Siempre debemos recordarla. Mariana Grajales Coello, una mujer valiente, una madre mambisa, un cubana ejemplar. Fue Alberto Lescay Merencio, el querido artista, quien realizó la escultura que la inmortaliza y que está situada al lado de su tumba en el Cementerio de San Efigenia, en Santiago de Cuba, junto a las de los padres de la Patria.
El símbolo fundacional de Cuba, unidos en férreo abrazo, definiendo nuestra historia, vigilando nuestro porvenir.
Desde el 10 de octubre del 2017, se encuentran juntos, en sus tumbas, en lo que se ha dado en llamar: El camino de los Padres de la Patria o la Línea adelantada de Céspedes, Mariana, Martí y Fidel.
La escultura de Mariana, que allí se encuentra, según los especialistas, “está fundida en bronce proveniente de casquillos de cañones de artillería de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. La pieza escultórica, se ubica encima de un redondel con tierra traída especialmente desde la finca Majaguabo, en el municipio santiaguero de San Luis, donde crecieron los Maceo-Grajales, y la circunda un sendero de piedras de la localidad de Palmarito de Cauto, lugar de andanza de Antonio y sus hermanos”.
Un buen momento, este mayo que se acerca, de luchas encomiables, para escribir una vez más, de este memorable acontecimiento.
Mariana Grajales, aquella mujer negra, nacida en Santiago de Cuba a principios del Siglo XIX, murió en Kingston, Jamaica.
De familia dominicana, de mulatos libres, Mariana, tuvo buena educación y una instrucción de las primeras letras, como se solía decir en aquellos tiempos. Se casó tres veces y tuvo muchos hijos. La mayor parte de ellos, murieron en la guerra de 1868. Sin ser tan joven, se fue a la manigua y allí prestó diversos servicios con una valentía extraordinaria por casi diez años. Defendió la Patria como un soldado, arriesgó su vida, sirvió de apoyo a las tropas, vio morir al padre de los Maceo y a muchos de sus hijos. Era una luchadora independentista, altamente apreciada por la dirección de la Revolución.
Fue en el año 1931, y es bueno que mis más jóvenes lectores lo sepan, cuando se inauguró una estatua de Mariana, en el Parque que lleva su nombre, en la Calle 23 entre C y D, en el Vedado capitalino, frente a lo que es hoy, al Instituto Preuniversitario del Vedado, el Saúl Delgado, un parque que los jóvenes conocen y donde se han generado muchos sueños y grandes esperanzas.
La estatua, se inauguró en ocasión del Aniversario 35, de la caída en combate del General Antonio Maceo y fue realizada por el reconocido escultor y pintor cubano Teodoro Ramos Blanco, que falleció en 1972. Con esta escultura, ganó el Primer Premio en el Concurso Pro Monumento a Mariana Grajales, convocado tres años antes del emplazamiento de la obra. El Historiador de la Ciudad, en aquel momento, Emilio Roig de Leuchsering, en uno de sus escritos, describió el monumento, y decía que constaba de un basamento con una escalinata y jardinería, y una plataforma, un bloque de granito en forma de pirámide, donde se alzaba un grupo escultórico de bronce. En el pedestal, una tarja en relieve representa escenas de la lucha de Cuba por su independencia y bajo la tarja, hay una pequeña fuente. El grupo escultórico, personifica a Mariana Grajales de pie, sosteniendo con uno de sus brazos a uno de sus hijos herido y señalando, con el brazo que otros, han de continuar la lucha por la Patria.
Una vez de niña, visité el parque y pude ver el monumento y comprobar la descripción magnífica que había hecho Roig.
Lo he visitado muchas veces. En una ocasión, fue escogido el espacio, para entregar por el Ministerio de Cultura, la Distinción Raúl Gómez García, a sus trabajadores por más de 25 años de servicio.
Yo recuerdo a mi maestra de 4to. Grado, hablándome de Mariana, esa mujer excepcional. Su casa me decía, era una casa mambisa, donde el amor a la Patria era sagrado, amor y entrega a la causa de la libertad, un altar donde se sembraban valores para encausar la conducta de todos sus miembros. Un verdadero santuario. Con emoción nos contaba ese momento que señala la escultura, cuando Mariana, le dice al más pequeño de sus hijos, que se empine para continuar la lucha que habían abrazado sus hermanos.
El actual Historiador de nuestra ciudad, Eusebio Leal Spengler, digno sucesor de Emilio Roig de Leuchsenring, comentó en un acto homenaje a Mariana en este mismo parque: “Es por eso que su vida no es solo valiosa por haber engendrado una legión de héroes; es valiosa en sí misma porque ella les enseñó virtud, les enseñó decencia, les enseñó la esmerada educación de Antonio, les enseñó los rudimentos de la cultura que le venía de la naturaleza de su pueblo campesino, de los montes de Oriente, de su ancestro dominicano que viene en sus apellidos…”.
José Martí, la conoció personalmente y la honró. Decía que era una de las mujeres que más le habían movido el corazón.
La recordaba el Maestro: “Con su pañuelo de anciana a la cabeza, con los ojos de madre amorosa para el cubano desconocido, con fuego inextinguible, en la mirada y en el rostro todo, cuando se hablaba de las glorias de ayer, y de las esperanzas de hoy, vio Patria, hace poco tiempo, a la mujer de ochenta y cinco años que su pueblo entero, de ricos y pobres, de arrogantes y de humildes, de hijos de amo y de hijos de siervo, ha seguido a la tumba, a la tumba en tierra extraña”.
Para Máximo Gómez fue “la figura más excelsa de la revolución”.
¡Qué decoro en esta mujer humilde y qué bello símbolo de la Patria querida!
Por todo ello, cuando una mujer cubana es capaz de los mayores sacrificios y han sido muchas en nuestra historia, los cubanos decimos; ¡Es una Mariana! Por eso, Fidel, nuestro Comandante en Jefe, persuadió a sus hombres a admitir con honor, que las mujeres incorporadas a la batalla en la Sierra por la libertad de Cuba, integraran el batallón de las Marianas.
Cuando muere Mariana, en Jamaica, lugar de su exilio, al hacer una semblanza de ella, Martí, deposita una Corona a nombre del periódico Patria. Fue un 27 de noviembre de 1893. En la cinta coloca la palabra “Madre”.
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