César (mimoso). Te mandaré un hermoso regalo de Roma…
Cleopatra (orgullosa). ¿Cómo? ¡Belleza de Roma para Egipto! ¿Qué puede darme Roma que no pudiera darme Egipto?
Apolodoro. Es cierto, César. Si el regalo ha de ser realmente hermoso, tendré que comprártelo yo en Alejandría.
Bernard Shaw
Cesar y Cleopatra
El tiempo pasa y Agustín Bejarano sigue en carrera con él. En buena lid ha ganado espacio en el arte cubano/ contemporáneo con esa manera de crear, imaginativa y auténtica, en constante bullir experimental que desbordan las miradas, incluso aquellas más conservadoras; y también las fronteras del tiempo/existencia, porque, a fin de cuentas, el hombre es uno solo dondequiera este vivo. Es un artista que encuentra lo que busca a fuerza de tesón y trabajo. La tregua, de ningún tipo, existe en su vocabulario personal. Ante nuestras retinas está el resultado de la laboriosidad: una obra que se mueve al compás de la vida.
Olympus es el título de la más reciente exposición abierta en el Centro Provincial de Artes Plásticas y Diseños (Oficios No. 362 esquina Luz, La Habana Vieja), donde exhibe lo último de su creación que va cruzando nuevos cauces, el comienzo de otra serie, pero con una lógica continuidad con lo anterior. Más allá de las apariciones pictóricas que el espectador encontrará en esta serie donde podríamos decir “retrata” el Olimpo -escenografía actual de su quehacer pictórico/conceptual- con sus Dioses y musas, el artista (Camagüey, 1964) transparenta los problemas/contradicciones del hombre actual, y pinta, conversa, experimenta y reflexiona acerca de la realidad en plural.
Lanzas y flechas para la anunciación
¿Olympus? Según ha expresado el propio creador se convierte como en una suerte de “terapia de saneamiento, advertencia o ultimátum de un mundo en crisis donde avizoro diversos caminos a problemáticas que pudieran verse sin solución”. Y para ello traduce sobre los lienzos mensajes abrazados de temáticas… Unas relacionadas con la supervivencia (Equilibrio delicado), el poder como hegemonía subyugante (El gran juego), el peligro de vivir en un mundo plagado de violencia que nos hace vulnerables (Lanzas y flechas), o la advertencia de limitaciones/obstáculos de todo tipo que deben afrontar los hombres…, que debían ser “abolidos” por los mismos seres humanos “para llevar la vida con menos tensiones/complejidades” (El muro de la contemplación). Y algo fundamental: el necesario regreso a la madre, a la matriz nutriente (Ascenso a la gloria) “a manera de terapia espiritual, despojo material y falsos ideales”, entre otras.
El gran Juego
En doce pinturas de gran formato (técnica mixta/lienzo, acrílico/lienzo), disuelve/mezcla detalles, personajes (el hombre con sombrero, las coquetas…) y “pictografías” de otras etapas. Así como esa imaginación que lo ha llevado a tratar asuntos contemporáneos con gestos también de corte renacentista, neoclásico, y ahora clásico, pues vuelca su mirada a la Grecia antigua, manteniendo un hilo conductor: amén del color, en ese kitsch que resuelve la contemporaneidad y el humor (criollo) que surge de todos los poros de sus obras, y también del creador (graduado de la ENA, 1984, y del ISA, 1989). Pues, no cabe dudas, hay algo de radiografía de un vasto teatro de situaciones, pero donde la estructura subterránea emerge y se graba en la tela con un interesante ritmo vital. Una tras otra, las piezas son como hojas que van cayendo con ideas impresas en cada nervadura caligráfica: una secuencia narrativa que empieza y acaba en sí misma. Hay en la muestra una clara unidad, quizá la más coherente y rotunda entre las últimas que he tenido la posibilidad de contemplar. Ni una sola concesión a la sensualidad ruidosa, pues está concebida con un enorme rigor compositivo.
Bendición al esfuerzo
En Bejarano, el valor de la materia no se dirige exclusivamente a provocar sensaciones físicas en el individuo, muy a diferencia de los denominados artistas matéricos, en él cada sustancia extendida sobre la superficie del lienzo o la cartulina, posee vida, es como un organismo animado que dialoga con su conciencia, y le sirve para expresar una suerte de alerta al abismo delante de los ojos. En dos o tres cuadros extiende aquella capacidad para seducir las miradas con una creatividad extrema en la textura, ya nata en él y su obra, pero en el resto lo resuelve con la acumulación de pintura para continuar ese ritmo volumétrico que lo persigue y distingue.
El mensaje de las gaviotas
Es curioso que este creador se acerque cada vez más a lo aparentemente narrativo, a la peripecia cotidiana, a la simbología de presencia ecológica, para producir realmente un proceso de viraje en su labor plástica. De ese modo, la obra avanza hacia un terreno de sugerencias, de palabras que nunca se pronuncian, de lecciones destinadas a los espectadores, de entre simples y enigmáticas parábolas dispuestas entre la reflexión y la fantasía. Por ello representa la virtud en forma de gaviotas (El mensaje de las gaviotas), o el dios supremo, Zeus indicará el camino hacia la gloria/amor (La savia secreta de la vida). El mar, la vegetación afro caribeña, la voluptuosidad de las mujeres, las situaciones surreales… delata que “pasea” también por estas tierras.
Aunque la disposición compositiva y los componentes figurativos puedan parecerlo, en él no hay nada de metafísico. La obra posee un carácter dialógico, y resulta, por tanto, una conversación a su tono, con las personas a cuya sensibilidad puede comunicarles sus códigos. Para nadie es un secreto que las creaciones de Agustín Bejarano continúan siendo unas de las más sobresalientes de estos tiempos. Su quehacer artístico está caracterizado por la transcendentalidad, tanto en el plano de las formas como en el de las ideas. Y el centro de su propuesta plástica es muy contrario a lo anecdótico, pues de cada trabajo emergen realidades en situaciones, podríamos decir, límites que desatan numerosas incertidumbres en el espectador. En las piezas del artista reconocemos muchas características: una organización espacial que respira hacia lo tridimensional, un interés en las oposiciones —color versus forma, abstracción versus figuración, realidad versus simbólico, texturas versus zonas planas. En ellos se manifiesta también un interés por las cualidades transformadoras de la expresión artística, sus propiedades y ambigüedades mágicas que fusionan la esfera terrenal y hasta celestial.
Un imaginario de símbolos
Al hablar de las tonalidades de su obra, máxime en esta exposición, la paleta, podríamos decir es conservadora, muy ajustada. El color es en desplazamiento, y comporta una gramática del espacio. La figura es constructiva, pero en una ocasión tiene corporeidad tal que introduce otra dimensión. Modelo en blanco, firme, fantasmal… Allí está integrada a la pintura. La figura es trabajada plásticamente. Y, en cuanto a la escena, puede esta tener muchos elementos figurativos o éstos ser llevados a su mínima presencia, dejando entonces al color y a la gestualidad del pincel, la amplitud del trazo, el rol protagónico. El formato es envolvente y establece un vínculo casi físico con el espectador.
Morfología en el poder I
Mucho antes de que las definiciones aceptables del arte se basaran en una retórica académica, hombres y mujeres crearon un imaginario que funcionaba por medio de símbolos y trascendía lo material. Agustín Bejarano se aproxima a su arte con la correspondiente intuición… Obviamente, un excelente creador, con un total dominio sobre el medio que maneja, es capaz de utilizar el arte para trascender sus definiciones corrientes y abordar un universo de naturaleza propia. Sus trabajos —bidimensionales o con volumen— pueden conjurar objetos y el hombre, en diferentes etapas de transformación y ligarlos a todo aquello que se mueve a nuestro alrededor. Es que él tiene la necesidad de organizar, de nombrar desde el mirar imaginario que es esa zona pictórica entre lo abstracto y lo figurativo. Su dualidad es conceptual, temporal, espacial y del ser. Como un hechicero, él invoca el silencio que nos rodea para entregar una obra que lleva en sí la carga del tiempo.
Morfología del poder II
Todo ello, en esta serie, surge inducido por la necesidad de aproximación entre los hombres, el afán de comunicación y entendimiento, aunque este solo quede en la fantasía del creador, no obstante, el convencimiento en el mejoramiento hace que él evoque un diálogo reflexivo sobre la existencia, la vida, el amor y por qué no, las frustraciones… “La vida me ha brindado la posibilidad de representar un hombre un tanto filosófico que dialoga con su insularidad, esa que lleva por dentro cada uno. Hurgar y entender esa isla interior que llevamos dentro quizás sea mi gran objetivo y reto”, ha dicho en muchas ocasiones el creador.
Morfología del poder III
El infinito se torna finito dentro de las piezas, y allí, en la hondura de muchos de sus cuadros, yace el afán de mirar el entorno, el tiempo del hombre. Uno recorre con la vista los intrincados laberintos texturales de las superficies —a las que se van sumando nuevas materias que enriquecen el decir pictórico—, y luego se sumerge en la esencia de la obra: el hombre con su vida, sus problemas y sueños. Con el afán y la certeza de ser cada día mejor, a pesar de todo. ¡Ojalá los Dioses puedan ayudar!
La Habana encuentra su espacio
Soñar La Habana
En una pequeña sala dentro del amplio espacio expositivo, hay un rincón dedicado a la ciudad de La Habana que lo adoptó hace muchos años, en ocasión de celebrar el pasado 16 de noviembre (día de apertura de la muestra) su 501 aniversario. Se trata del tríptico Soñar La Habana (2019), y que formó parte de la exposición Majestuosa Habana, que mostró en el hotel Packard para homenajear los 500 años de la ciudad. En esa pieza vibran fantásticas texturas que parecen, en este caso extraídas de las propias paredes de la Villa de San Cristóbal de La Habana. Caracterizada como una hermosa mujer, en el centro, la escoltan símbolos como el malecón habanero que resalta desde el volumen y acapara la atención en primer plano. Nota que caracteriza la ciudad bañada por el mar, que los habitantes disfrutan desde el inmenso balcón de concreto, como frontera y sofá infinito… Sobre él reposan personajes creados por el artista en el tiempo, insinuaciones plásticas, destellos del kitsch, serpenteado por el paisaje que observamos cuando nos acercamos al borde el muro. Un retrato pictórico, cuajado de materia y recuerdos… que nos hace, también, soñar.
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