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María Elena Cicard Quintana, Premio Nacional de Diseño del Libro


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En 2013 fui invitado a la Universidad de Valdivia, en Chile, para participar en el Primer Encuentro Internacional de Escritores e Ilustradores en la Región de los Ríos. Antes de irme fui a la Editorial Gente Nueva para aprovechar esta oportunidad y llevar algunas muestras de ilustración y diseño de cubiertas e interiores de libros dirigidos a niños y jóvenes, y así promover a artistas, ilustradores y especialistas del diseño editorial, pues el trabajo artístico de estas especialidades realizado por Gente Nueva era el que más me llamaba la atención entre las dependencias del Instituto Cubano del Libro. Al analizar su producción, pude darme cuenta de la decisiva y enorme presencia de una diseñadora que había conocido hacía unos treinta años, cuando era una “emplanadora” muy joven que trabajaba en la antigua sede del Palacio del Segundo Cabo, en tiempos en que todavía se hacía este trabajo a mano: María Elena Cicard Quintana. Después de una breve práctica como realizadora en Arte y Literatura, entre 1985 y 1986, María Elena empezó a laborar en Gente Nueva y allí obtuvo plazas de mayor complejidad; de realizadora, se convirtió en diseñadora gráfica en 1989, justamente cuando comenzaba el Período Especial, y Gente Nueva, como todos los centros laborales del país había afrontado enormes dificultades para sostener su labor, especialmente en el diseño, tan importante en una editorial de su naturaleza. Cicard permaneció allí, asumiendo tan difícil tarea hasta en los momentos de mayor crisis, y en 1996, cuando parecía que nuestros niños y jóvenes no iban a tener libros con hermosos diseños, un aspecto esencial en la formación estética de toda una generación, ella se engrandeció y aceptó ser diseñadora-editora de Gente Nueva, convirtiéndose en uno de los rostros más importantes del diseño de esta institución, que continúa siendo insigne en el trabajo con el libro infantil y juvenil.

Entre los más de dos mil títulos asumidos por la hoy proclamada Premio Nacional de Diseño, recuerdo algunos de gran complejidad, belleza y lujo, como La noche de Excilia Saldaña, con ilustraciones de Luis Castro Enjamio; de singular ternura, como las Cartas a Julio Orlando de Dulce María Loynaz; el simpático Sapito y sapón del  recordado Nicolás Guillén, bajo la línea imaginativa de Raúl Martínez; el ya también clásico Akeké y la jutía, de Miguel Barnet, apoyado por el magistral trabajo de Roberto Fabelo; las fabulosas recreaciones de Dora Alonso en Juan Ligero y el Gallo Encantado, salpicado por las inconfundibles estampas de Eduardo Muñoz Bachs, así como Los payasos, de la misma autora, recreado en la singular gracia de Ares, y también de Dora, Cuentos inolvidables, de reciente edición. En este trabajo con textos de importantes escritores y artistas plásticos cubanos, pueden destacarse libros como La felicidad, de Ivette Vian, ilustrado por Vicente Rodríguez Bonachea; el de Alexis Díaz Pimienta, En un lugar de la Mancha, apoyado en el arte de la ilustración por Fabelo; Aguas que el tiempo teje, de Nersys Felipe, o Sol sin prisa, de Emilia Gallego. Han sido apreciados además sus diseños de las ediciones de textos clásicos de la literatura universal, como las Fábulas de Jean de la Fontaine, con los grabados originales de Gustave Doré; Aventuras de Pinocho de Carlo Collodi, con dibujos de Fabelo; La herida abierta de Gabriela Mistral, con fotos de Eira Arrate; Oscuros secretos de mi alma de Rabindranath Tagore, ilustrado por Duchy Man; Luna de otoño, haikus japoneses con imágenes de Bladimir González. Las complejas antologías que plantean el reto de lograr unidad o coherencia de diseño, llevan también su huella de calidad, la célebre Había una vez de Herminio Almendros, o en los textos de los Hermanos Grimm recopilados en Cuentos de niños y del hogar, ambos ilustrados por treinta artistas cubanos. Obras como Otra barrabasada de Albertico, de Alberto Yáñez; Súper extra grande, de Yoss, o Retorna fangoso, de Enid Vian, de muy diferente naturaleza e intención, alcanzan el preciso énfasis visual gracias a la creatividad de Cicard. En todos estos libros puede observarse la integración entre cubierta y contracubierta, o entre páginas pares e impares; el aprovechamiento eficaz de frontispicios, reversos de portadillas, faldas, cabezas, pies, y hasta páginas de crédito e índices, para situar ilustraciones y graciosas viñetas, sin recargamientos y con suficiente ligereza, que remiten constantemente a algunos elementos del contenido; cada detalle es bien estudiado en el diseño del cuerpo del texto, que los editores llamamos “tripa”. María Elena, en la era de las computadoras, vuelve una y otra vez sobre cada una de las partes de la página, como si recordara su aplicación cuando emplanaba, ahora para interpretar, con integración y limpieza digital, la variedad de estilos de los ilustradores, lo mismo la línea del dibujo de Raúl Martínez, la acuarela de Muñoz Bachs, o la audacia de Nelson Ponce. María Elena Cicard Quintana es una profesional de experiencia y excelencia, no solo por la enorme cantidad y variedad de títulos diseñados por ella en su intensa carrera, sino por su sostenida calidad, lo mismo en tiempos difíciles, que ya son pasado, que en los más recientes.

Los análisis para otorgarle el Premio Nacional de Diseño del Libro no solo tuvieron en cuenta este enorme y fabuloso trabajo, sino también las complejas creaciones de perfiles de colecciones: Premios La Edad de Oro otorgados por el Instituto del Libro, Colección Clásicos de Gente Nueva, la socorrida Minilibros, Aventuras, Arco Iris, Primavera, Flora y Fauna, Biografía, Historietas, Clásicos en Postales, Pelusa, Tesoro, Centenario... Valdría la pena destacar recientes perfiles, como el de la Colección Veintiuno, una de las más importantes y complejas de la editorial, con temas realistas de actualidad, de autores cubanos y extranjeros, así como la Colección Homenaje, con obras de escritores reconocidos de la Isla, concebidas con sumo cuidado y proyección para que continúen más allá de la permanencia de su creadora en Gente Nueva; ya son muchos los lectores que han crecido leyendo títulos de las colecciones que María Elena ha diseñado, y hoy estas ediciones son reconocidas con alegría y cierta nostalgia por jóvenes que entran en la madurez. Junto a esta intensa obra, la premiada fue responsable de diseñar los stands de Gente Nueva en las Ferias del Libro de La Habana desde 1998 hasta 2004, siempre con diversos premios; tuvo a su cargo la dirección artística de la revista En Julio como en Enero hasta 2010; ha concebido imaginativos spots televisivos promocionales para la Feria del Libro; ha diseñado un sinnúmero de plegables, afiches, catálogos, marcadores, almanaques, postales, vallas, revistas, papelería...; también ha publicado artículos sobre temas del diseño del libro infantil y juvenil en Cuba, y ha impartido numerosos cursos, talleres y conferencias, dentro y fuera del país. No en balde ha ido acumulando reconocimientos diversos por su quehacer: en varias ocasiones ha obtenido el Premio La Rosa Blanca, otorgado por la UNEAC, en la categoría de Mejor Libro Integral; el Raúl Martínez, también en diversos años, sobre todo por su diseño interior, así como los de otros certámenes nacionales, territoriales, especialmente en Sancti Spíritus, y también en España. En 2003 fue reconocida por el Buró Nacional de la UJC por su decisivo aporte a la Biblioteca Familiar en Venezuela. Uno de los aspectos que más valoro de sus resultados como diseñadora y creadora es su coherencia artística, avalado por su diversa obra.     

Educar la sensibilidad estética con originalidad y universalidad, usando con tino y dominio diferentes técnicas y medios para ofrecer una propuesta singular y amplia, ha sido un propósito esencial del trabajo personal de María Elena, quien se ha esmerado en diversificar y ensanchar la cultura visual del niño o joven lector, con refinamiento, magia, evocación y sugerencia. Sus bien meditados y concebidos diseños revelan un profundo trabajo previo de información y documentación; un esmerado planeamiento integral antes de diseñar; un cuidadoso estudio para decidir la colocación de ilustraciones a lo largo de las páginas, en armoniosa ubicación que incentive el diálogo constante con la letra impresa, ya sea en estilos “clásicos” o modos más modernos. Su diseño propone soluciones ingeniosas e imaginativas, y tiene en cuenta los recursos expresivos de escritores, pintores, grabadores, dibujantes e ilustradores sobre los que trabaja, un delicado sentido de la composición y de la estructura de los elementos de cada página, el uso equilibrado o enfático del color y la proyección lúdica para invitar a la lectura. Pero no hay que pensar que se pierda en la búsqueda de una belleza ñoña o alambicada: sus propuestas no suelen enmascarar lo grotesco o problemático del contenido, pues sería un error no preparar a nuestros niños y jóvenes para las turbulencias del mundo que ya vivimos. A veces, en las ilustraciones empleadas,  hay formas no figurativas, de cierto abstraccionismo, a tono con la comunicación no realista que el arte propone desde hace mucho tiempo; el éxito de estas ediciones está en garantizar, con el cuidado del diseño, que lo novedoso se incorpore con agilidad y soltura al mundo visual del niño o joven a quien va dirigido el libro; en vencer ese difícil reto con la rara combinación de talento y perseverancia, radica uno de los principales resultados de esta diseñadora, capaz de establecer un apasionado intercambio con  ilustradores y editores, no exento de álgida polémicas, pero finalmente fructífero y enriquecedor. A partir de 2007 la artista colabora con su habitual empeño en propiciar el intercambio de experiencias entre los profesionales del diseño y la ilustración, de lo cual dan fe la peña de ilustración en el Museo Servando Cabrera y el grupo Nueva Gente, surgido a fines de 2008, que reúne a diseñadores e ilustradores cubanos, colaboradores frecuentes de la editorial Gente Nueva, con el propósito de exponer, comunicar y retroalimentar experiencias, y ensanchar las posibilidades creativas de estas especialidades.

Me he extendido en este elogio porque he escuchado frecuentemente que los editores o diseñadores a quienes se les otorgan los Premios Nacionales son “ilustres desconocidos”, o no se sabe por qué se conceden. Sin embargo, la mayoría de los especialistas que han formado parte de los jurados, lamentan que sean muchos los llamados y uno solo el elegido, pues no son pocos los colegas que merecen tal reconocimiento. Este premio no fue la excepción, y enfatizo con total sinceridad que no albergo la menor duda sobre la calidad de los nominados; pero también estoy convencido de que María Elena, por su trayectoria, talento y dedicación, lo merece con absoluta propiedad. El Premio Nacional de Diseño del Libro se otorga por primera vez a una creadora volcada en la formación de niños y jóvenes como buenos lectores, y por segunda vez en su historia, a una mujer. Dos motivos más para que festejemos con satisfacción su entrega a María Elena Cicard Quintana. 


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