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Medicina vernácula cubana


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No es un secreto para nadie que de la personalidad de cualquier cubano forma parte integral una particular trilogía de político, médico y manager de pelota. En nuestro país cualquier ciudadano, más que con el derecho, se siente con el deber de emitir un criterio o dar una recomendación de carácter médico a cualquier persona. Los facultativos populares en la mayor de las Antillas hacen diagnósticos, recetan tratamientos y hasta se ponen farrucos cuando un médico lo contradice.

En lo tocante a la terminología empleada por curadores y pacientes, pese a que en la actualidad los galenos de barrio, merced a la gran difusión de programas de educación sanitaria, son capaces de manejar hasta los términos médicos más sofisticados, prevalece el vocabulario creado por el imaginario popular para describir síntomas, signos y síndromes clínicos.

En mi práctica médica diaria he podido escuchar, por ejemplo, cuando alguien sufre un trastorno súbito del tipo de un desmayo, una hipoglucemia, una convulsión, una lipotimia, una pérdida transitoria de la consciencia o alguna crisis histérica, vocablos como: “perendengue”, “ferretreque”, “soponcio” o  “sirimba” suelen ser escuchados con relativa frecuencia. También estos estados de aparición repentina  pueden ser calificados como un “teterete”, un “desmondingamiento”, o un “patatús”. No es tampoco infrecuente oír en estos casos, que “le bajó el santo” o “que le pasó un muerto”, así como otras expresiones que se inventa la gente para significar un estado de presentación imprevista.

Cuando te refieren que alguien “está matungo”, lo mismo puede ser que la persona anda con un estado gripal, una cefalea u otra afección de carácter leve o es portador de una afección crónica de pronóstico sombrío. Las expresiones: “estoy con sonsera”, “cansera”, “tontera” o “flojera”, pueden corresponder a simples malestares o enmascarar detrás de ellas estados morbosos graves… Las fluctuaciones son de un amplísimo diapasón y deben ser dilucidadas cuidadosamente por el bien del enfermo. En una consulta pueden coexistir, a decir de mi difunto padre, desde el paciente que “le duele por un peso y se queja por un medio” hasta los otros, a quienes “les duele por un quilo y se quejan por un peso”, o sea, desde estoicos y calmados hasta los que son capaces de hacer una tormenta en un vaso de agua.

Cuando alguien dice que tiene una “ñáñara”, se está refiriendo a una lesión cutánea de cualquier tipo, que puede estar comprendida en el rango desde una simple excoriación hasta una pústula maligna, pasando por las úlceras, las flictenas u otras lesiones de la piel. Tener un “jipío” es presentar una respiración ruidosa, fundamentalmente de carácter sibilante. La “destemplanza”, que el diccionario describe como: “Malestar general con síntomas poco precisos”, en Cuba es una temperatura corporal enigmática, no tan alta como para ser considerada como fiebre, pero lo suficientemente importante para que las mamás acudan a ver al médico de la familia con el crío. “Empacho” suelen llamar a los trastornos digestivos por ingesta, pero pueden resultar muy peligrosos cuando cualquier dolor abdominal es interpretado como tal y su tratamiento puede convertir una sencilla apendicitis aguda en una peritonitis generalizada, sobre todo cuando se “hala el pellejo” o se “soba la barriga con aceite”, maniobras muy comunes que se emplean para su curación, sobre todo cuando se acompañan con purgativas.

“Estar matao” es sentir un gran malestar que impide cualquier tipo de actividad física, aun la más leve. Estar “partío de la cintura” corresponde, habitualmente, a una sacrolumbalgia aguda o, tal vez, a un cólico nefrítico, mientras que ese otro malestar leve, caracterizado por la falta de ánimo y sensación de debilidad de causa imprecisa, lo llamarán “tener el cuerpo cortado”.

¿Y quien no ha oído la expresión: “Le dio ‘la punzada del guajiro’”, para describir esa cefalea frontal y dolor detrás de los ojos que produce la ingestión de líquidos excesivamente fríos que aparece de forma súbita y que desaparece espontáneamente?

Sobre todo en el campo, es muy frecuente llamarle a la apnea transitoria de los niños durante las crisis de llanto “desmorecerse” y utilizan el vocablo de origen árabe, “alferecía”, para denominar una vulgar “perreta” y considerarla un problema de salud.

Para referirse a las virosis y a otras enfermedades infectocontagiosas estacionales se utiliza el término “andancio” o “eso que anda”. También llaman a dichas afecciones de temporada: “La cariñosa”, “Elvira” —cuando es recurrente—, o la bautizan con el nombre de algún personaje malvado de la novela de moda.

Para mí siempre ha sido un misterio la expresión: “Tener la muñeca abierta”. Esta dolencia no llega a ser un esguince del carpo, tampoco traduce una contusión importante ni una verdadera distensión ligamentaria y mucho menos una fractura ósea de hueso de la región en cuestión. El síndrome de MA —para ponernos a tono con la moda de las siglas— puede producirse por un gran esfuerzo o una hiperextensión de la articulación y su tratamiento incluye, invariablemente, una muñequera o una banda de esparadrapo apretada, pero eso sí, “que no corte la circulación”.

Con el nombre de “golpe de suegra” han bautizado a la sensación de corrientazo que se experimenta al golpearse la región del cóndilo del codo con irritación el nervio cubital.

Describir todos los síntomas, signos y síndromes de la medicina vernácula sería una tarea monumental imposible de abarcar en esta escueta crónica.

La creatividad de mis compatriotas es inagotable y todos los días surgen nuevas expresiones populares relacionadas con las dolencias y las enfermedades. Habría que escribir todo un tratado sobre ello y ya no dispongo del tiempo suficiente para tan magna obra. Le dejo la tarea a las generaciones más jóvenes.

Hasta más ver.


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