Desde los subterfugios de la ironía, el exquisito sarcasmo y el grueso humor que le caracteriza, el cineasta norteamericano Michael Moore “invadió” varias naciones, las asaltó “descarnadamente”, la mayoría del continente europeo.
Construyó y desparramó en espacios públicos, gubernamentales y privados un arsenal de preguntas de graduales apariciones, articuladas en montajes fotográficos y composiciones audiovisuales. Todo ello, desde los delgados hilos de la retórica y el desenfadado estilo periodístico.
En la pantalla fílmica condujo un despliegue de testimonios, reciclados recursos narrativos y cinematográficos que apuntan hacia los cimientos de la sociedad norteamericana. Grandilocuente, burlón, mordaz, decididamente gráfico, el cineasta se presenta empeñado en subrayar lo escénico para pulsar sentidos, anquilosados argumentos.
Así escribió los primeros acordes cinematográficos de Donde invadimos ahora (2015), una pieza documental en la que el cineasta no pretende profundizar temas, más bien componer algunas conquistas sociales de trascendencia universal en los tapices de la pantalla fílmica, “tomadas” para socializarlas en una nación que exhibe, como un incólume símbolo, la Estatua de la libertad.
Moore reescribe la historia oficial de los Estados Unidos con un lenguaje directo, socarrón, por momentos infantil. El autor de Sicko (2007) emplaza con lúcidas metáforas la cronología guerrerista de la nación norteña, rubricada desde una hechura de fotos y videos donde el documentalista es acusado protagonista. Un prólogo editado como puesta en escena que lo catapulta transfigurado en “conquistador planetario”.
Este “ladrón” de ideas hace su primera “invasión” en Italia. Se vale del dialogo íntimo, personalizado, de justificada cercanía. Conduce el andamiaje de sus preguntas en torno a lo sustantivo del bienestar social, a los derechos de los trabajadores. Se nos presenta como un interlocutor “sorprendido, ingenuo, trasnochado”.
Compone en líneas paralelas dos testimonios interconectados temáticamente. La de una pareja de jóvenes italianos y lo que aportan los directivos de dos empresas de producción (una de ropa masculina y la otra de motocicletas).
En este primer bloque Michael Moore insinúa, revela, dimensiona, como en buena parte del filme, lo alcanzado por esta nación mediterránea, beneficiada por las diferentes modalidades de vacaciones retribuidas.
Un arsenal de ideas, enfoques y prácticas consolidadas son puestas en las postrimerías de la pantalla, como parte de ese requerido cúmulo de argumentos que son también las esencias y las razones de este texto fílmico. En este primer tiempo, el cineasta, con sus desparpajos, sus guiños periodísticos, sus desabrigados encuadres, hurga en los gestos de sus sorprendidos testimoniantes.
Las técnicas del periodismo de investigación son parte consustancial de este documental, presente en buena parte de la filmografía del cineasta. Apropiándose del grafismo, muy usado en el cine norteamericano de los años 50, viaja a Finlandia, nación que cuenta con una educación de excelencia, considerada la mejor del mundo.
El intelectual norteamericano vuelve a desplegar las técnicas de la entrevista. Pero no se aferra a una sola, las individuales y grupales confluyen en este segundo bloque del filme. Las aplica para legitimar las tesis que sustentan el desarrollo de la educación en ese país. Son escenas que recomiendo atender por la singularidad de sus argumentos, lo “inusitado” de sus aportaciones.
Nuevamente dueño de la pantalla, Moore se implica en los escenarios de sus interlocutores, “rebobina” sus interrogaciones. Arma su documental desde una suma de diálogos que no edita, desconoce cierta lógica cinematográfica; apela a la sorpresa para remover los anclajes de la dormites comunicativa de los lectores fílmicos.
No deja de sorprenderse por lo inusitado que registra la fotografía en las antesalas de los espacios filmados, pero no se despista con ello pues son los argumentos la razón de esta puesta en escena documental. Son las ideas, otras, que se apresta a llevar para su país y lo hace desde la más rancia tradición norteamericana. Afinca en el suelo de cada espacio “conquistado” la bandera de los Estados Unidos.
La educación pública y gratuita en Finlandia y el desarrollo de sus niños (sustentado en un modelo educativo en el que lo esencial no es memorizar contenidos, sino fortalecer el pensamiento), son los apuntes que afloran en estas escenas. Todas ellas emergen desde singulares estructuras narrativas, claramente renovadas, necesarias para la sociedad norteamericana donde persiste un modelo de educación fallido, clasista, excluyente.
El listón argumental desplegado en estas zonas temáticas del filme es insuficiente para el cineasta Michael Moore. Entonces se apresta a dar un salto por Eslovenia, país que también exhibe un modelo educativo público y gratuito.
Nuevamente el autor se nos revela con sus acostumbrados guiños, desplegados para el espectador estadounidense. La gratuidad de la enseñanza en esta nación europea es la idea central de un bloque armado con mayor sobriedad escénica, a puro golpe reporteril, afanado en los preceptos del periodismo de investigación.
Para el cineasta, es suficiente el arsenal de historias compartidas por sus interrogados que se muestran atónitos ante el modelo educativo de la sociedad norteamericana. En estas escenas, Moore traza paralelismos, además de dialogar, intercambiar experiencias y hacer preguntas. Son estas, en definitiva, pilotes de la arquitectura narrativa de su ascendente documental de claro valor social y pretendido texto de reflexión.
En Alemania, también incluida en el mapa de Donde invadimos ahora, recapitula en los temas que distinguen el primer tercio del documental, cuyo mayor énfasis se desata en el llamado estado de bienestar, en la relación entre los trabajadores y los directivos de empresas, en la necesidad del requerido tiempo de descanso y su aporte al crecimiento de las sociedades modernas.
Michael Moore se repite con los mismos argumentos, en los ya tocados abordajes y tópicos del filme. Seguramente lo hace para construir un mayor espectro de testimonios, de experiencias vitales, de historias que ameritan conocerse. Desata estos subrayados para que el lector audiovisual de los Estados Unidos revolucione su manera de entender ciertos valores persistentes en los estratos de la nación norteña. Detrás de esta velada intencionalidad pulula un debate mayor, el papel del cine en la era contemporánea y el alcance de su influencia como resorte de reflexión, de cambio, de crecimiento humano.
Cubierto por la bandera de los Estados Unidos, el realizador de Fahrenheit 9/11 (2004) tomó rumbo hacia Portugal. En ese Estado, los temas centrales de sus indagaciones son la despenalización de las drogas ilícitas y prohibición de la pena de muerte.
Por esta vez se presenta en diálogos pausados, comedidos, indagatorios. Lo hace sin despojarse de sus habituales provocaciones, de sus pulsos hacia la búsqueda de lo necesariamente argumental. No se desentiende de la ironía, el clásico humor que le caracteriza, pues con ellos establece un intercambio inteligente, genuino, obviamente intencionado.
Sus principales interlocutores son un funcionario del Ministerio de Salud Pública y un par de policías de la nación ibérica. La dignidad humana y el que algunas sociedades se erijan la potestad de truncar la vida de otros, son esta vez las ideas robadas por Michael Moore. Las contextualiza en su país, el de mayor índice criminalidad del mundo, junto a la población carcelaria más numerosa del planeta. Un tema que conecta con la pena de muerte, de la que Estados Unidos es líder en su aplicación.
Con mayor ligereza aborda el tema de la legalización de narcóticos. El cineasta enrumba sus indagaciones hacia las libertades individuales vinculadas al consumo de drogas ilícitas. No incorpora en el desarrollo de este capítulo otras visiones, ni escribe sobre probadas experiencias diametralmente opuestas. Y lo más importante, omite las consecuencias negativas de su consumo para el desarrollo personal, de la familia y la sociedad.
No pocos minutos ocupa Noruega en esta “invasión fílmica”. El realizador documental vuelve a pulsar los paralelismos en un tema, ya tocado de antes, y se adentra en el sistema penitenciario del país nórdico que exhibe la más baja tasa de homicidios del mundo.
La tesis de Michael Moore, tras una subrayada fotografía periodística, redunda en el fortalecimiento de las condiciones de vida y dignidad que debe tener todo recluso. Un abordaje que comparto, aunque se impone enriquecerlo desde otras disciplinas y especialidades humanísticas. El tratamiento del significativo asunto, pasa por los estamentos culturales y religiosos distintivos de cada país, entre otros tópicos.
Túnez forma parte de las “rutas invasoras” de Michael Moore. En el país norteafricano repite argumentos, encuadres, ironías, indagaciones que recurvan nuevamente hacia la sociedad norteamericana.
Cierra su periplo de expropiaciones de ideas en las heladas tierras de Islandia. El autor fílmico nos lo revela con dos asuntos inéditos en las telas digitales del documental: la equidad de género y el tratamiento de la corrupción.
Para el primero se vale del protagonismo de las mujeres de éxito, de clase media y empresarias, que han asumido retos trascendentales o puestos de responsabilidad, de gobierno en esta nación; aunque también las dibuja como parte consustancial de familia y la comunidad. El cineasta les reconoce cualidades y roles que han de ser tomados en cuenta para el crecimiento social, educativo y cultural en la era global.
Michael Moore, quién se ha distinguido en su filmografía por entablar una aguda crítica contra la corrupción en las altas esferas de la economía norteamericana, resuelve poner en primer plano la experiencia de este país, que ha juzgado con rigor tales comportamientos.
Donde invadimos ahora constituye un filme de amplios cromatismos, de apuradas escrituras y abarcadores líneas temáticas. Esta singularidad entraña un riesgo mayor, pues debilita la puesta fílmica frente a un distingo del género, el de profundizar, ser incisivo o desarrollar un gran tema en toda su dimensión, desde todos sus márgenes.
El prestigioso cineasta Michael Moore, autor de los documentales Roger & Me (1989) y Bowlind for Columbine (2002), edifica con esta pieza una ligera telaraña a contrapelo de lo que resulta ser pilar importante del género, la agudeza en el contenido.
La maratónica ruta de sus puntos de vista; la imposibilidad de desarrollar cada tema presente en el filme, atendiendo a sus características narrativas; la economía de recursos iconográficos predominantes en otras piezas de su trabajo; todo ello junto a otros elementos contribuyen a cimentar en espectadores pasivos una suerte de sociedades “ideales, incólumes, modélicas”, idea que el intelectual norteamericano “resuelve” con una frase anticipada en el primer tercio de su invasión: “recoger las flores, no las malezas”.
Nota:
Donde invadimos ahora será presentado este miércoles 7 de septiembre a las 10:00 p.m. en el programa Pantalla documental del Canal Educativo, un espacio televisivo fundado por el prestigioso cineasta cubano Octavio Cortázar.
Equipo de realización de Pantalla documental
Guión y dirección: Yosiris López-Silvero.
Producción: Antonio Daumy.
Asistente de dirección: Artímides Ramírez.
Asesor: Omar Fontes.
Edición: Ariam Castro Fraga.
Conducción: Alain Amador Pardo.
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