, hombre de estado y químico, una personalidad de las ciencias en general y las químicas en particular; Henri-Louis Duhamel du Monceau, físico, botánico, químico, agrónomo.
La industria azucarera se revoluciona con el avance de las tecnologías, y sobre el asunto el doctor Roland Ely, Profesor Emérito de la Universidad de Los Andes, afirmó: El dominio de Su Majestad el Azúcar se asentaba en dos nombres: Derosne y Rellieux.
Cuando se busca entre los inventores e innovadores franceses encontramos a Charles Derosne. Centrándonos en el azúcar, Derosne es el ingeniero francés que se inició en la construcción mecánica fabricando equipos para la industria del azúcar de remolacha, que posteriormente aplicaría en la caña, y que llega a Cuba en 1843, con 68 años de edad, invitado por don Wenceslao de Villa Urrutia y de la Puente, para supervisar la instalación del primer evaporador al vacío que funcionaría en Cuba, en el ingenio San Juan Nepomuceno –conocido como La Mella- en el municipio de Limonar.
Abandonó Francia y a su familia. Llegó con solo su genio, para la regeneración industrial de las Antillas, como escribió Jean Baptiste Rosemond de Beauvallon, en 1844. Aquí permaneció por un tiempo, residiendo en La Habana y en Cárdenas. El profesor Julio Le Riverend califica la aparición del equipo Derosne como el anuncio de la era del central azucarero.
En la misma época, establece en La Habana una oficina de proyectos Norbert Rillieux, promoviendo, también, otro modelo de evaporadores al vacío. Norbert Rillieux, nacido en Nueva Orleans, nieto de uno de los oficiales franceses que desembarcaron en Filadelfia, en 1777, con el Marqués de La Fayette, fue, además, el inventor de la evaporación múltiple al vacío.
De acuerdo con el prestigioso ingeniero holandés Pieter Honing la evaporación múltiple se puede considerar como una de las invenciones de tipo económico más grande del mundo y se puede afirmar que su adopción en la industria azucarera ha permitido ahorrar literalmente millones de toneladas de combustible cada año.
Fue en los años 1850 que se realizó la primera prueba de un evaporador de triple efecto en Cuba, en el ingenio Álava, en Colón, Matanzas, propiedad de Julián de Zulueta y Amondo.
Pero, volvamos atrás: antes que los avances tecnológicos, otros atravesarían el mar…
Burdeos, prefectura del departamento de Gironda, capital de la región de Aquitania, bien pudiera considerarse como la capital mundial de los vinos… Gironda, cuna de Montesquieu, Maurice Ravel y Francisco de Miranda, vio partir un día de mediados del siglo XVIII, a José de Lamar y Saint Marc, hijo del gobernador de Burdeos. El Capitán José de Lamar casó en La Habana con Antonia Govín, y fundó una familia que marcó su historia en el azúcar.
En el siglo XIX fueron propietarios de los ingenios Laberinto, Manuelito, San José, y San Juan Bautista. Algunos de estos antiguos bateyes continúan su vida como asientos poblacionales.
Esta familia no se aleja del todo de la producción azucarera, y en el siglo XX encontramos al doctor Justo Lamar Roura como propietario familiar del central Senado, situado en Nuevitas, Camagüey.
Le Quesne es hoy día una comuna y población de Francia, en el distrito de Amiens; pero, en tiempos idos, Luis XIV la erigió en marquesado con el título de Quesne para honrar los méritos del general Abraham Quesne.
El bisnieto del general, Pedro Claudio Du Quesne Correur de Secour, IV marqués de Du Quesne, tras la ejecución Luis XVI, en 1793, se marchó a España y desde ahí llegó a La Habana. Por los servicios prestados a la Corona se le reconoció el título nobiliario. En 1798 contrajo matrimonio con María Ana Roustand de Estrada.
Fundada la familia cubana, continuarían heredándose título e ingenios, porque los Du Quesne fueron propietarios de varios ingenios en su historia: El Peñón; Casualidad, el de mayor capacidad con una producción de 1200 toneladas; Capitolio, el de mayor cantidad de esclavos con 161; San Cayetano; Comodidad; y Admiración, que realizó su última zafra en 1900.
A partir de 1930, y hasta 1960, el VIII marqués de Du Quesne, el doctor Pedro Duquesne de Zaldo, fue propietario del central San José, en Villa Clara, que en la intervención recibió el nombre de Hermanos Ameijeiras.
Los hermanos franceses Poey Lacasse, oriundos de la región de Aquitania, han llegado a Cuba a mediados del siglo XVIII. Aquí nacen sus hijos, los Poey Aloy: Felipe, reconocido naturalista y científico cubano, y su primo doble, Juan, reconocido como el más instruido y avanzado de los hacendados cubanos: su ingenio Las Cañas, en Alacranes, Matanzas, fue uno de los mayores ingenios de Cuba y el más tecnificado y eficiente.
Simón Poey Lacasse, padre de Juan Poey, llegó a ser el cuarto negrero hispanoamericano, de acuerdo con el volumen de importaciones de eslavos africanos.
Juan Poey Aloy ha sido considerado por Manuel Moreno Fraginals como el hacendado de más sólida preparación técnica y el más preocupado por el desarrollo industrial… Es considerado el pionero cubano del moderno capitalismo.
Francisco Samuel Ayme, nació en Francia en 1769. La Revolución Francesa lo llevó a Haití y la Revolución de Haití lo trajo a Cuba. Asentado en los alrededores de Cárdenas en 1819, firma el acta de fundación de la ciudad el 8 de marzo de 1828. Estableció el ingenio Resignación a 5 kilómetros del poblado de Lagunillas. La primera referencia que tenemos es de 1844, la fecha de su muerte, allí, en su ingenio, que pasa a propiedad de sus hijos. Las últimas noticias que se tienen del Resignación, conocido como Ayme, corresponden a 1878. Era un ingenio pequeño, de unas 8 caballerías de caña y una producción de 110 toneladas.
Muchos geógrafos describen la región francesa de Languedoc-Rosellón, perteneciente a la región histórica de Occitania, como un anfiteatro que mira al mar. Desde allá Luis Segismundo Himely y Costa emigró a Charleston y de ahí a Cuba, a donde llegó en la década de 1820. Casado con Catalina Sofía Brunett tuvo cuatro hijos.
Himely fundó el ingenio Occitania en 1848, en Los Arabos, Matanzas. También fundó dos cafetales: La Casita, en San Nicolás de Bari, Mayabeque, y Helvecia, en el municipio de Perico, Matanzas, que fuera transformado en ingenio, en 1860, por sus herederos.
Los Himely se alejan del azúcar; pero, nos queda Occitania, con menos de 100 pobladores, salvando una tradición y reteniendo en Cuba el nombre de una de las más bellas regiones de Francia.
Esta otra historia puede empezar en la región de Champaña-Ardenas… Aunque sería muy original para comenzar ponerse una peluca azul, partir rumbo cangrejo, pasar la Esquina de los Encuentros… Mejor me decido a comenzar en Francia.
Antonio Francisco Michel, Marqués de La Jonchere, nacido en la región de Champaña-Ardenas, emigra a Haití en tiempos revueltos. La Revolución de Haití lo lleva a Charleston, Estados Unidos, donde muere a finales de la década de 1810. Su viuda y su hijo, Agustín Alfredo Michel de La Jonchere, nacido en Charleston en 1798, se desplazan a Cuba en 1820, estableciéndose en la zona de Cárdenas.
Agustín Alfredo, quien firmó acta inaugural de la ciudad el 8 de marzo de 1828, y murió en la misma en 1842, contrajo matrimonio en 1823, con Maria Desideria Leclerc y Dariyon, sobrina de Charles-Victoire-Emmanuel Leclerc, general de brigada francés al servicio de Napoleón I, y esposo de Paulina Bonaparte.
La Jonchere fundó un cafetal llamado La Tentativa, en las inmediaciones de Cárdenas. A su muerte, los herederos lo convirtieron en un ingenio. “La Sonsé”, así fue conocido este ingenio que molió hasta 1889. La Sonsé: pronunciación aproximada de La Jonchere en el habla popular… Lo que fuera batey azucarero hoy pervive con unos 50 habitantes, y se conoce como Tentativa; pero, todavía quedan cabezas canas que responden a las preguntas: Ah, sí… La Sonsé… el ingenio del francés…
Matrimonio y herencias llevan a otros ingenios: Alicia, Algorta, Angelito, Carolina y Precioso.
Precioso… Ese lugar sorprendente que queda al pasar la Esquina de los Encuentros: el único ingenio de la literatura infantil cubana, pintado con mano maestra por Dora Alonso al describir el increíble viaje del Cochero Azul.
La familia Des Chapelles, originaria de la región Países del Loira, emigran a Saint Domingue; el movimiento revolucionario haitiano los arrastra hasta Estados Unidos… Al Loira volveremos en algún momento; pero, ahora seguiremos a Alexandre Francois Breton Des Chapelles, nacido en 1775, y casado con Selima Louise Bauduy, que llega Cuba en la década de 1810.
Y con los Breton Des Chapelles se entrelaza en el azúcar cubano una historia que extiende ramas familiares y nos lleva de un apellido a otro: vamos a intentarlo, con chismes de familia…
Primero establecer a Alexandre Francois: funda el cafetal Eden Park en la zona de Pedro Betancourt, provincia de Matanzas, tiene cinco hijos, y muere en 1831. Con el apellido de su esposa, Bauduy; el nombre del cafetal, Eden Park; y su heredero, Alejandro Arístides Des Chapelles y Bauduy, tejeremos una ronda.
Si fuéramos a los inicios tendríamos que buscar a Eleuthère Irénée Du Pont y una fábrica de pólvora de las mayores del mundo, fundada en Eden Park, Delaware, para encontrarnos con otros dos franceses: Garesché y Pierre Bauduy… y para encontrar el origen del nombre del cafetal.
Pierre Bauduy, casado con Juliana Breton Des Chapelles, hermana de Alexandre Francois, vendió su parte de la fábrica y sus propiedades estableciéndose en Cuba en 1819. Fundó el cafetal Santa Elena en las cercanías de Cárdenas, Matanzas, y un ingenio llamado Recurso, en el actual municipio Martí.
Pierre Bauduy fue un distinguido hombre de ciencias con importantes aportes para el desarrollo de nuestra agricultura comercial, y en la tecnología azucarera: instaló, en 1829, por primera vez en Cuba, en el ingenio Caobas, en Limonar, Matanzas, un nuevo tren de calderas, variante actualizada del viejo tren francés de 1780.
A estas alturas del camino, Alejandro Arístides Des Chapelles y Bauduy ha convertido el cafetal en ingenio, el Eden Park, de 90 esclavos y 500 toneladas de producción.
También entraría en Cuba el apellido del otro francés fundador de la Du Pont: Garesché du Rocher. Su hijo, casado con una hija de Pierre Bauduy, se estableció en el ingenio Eden Park y de aquí nace otra historia que bien merecería ser contada; pero, se aleja del azúcar.
Eden Park… Dos Eden Park, uno en Estados Unidos, otro en Cuba, unidos por el genio creador de tres hijos de Francia…
Pasarían los años y el apellido Du Pont, como cerrando la ronda, llegará a Cuba en la década de 1920: Irénée Du Pont de Nemours, de lleno en el azúcar; pero, eso sería más adelante, y el tiempo que se me va.
Ahora, en un solo apellido, Francia, azúcar y arte: Chartrand. Una parte de la familia permaneció en Francia, donde uno llegó a ser general napoleónico y terminó ajusticiado, y la otra parte emigró a Saint Domingue: aquí comienza la historia…
Los hijos de Juan Chartrand nacen en las tierras que la revolución convertiría en Haití: Felipe y Juan Matías. ¡Cuánto hay que contar de Juan Matías Chartrand y Chaillot! Limitémonos a su llegada a Cuba, en 1820, con su esposa. Llegaron a la zona de Limonar, al cafetal Laberinto fomentado por su tío, quien se había asentado en el país. Ya en 1829 aparece Juan Matías Chartrand como propietario de ingenio: el Laberinto cambió su destino y su nombre: ya entonces era Ariadne, como un rejuego con la mitología.
Siete hijos le nacieron al matrimonio; entre ellos, los tres Chartrand de la plástica cubana: Esteban, el mejor de todos; Phillipe, profesor de San Alejandro, y Augusto, cuya obra apenas se conoce.
El tiempo, que vio a los cuadros de Esteban viajar por el mundo, convirtió en ruinas al Ariadne: sólo quedan una calle y un nombre… Y quedan los cuadros de los Chartrand en los museos habaneros, que muy pocos limonareños han visto… Y queda el apellido, vestido con todos los colores de piel.
Este es el momento de recordar los apellidos y la vieja canción cuando habla de llevar en el alma como un rayo de sol…
Los apellidos no solo se transmitían de padres a hijos: los esclavos llevaban los apellidos de los dueños: por algo en Cuba todos somos un poco níspero, al decir de Nicolás Guillén.
Empezamos con los Lamar: nieto de Luis de Lamar, José Eleuterio Lamar y Valera fue fusilado en 24 de diciembre de 1869 por sus actividades conspirativas; una calle de Matanzas lleva su nombre: Tello Lamar. Este apellido, como tantos otros, hoy se adorna con todos los colores de nuestro ajiaco nacional: consideremos que solo en el ingenio Manuelito trabajaron 170 esclavos.
Los Du Quesne: en La Habana, Mayabeque, Artemisa, Matanzas… Como apellido paterno, como segundo apellido. Llama la atención la fuerte presencia en Cárdenas.
Y existe el apellido Poey: en La Habana, en Matanzas y, sobre todo, en Alacranes, donde estuviera el afamado ingenio Las Cañas y aún se conserva parte del barracón que alguna vez encerró unos 400 esclavos.
El viejo ingenio Resignación no parece que haya perdurado como poblado; pero, el apellido Ayme se mantiene: Cárdenas, Jovellanos, Matanzas, La Habana.
Los Himely se alejaron del azúcar, sin embargo, el apellido, en todas sus variantes, lo encontramos en muchos lugares, hasta en La Habana: Centro Habana, Luyanó, Santo Suarez… Aunque la provincia de Matanzas es el mejor lugar para encontrarlos: Varadero, Matanzas, Calimete, Colón, Los Arabos… Sobre todo, Los Arabos, allí, donde está la Occitania cubana.
Lajonchere es un apellido de esos para decir que no hay, que no existen por acá: parece difícil de encontrar; pero, si hay… Algunas veces aparece como Jonchere, en otras, combinado, como en Alvarez-Lanjonchere. Pero, en Cárdenas, donde estuvo La Sonsé, allí sí que se pueden encontrar.
Bien diseminados están los Deschapelles: Fontanar, Camarioca… Y también el Breton, que podemos encontrarlo en el Vedado.
Y, para que no se diga, hasta combinados aparecen los apellidos franco-azucareros: Deschapelles Himely, en Alamar.
Así es, ahí están, de mi jardín en calma…
Mucho más que una rosa, ya le decía… Y se me ocurre: ¿y la flor de la caña en jarrones de Sevres? Pues algo más que Brindis de Salas, o Moisés Simons; algo más que Eduardo Abela y Amelia Peláez; algo más que Carpentier.
Aún antes que nuestro arte, el azúcar cubano desbordó los tinteros franceses: corría el siglo XIX… En 1824 se publica en París Voyage dans l?Amerique meridionale, a l?interieur de la cote firme, et aux iles de Cuba et de la Jamaique, de Julian Mellet; y al año siguiente L?ile de Cuba et la Havane, de Etienne Michel Masse.
Podemos continuar con Isidore Lowerstern, Jean Baptiste Rosemond, Jean-Jacques Ampère, Pierre Marie Arthur Morelet, y más que se quedan porque voy saltando en el tiempo –que es poco el que nos va quedando- y regresamos al Loira, como le prometí.
Se trata de los Châteaux de la Loire, esos castillos que decidieron la declaración de Patrimonio de la Humanidad para el Valle del Loira. Entre ellos, el château de Chenonceau: Catalina de Médicis y Diana de Poitiers; cientos de páginas de historia y las visitas de Voltaire, Montesquieu, o Rousseau… Y los Terry…
Y nos vamos a Cienfuegos con don Tomás Terry, quien fuera conocido como el Creso Cubano: una de las fortunas más fabulosas de su época, sacada de todas las variantes de negocios posibles con el azúcar en Cuba.
Los Terry compraron el castillo de Chenonceau, allí veraneaban, a cuenta del azúcar. Allí creció José Emilio Terry, también a cuenta del azúcar.
Sí, señores: José Emilio Terry y Sánchez, arquitecto, artista, decorador de interiores y diseñador de jardines; creador de muebles, tapices y objetos de arte… Restaurador del Castillo de Rochecotte, uno de los Châteaux de la Loire. Todo un reconocido artista francés… ¿Francés? ¡Ja! Cubano y con azúcar…
¿Acaso se requiere algo más para demostrar que aquella suave fragancia tiene cierto olorcillo a zafra cubana? ¿Será necesario escribir algo más para saber que la cultura francesa en Cuba es mucho más que aquella rosa? Espero que no, porque ya me cansé: terminé.
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