Miriam Muñoz, la pasión por el teatro: Premio Nacional 2025


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El 29 de este enero arribará a los setenta y ocho años de edad esta mujer menuda que exhibe las virtudes de una planta juncácea: una resistencia vinculada con la orgánica flexibilidad.

Los ojos vivos, inquietos, que saben penetrar en el otro y, también, sonreírle desde allí, desde ese bosque de imágenes que almacena su intenso vivir.

El asma tenaz que a cada rato la pone a prueba multiplica el valor de cada inspiración a la vez que evoca la fragilidad del vivir.

Qué suerte tuvo el teatro, ella optó por él, aunque su vida artística hubiera comenzado por la música. En la Matanzas de mediados de los sesenta era la cantante de dos grupos musicales; sin embargo, hacia 1967 el teatro de guiñol la cautivó. Aquel mago de apellidos Fernández Santana, que se expresaba en un mundo de asombrosas figuras, la ganó para siempre.

“Los ojos vivos, inquietos, que saben penetrar en el otro y, también, sonreírle desde allí, desde ese bosque de imágenes que almacena su intenso vivir”. Foto: Tomada de TV Yumurí

Comenzaría la intensa aventura de la escena dramática, solo interrumpida por la “parametración artística” cuando entre 1971 y 1975 un número aún no calculado de artistas fue separado arbitrariamente de su labor hasta que se restableció la justicia.

En el momento en que Mirita, como se le conoce en el medio y el terruño, pudo regresar al ejercicio de su profesión tuvo que hacerlo en las filas del Conjunto Dramático de la provincia puesto que la agrupación teatral para niños había sido arrasada. Se abriría así otra senda en su quehacer, ahora en el teatro para adultos que poco más tarde sufrió un severo cambio con la fundación —desde las filas del grupo dramático— del Mirón Cubano y su definición como grupo de teatro callejero, lo cual supuso un notable giro estético y otra clase de exigencias interpretativas.

Albio Paz, artífice de esta experiencia, supo sin esfuerzo que la actriz de breve talla que forzaba sus pulmones en el trabajo de calle era una nueva musa: para ella escribió su monólogo más notable: Las penas que a mí me matan, mediante el cual la historia de vida de Miriam Muñoz sube a la escena tradicional —el escenario de un teatro— convertida en material artístico. Por vez primera la escena cubana testimoniaba las heridas del llamado “quinquenio gris” en su cuerpo. Con el tiempo, la delicada y sensible labor del binomio Paz-Muñoz devendría en una obra de culto.

Durante estos años la artista dio a luz a cinco hijos. Añoraba una familia grande como la que no había tenido. Camerinos teatrales y habitaciones de hotel en las giras colaboraron con la realización de ambas carreras porque Miriam no se separó de la escena.

Terminó en 1998 su estancia en el Mirón y regresó por breve tiempo al teatro de figuras matancero donde Fernández Santana había erigido —sobre las cenizas del Guiñol— el Teatro Papalote, pero con la veteranía de tantas experiencias fundadoras y consciente de que la ciudad necesitaba una institución para el trabajo de sala destinado a jóvenes y adultos acarició, entonces, el sueño de inventar un teatro a su vasta medida: quería una agrupación para hacer teatro dramático de todo tipo, dar espacio a dramaturgos, diseñadores y directores y contar con una sede propia para ello donde los talleres de formación actoral, que había iniciado desde 1990, fueran práctica común, savia rejuvenecedora.

Así empezó la saga impresionante de Icarón Teatro que, entre 2002 en que fue nominalmente aprobado hasta 2020, cuando al fin abrió sus puertas, levantó un repertorio que frisaba la decena de espectáculos. Y es que nada resulta suficiente para detener a esta fuerza de la creación que acaba de obtener el más alto reconocimiento instaurado por las instituciones y el gremio de la escena cubana.

En el monólogo Emilia habla con los que no la escuchan, texto de alto valor ético y patriótico de la autoría de Ulises Rodríguez Febles. Foto: Tomada de El Periódico Cubarte

Para celebrar el Día del Teatro Cubano, este 22 de enero, Icarón Teatro y su directora general reestrenarán el día 29 una hermosa puesta: La ventana tejida, del reconocido dramaturgo cubano Ulises Rodríguez Febles, con dirección de Miriam y diseños primorosos del importante artista de la plástica Rolando Estévez.

En la etapa previa ella ha estado interpretando a la Abuela en la versión dramática del cuento El cangrejito volador, de Onelio Jorge Cardoso, y antes estrenó en su teatro y presentó, luego, en varios eventos provinciales el monólogo Emilia habla con los que no la escuchan, también de Febles; un importante e impresionante espectáculo de un alto valor ético y patriótico. Cito apenas estos breves ejemplos para dar fe de su impresionante diapasón actoral, que recorre todos los valores posibles en la escala dramática sin ruido ni alarde, como expresión de lo que resulta esencia en ella: mujer enamorada del teatro y la comunicación, a través de él, con el resto de los seres humanos a los que ama y enaltece.


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