Aunque María Elena Llana se ha desenvuelto en las esferas del periodismo, la radio y la televisión, y tiene una alta labor docente acumulada, yo voy hablar, sin sigilo, con la exultación de su labor escritural.
A lo largo de los años cincuenta y sesenta es cuando María Elena empieza a invocar una obra que la llevaría a convertirla en sabia, distinta y particular.
Las problemáticas de la narrativa, desde el mismísimo James Joice, se entrevió en la necesidad de extrapolar lo contemporáneo. En muchos casos lo que era el antecedente de Llana fluctuaba en un enjambre folletinesco, extremadamente barroco y una carencia de estilo sin igual. En época de transición histórica, de los cincuenta a los sesenta, María Elena realiza un conjunto de relatos, apareciendo esta dotación escritural en 1965.
La reja se llamaría, y el rostro sanguíneo y espiralesco de una especial hornada de escritos constituyó, acertadamente, gran reputación y fama desde su creación.
A mi entender María Elena no es una “fantasiosa”, sino que lo fantástico es el admirable efecto que ella maneja con la soltura de una experta.
Narradores de vanguardia, como Alberto Garrandés ha emitido la siguiente opinión: “La reja no representó solo una reverencia a la literatura que explora a los límites de lo real, sino que también suministró a los lectores… la cartografía de una estética muy deliberada y con la que Llana ha sostenido un compromiso creativo cuya estructura se mantiene intacta hoy, independientemente de sus mutaciones”.
Y es que el valor de lo raigal de una literatura que surge para un futuro infinito, no puede ser parodiado ni plagiado.
La univoquedad es su característica.
Su otro libro, Casas del Vedado, se publica en 1983. Hubo un tiempo espacial, pero no un agujero negro.
Con este libro la escritora se convertiría en una verdadera Magister Ludi del relato breve.
He oído decirle en alguna ocasión que son los que más le gusta. Y es que el arte de lo sintético suele ser de los más sobresalientes en una literatura específica.
Llena de contenido, es asombroso como la imaginación vuela con la escritora que conduce, con cierres sorpresivos, a dejarnos en vivencia pura.
Sobre Casas del Vedado ha señalado el investigador Antonio Cardentey: “los relatos ahí reunidos gozan de una rigurosa factura narrativa, una madurez expresiva y estilística que coloca a la autora entre los mejores cultivadores del relato breve”.
No en balde, la importantísima ensayística Olga García Yero ha sustentado de Casas del Vedado: “un texto enfilado con éxito notable en la conquista de lo fantástico discursivo para la expresión fantástica femenina”.
No obstante ello, yo quisiera aclarar que para la misoginia de los que creen que hay diferencias o defectos en la literatura femenina, en el caso de María Elena Llana, es de tal rotundez su observación y su descripción, que su literatura está carente de clasificaciones disminuyentes.
La autora opera con grandes estratos de literatura propia de tal forma que las lecturas de grandes como son Carson Mc Cullers o Edgar Allan Poe, conviven, no a la manera de influencias, sino de estaturas.
Como se dice en el bíblico romanos ella posee el don, y si tiene el don, tiene la gracia.
La capacidad de información juega con esa difícil posibilidad de hacernos viajar en el tiempo cuando la leemos por un cosmos desconocido. Misterio e irrealidad aparecen travestidos en sus textos, en los que no hay enajenación sino excelencia.
Yo quisiera hacer una especulación propia: cuando leí a Lord Dunsany estuve varias noches sin dormir, Cintio Vitier me lo enseñó y me trasladé, desde mi mundo real, a un mundo fantástico sin darme cuenta. Lord Dunsany ha sido uno de los grandes escritores del mundo, y al hacer una comparativa con María Elena me doy cuenta que están en la misma sintonía fantástica.
Capaz de asombrarnos con finales inesperados que parecen salir de Houdini, el magisterio de la escritora alcanza la dimensión de lo extra –mítico-.
No es por cierto difícil ubicarla en un escaño principal.
Queda claro para mí que está a la cabeza de la narrativa cubana.
Destacada entre las destacadas, la mujer de La reja, El limbo, El castillo, supervive en su obra.
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