El parlamento cubano aprobó en tiempo reciente el nuevo Código de las Familias, en sustitución del actual Código de la Familia que data de 1975. No es sólo un asunto de cambio de número gramatical, del singular al plural, es todo un nuevo paradigma en una cuestión tan importante del Derecho Civil como la relativa a las relaciones intra e interfamiliares. Sin embargo, la nueva norma, en cumplimiento de una de las disposiciones transitorias de la actual carta magna, puesta en vigor el 10 de abril de 2019, en el 150 aniversario de la primera república cubana, no entra en vigor de inmediato, sino que queda sujeta a un referendo popular, con carácter vinculante, que deberá desarrollarse el 25 de septiembre venidero.
Es la primera ocasión en que el electorado cubano se enfrenta a un plebiscito de esta naturaleza. Antes, se vio envuelto en par de referendos constitucionales. Recuerdo el del 15 de febrero de 1976 en que, con mi uniforme escolar de color azul verdoso y la pañoleta bicolor azul y blanca de miembro de la Unión de Pioneros de Cuba (UPC) cuidé de las urnas en la escuela primaria número 78 “Mártires de Girón” en mi natal Guanabacoa. Estaba entonces en sexto grado.
Ya no existe la UPC, dos cursos más tarde, se transformó en la Organización de Pioneros José Martí (OPJM), la pañoleta cambió entonces: azul de primero a tercer grados y roja de cuarto a sexto. Tampoco las escuelas están numeradas y la Mártires de Girón en la esquina de Maceo y Bertemati, tampoco está. Los uniformes escolares cambiaron, la primaria color rojo vino y la secundaria de amarillo y blanco.
Pero en mi recuerdo está fresco aquel hecho histórico. Era la primera votación directa y secreta que ocurría en Cuba nacionalmente después del triunfo de la Revolución, aunque con el antecedente, el año anterior, de los poderes populares ensayados en la provincia de Matanzas.
Yo estuve presente con mis once años y diez meses de edad, todo el día, incluyendo el escrutinio en el colegio electoral que funcionó en mi escuela. En la historia de Cuba anterior y en todos los países, son las fuerzas armadas las que custodian las urnas. En la Cuba socialista son los pioneros –estudiantes de primaria y secundaria básica-. Pero en el referendo del 76 fueron sólo los de primaria, pues en la secundaria no estaba organizada la UPC sino la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media (FEEM). Recuerdo que yo fui dirigente de la FEEM desde el séptimo grado.
Aquella constitución se aprobó por abrumadora mayoría de más del 97 % de los votos válidos, se promulgó el 24 de febrero de aquél año con un memorable discurso del entonces Comandante Raúl Castro Ruz, segundo secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, Primer viceprimer ministro del Gobierno Revolucionario y ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. La constitución del estuvo vigente 44 años, aunque reformada en 1992, 1998 y 2002.
El Código de la Familia es anterior a la constitución en un año de antigüedad y representó, junto al entonces nuevo Código Civil, una verdadera revolución en las ciencias jurídicas y la praxis del derecho.
Por entonces quedaban atrás la ignominiosa clasificación de los hijos en legítimos y naturales –peyorativamente llamados bastardos-, se establecía un protocolo para el reconocimiento como matrimonio no formalizado a las uniones consensuales, llamadas a nivel popular “ajuntados”, “acompañados” o “concubinato” para surtir los mismos efectos jurídicos que los matrimonios legalmente constituidos, se establecía la igualdad plena de derechos y obligaciones entre los cónyuges para el cuidado del hogar y la familia, entre otros novedosos preceptos.
A partir de 1976, el pueblo votó sistemáticamente, en voto universal, en las elecciones para delegados a las asambleas municipales del Poder Popular, cada dos años y medio y en aquella significativa ocasión del 24 de febrero de 1993, en medio de un cruento Período Especial, por primera vez se votó directamente por voto universal, para diputados a la Asamblea Nacional y delegados a las asambleas provinciales del Poder Popular, un verdadero plebiscito por las circunstancias en que se realizó, a tenor de la reforma constitucional de 1992 y fue una formidable victoria del llamado “voto unido por la Revolución”.
El 24 de febrero de 2019, exactamente 44 años después de puesta en vigor la Constitución de 1976, el electorado se enfrentó a un segundo referendo constitucional y esta vez, la nueva ley de leyes fue aprobada por más del 86 % de los votos válidos. Un icónico triunfo cívico.
Pero en Cuba no se ha votado nunca de esta forma por otra norma legal, si bien es cierto que otras muchas se han consultado de diversas maneras a nivel popular, como el Código de Trabajo, en cada colectivo laboral y de forma especializada otros proyectos de leyes y se han tenido en cuenta criterios vertidos en línea, de todas las normas en esta nueva institucionalidad posterior a la actual constitución.
Votar Sí o No, el 25 de septiembre, es un acto de entera responsabilidad, pero sui géneris pues ya no se trata de un texto para la constitución política de la nación, sino de algo muy íntimo que es la célula elemental de la sociedad: la familia. Un código que trata de abarcar la multiplicidad de tipos y formas de familias que hay hoy en Cuba, de modernizar la institución del matrimonio, de sustituir la anquilosada patria potestad por la responsabilidad parental, de tener en la letra y el espíritu los derechos de la niñez, la adolescencia y la juventud, de reconocer la abuelidad, el tiato, de no enterrar ni irrespetar la consanguineidad, pero sí enaltecer los lazos afectivos de un pueblo que es hijo de los afectos en su idiosincrasia. ¿Acaso en Cuba no es habitual llamar hermanos a nuestros más cercanos amigos, a otros les decimos primos, a cuantos amigos de nuestros padres reconocemos como tíos, a cuántos ancianos como abuelos? Es un código idiosincrásicamente cubano.
La costumbre es una de las más antiguas fuentes del derecho, en este caso estamos refrendando la costumbre y modernizando la legalidad de la nación.
Un país con logros significativos en pos de la justicia social, que lleva adelante sendos programas nacionales para el adelanto de la mujer y contra el racismo y la discriminación racial, que desarrolla actividades contra la homofobia, la bifobia y la transfobia así como contra la violencia de género y que tiene en su corazón la felicidad de su niñez, se merece este Código de las Familias. Si el socialismo cubano quiere ser creíble como ejemplo de un mundo mejor posible en el ordenamiento social se tiene que dar éste código.
La constitución y la ley electoral protegen el secreto de mi voto, pero en uso de mi libertad de expresión, yo lo hago público: yo votaré Sí, el último domingo de septiembre y como hombre divorciado que ha criado solo hasta hoy, a dos de sus hijos, me sentiré representado.
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