Adentrarse en un mundo figurativo y sorprendente, en que lo acostumbrado adquiere categoría mitológica y donde las tradiciones religiosas africanas son moldeadas en un vaivén de búsqueda creativa, es expresar los laberintos por los que en parte transitan las artes plásticas cubanas. En este sentido, disímiles son las aportaciones culturales que se entrecruzan para traspasar los límites de sus fronteras, haciendo que estas prácticas artísticas-estéticas se establezcan en este continente, salvaguardando las modificaciones que han sufrido al fusionarse con otros cultos existentes en la Isla. Como resultado, hoy disfrutamos de una cultura notable y dinámica, que ha tenido un profundo impacto sobre nuestras expresiones identitarias.
Las religiones africanas son fiel reflejo de ricas historias, filosofías y cultos. Arte que se tonifica por la gente que lo cultiva y deposita su fe en él. Saber que ha servido a muchos artistas y movimientos contemporáneos y que, incitados por estas costumbres, han desplegado una línea artística restauradora y una obra que ha venido a evolucionar los dogmas que identificaban a este pueblo. Oficio, además, que se desdobla en un arte esencialmente social, de ahí que esté fuertemente condicionado por los hábitos.
A este festejo visual se suman también la danza, la literatura y la música. La primera, como parte indisoluble de antiquísimas prácticas, donde se incluyen elementos varios del lenguaje corporal africano, pero que a su vez coexiste con otros universos de la danza moderna. La segunda, que a mi entender es probablemente la más popular, pues mitos o patakines, proverbios y sobre todo poesía, engalanan los extensos atributos; se unen a complejos ritmos y compases, marcados por diversos instrumentos musicales como símbolos educativos y de transferencia histórica.
La muerte es otro de los ritos que genera una gran producción artística, en tanto se piensa que de algún modo los muertos siguen presentes en el mundo de los vivos y con capacidad de influenciar en sus vidas, para bien o para mal. Por lo que, para complacer a los difuntos y a las distintas deidades, se realizan eventos protocolares, ofrendas y hasta objetos escultóricos. Todas estas representaciones son muy socorridas por las artes plásticas, y son motivos de trabajos exquisitos.
Búsqueda y reivindicación, al son de corrientes de reconquista, legitiman una cultura que nace del amor y el respeto por tradiciones que se trasluce en identidad, poderío, equilibrio y sobre todo una creencia férrea en su historia y sus raíces. En tanto la unidad, la armonía con los antepasados y los espíritus, son parte indisoluble de la concepción de su sistema de valores.
Promovido por el proceso social que le tocó vivir, Manuel Mendive, de forma aceptada y como máxima expresión de una cubanía de la que en reiteradas ocasiones habló Don Fernando Ortiz, se apropió del encantamiento transcultural legado por sus ancestros. Entonces se autodescubre y nos muestra a través de sus lienzos, madera o metal esculpido y el performance, su más auténtica poética. En ese intento, desviste su visión histórica del ayer y del hoy, pero sobre todo, la continuidad y el orgullo que siente primero por ser un cubano resultado de una mezcla maravillosa y luego, por ser negro e intelectual en los tiempos que corren.
Su conexión con la expresión artística tiene muchas aristas: desde el disfrute estético, el compromiso social, hasta sus obsesiones y valores personales. A pesar de esta variedad, su arte incluye fuertes componentes críticos, una respuesta al radicalismo del contexto social en Cuba de los años 60 del siglo pasado, y a la pasión por una religión que desde hace algún tiempo ya no es más exclusiva de personas negras. Mendive se ha dedicado a crear un arte de trascendencia universal. Teniendo en cuenta su esfuerzo y perseverancia por mantener una temática controversial, me inclino a decir que su quehacer está dotado de un alto nivel creativo y de una inventiva, que da lugar a un hacer rico en matices por las particularidades de las historias que relatan.
Conocer a profundidad la compleja simbología y los patakines yorubas, hacen que este apasionado artista se inspire en un mundo de entramadas leyendas. Y aunque toda esta cosmología resulta extremadamente compleja resumir en sus poblados lienzos, asume otras posturas como su más fiel medio para sintetizar en una misma expresión artística tantos elementos valiosos y exquisitos en colores, texturas, vivencias, cánticos, danzas y teatralidad. En fin, que sus obras describen anécdotas que suelen ser de una deidad o de sucesos que le resulten interesantes, pero cada una de ellas contienen símbolos o signos propios de una cultura antiquísima que realzan o recaen sobre una significación o función específica.
Mezclas de diversas técnicas, en disímiles soportes y texturas, sirven para dar rienda suelta a la creatividad de extraordinarios mitos. La escultura y el ensamblaje fueron el motor impulsor que dieron lugar a la pintura sobre las tablas, que lo combina con el collage, usando telas, cabellos humanos, medallas y otros materiales como madera con clavos, chatarra, planchas de hierro y zinc.
Luego de su accidente en ómnibus quedó atrás su período oscuro, como algunos críticos nombran su primera etapa, y reaparecen obras atiborradas de colores contrastantes. En los materiales también existieron cambios, pues retoma el uso de técnicas más clásicas como la tempera y el óleo. Posteriormente incorpora los héroes, integrando figuras revolucionarias y del panteón yoruba. Además, hace un acercamiento a distintas manifestaciones danzarias cubanas y refleja, a su vez, acontecimientos sociales históricos o de la literatura cubana. Todo esto sin dejar de plasmar las tradiciones africanas que fueron el medio ideal que encontró para transitar por las artes. Temas un tanto agresivos asomaban en sus primeras piezas, luego la sutileza y un poco de perspicacia comenzaron a envolver intenciones otras, como la insinuación y la seducción en una atmósfera más sugerente, en donde caracolas, cuerpos humanos sin otro atuendo que no fueran hermosos dibujos repletos de detalles pensados, vislumbraban en su hacer.
Su fe y la relación armónica y equilibrada con su entorno, en donde el campo y la energía son esenciales en la creación de sus obras, y el viaje a África, lo dotaron de aires renovadores; en tanto series con mayor dinamismo se adicionaron a su hacer y lo impulsaron a llevar la pintura a la piel del cuerpo humano.
Vivir y trabajar en Cuba le trajo consigo muchos privilegios; el placer de haber estudiado, de relacionarse y de pertenecer a un pueblo que contó con grandes artistas que trabajaron también la cultura afroamericana en sus obras, como Roberto Diago y Wifredo Lam. Y de poblarse de un quehacer que busca renovarse dado el imaginario del propio artista. Arte que se sale de los espacios galerísticos habituales para invadir parques y otros espacios públicos, para ir tras una práctica testimonial de lo narrativo que incorpora la crónica sin dejar de ser experimental. Labor que va en busca de una tradición ilustre, apegada a lo costumbrista y a la transfiguración de siglos de acumulación artística y cultural. Vocación que le da la posibilidad de afiliarse a modos y estilos contemporáneos, pero sobre todo de hacer un arte comprometido con la naturaleza.
Entre los años 1964 y 1979, Mendive no fue invitado a realizar exposiciones personales en nuestro país, a pesar de haber recibido disímiles reconocimientos nacionales e internacionales. No fue hasta 1980 que pudo realizar su primera expo personal, De lo real y maravilloso, exhibición a la que acudió su amigo Wifredo Lam, y que sobre él este artista refirió: “Lam siempre ha sido mi gran ventana para mirar al futuro, y para comprender muchas cosas de mi identidad. Mi gran ventana para comprender la dignificación del hombre mestizo, la belleza, la poesía y la magia del Caribe. Mi gran ventana para conocer los sentimientos más puros de nosotros, los más humildes”. (1)
Artista que propone como ejercicio creativo, una seducción o coqueteo en el plano de la reflexión artístico-conceptual. El hecho es que su modo de hacer promueve un sentido más amplio, una apertura estética. Su apropiación de códigos de raíces profundas activa sus posibilidades comunicativas en contextos que se desdibujan. Su obra catalizó su capacidad de enunciación, siendo las transferencias culturales uno de los aspectos más significativos de su plataforma creativa. Sobre todo, porque le interesa la infinita complejidad de los procesos concretos y la transculturación. Él dialoga con el pasado y exalta la construcción de símbolos y su contenido erótico. Mendive tiene una relación directa con una herencia que permanece viva y en renovación. Encontrarse a sí mismo en estos vericuetos creativos es tomar conciencia de su yo interno y del profundo aprendizaje desde fuertes eventos, desde la tolerancia hasta la aceptación.
La representación de la vida y la muerte se sitúan en el centro neurálgico de su visión filosófica, y desde una práctica artística coloca en una misma línea de ideología la relación arte-vida, la cultura popular y lo legitimado, lo imperecedero y lo fugaz.
Su obra tiene un sentido liberador más allá de creencias, razas, de la realidad inmediata y de cualquier relación de poder. Más que un pintor, Mendive es un creador de universos, donde median lo espiritual y lo terrenal. Figura ineludible dentro del arte cubano contemporáneo, incluso, en aquellos años en los que la religión yoruba no era bien vista, él irrumpió con un arte poblado de símbolos y mitos afrocubanos como medio de denuncia, de independencia, de pasión y seducción por una cultura rica en elementos sensoriales milenarios.
NOTA:
(1) Tomado del catálogo del artista.
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