Cuando alguien tiene ante sí el recuerdo y la impronta de un hombre como Luis Díaz Soto, concientizará enseguida que vale la pena y es necesario luchar por el mejoramiento humano. Quienes le conocieron nunca dejaron de testificar que fue un galeno de conducta ejemplar, de férrea voluntad, dedicado a la causa de los humildes, a la lucha por la liberación nacional, y a la ayuda internacionalista.
Díaz Soto nació en la localidad de Pedro Betancourt, provincia occidental de Matanzas, el 13 de febrero de 1905, en el seno de una familia de la clase media. Años después, en 1922, inicia sus estudios de Medicina en la Universidad de La Habana, graduándose en 1929.
Mas, ¿qué hechos provocan en aquel joven, médico cubano recién graduado, un cambio radical en su vida personal y profesional?
Hagamos un poco de historia.
Cuba, como consecuencia de la derrota sufrida por el movimiento popular durante la huelga de Marzo de 1933, vivía una situación crítica, tanto en lo político como en lo social, cuando en España se produjo la sublevación de los generales africanistas apoyados por Hitler y Mussolini. El imperialismo norteamericano, temeroso ante el creciente y progresivo movimiento revolucionario que se desarrollaba en todo el país –luego del derrocamiento de la tiranía machadista--, intervino directamente por intermedio de su embajador Jefferson Caffery para mediante el terror desatado por el sanguinario binomio Batista-Pedraza aplastar todo vestigio de democracia y legalidad constitucional.
En esas difíciles condiciones de persecución y de falta de garantías, el movimiento de la clase obrera tenía como tarea fundamental la reconstrucción de sus órganos de dirección política y el movimiento sindical, así como ayudar a las organizaciones juveniles y estudiantiles. La agitación se verificaba por manifiestos impresos secretamente, además de mítines y otras acciones que se efectuaban en las calles, fábricas y talleres.
Fue así cómo en esas dramáticas circunstancias que llegó a Cuba el llamado ardiente de los patriotas republicanos españoles y de la Internacional Comunista en las palabras del dirigente comunista búlgaro Jorge Dimitrov. A partir de ese momento la clase obrera cubana levantó la bandera de la solidaridad internacional y llamó a nutrir las filas de los combatientes Voluntarios de la Libertad. Hacia España comenzó a afluir la ayuda con voluntarios de todas partes del mundo y, en especial, de hombres honrados y progresistas –sin distinción de credos, razas, religiones y hasta profesiones--, en quienes persistía la idea de que en aquella tierra se libraba una batalla universal que podía influir en los destinos de la humanidad. Y así fue. Meses después, el nazi-fascismo, desencadenó la Segunda Guerra Mundial debido a la política de traición de los gobiernos imperialistas de Inglaterra, Francia y Estados Unidos, cuyo principal objetivo era el de alentar y estimular la destrucción de la entonces Unión Soviética.
Una guerra que costó decenas de millones de vidas humanas y la destrucción de inmensos valores materiales y culturales acumulados durante siglos.
Uno de aquellos profesionales internacionalistas fue el doctor Luis Díaz Soto, capitán médico del Batallón Lincoln de la 13 Brigada Internacional., a quien la guerra de España por la defensa de su gobierno de la República, le hirió profundamente y a la vez le persuadió de que luchando por esa causa, peleaba por Cuba. Su llegada a la nación ibérica coincidió con la primera gran ofensiva del Ejército Popular de la República, desatada en la zona de Brunete; hace su bautismo de fuego en el frente de Aragón como miembro de la 15 Brigada Internacional con las fuerzas del Quinto Regimiento. Luego, combate en Belchite, en el camino de Zaragoza.
Para España y, no obstante ser un hombre frágil de salud –padecía una enfermedad ulcerosa, algo que no le impidió atravesar los Pirineos--, Díaz Soto se entrena como Cirujano Jefe del Batallón Lincoln-Washington con el grado de Teniente. Su lema llegó a ser: “Ni sólo herido abandonado”.
Según algunos testigos: “Cuando el doctor Díaz Soto retornaba del frente se daba a la tarea de resolver los problemas de los internacionalistas cubanos ubicados en distintas unidades de combate. Cuidaba de la disciplina y la moral de los combatientes; los incitaba al estudio y les mostraba la gran significación que para la lucha revolucionaria en Cuba constituía su comportamiento en la guerra, la necesidad de superarse política e ideológicamente. Asimismo, actuaba enérgicamente contra los débiles que mostraban espíritu de aventurerismo.
En suma, no era sólo el médico del batallón, ni tampoco un comisario político, sino el compañero mayor de los combatientes, quien prestaba auxilio y salvaba vidas.
“! Mi más grande experiencia en España es cuán real es el sentimiento de solidaridad internacional!”, expresó en una ocasión. Ascendido a Capitán, el 29 de marzo de 1938 “por comportamiento ejemplar y heroico”, fue nombrado Director del hospital de las brigadas internacionales.
“Podría afirmarse, sin exageración alguna, que de las dos mil vidas del Batallón Lincoln compuesto en casi su totalidad por combatientes norteamericanos, ni una sola vida se perdió por quedar en el campo de batalla o no recibir el auxilio necesario en el momento oportuno”, afirmó su colega y destacado galeno José López Sánchez, quien también resaltó que “pocos han hablado sobre las hazañas de Díaz Soto, de su extraordinaria ética médica, durante su permanencia en la contienda antifascista en tierra española (…) Luis nunca habló de él, ni de su participación internacionalista. Era de una modestia tal con su persona que se borraba a él mismo. Pero es natural que si de la guerra en España se habla, hay que recordarlo, no sólo como un médico de batallón, un glorioso Voluntario de la Libertad, sino también como un Organizador de la Sanidad Militar de Campaña, como responsable de cuadros políticos, como hombre pleno de ideales y capaz de todos los sacrificios en la lucha por el Socialismo”(1).
A su llegada a Cuba, Díaz Soto se reincorporó a las actividades del Partido Comunista, en el que militaba desde 1935. En 1940 asumió la dirección del Centro Benéfico Jurídico de Trabajadores de Cuba, el que alcanzó el nivel de una institución médica de primer orden.
Los últimos años de este eminente galeno y luchador internacionalista los vivió bajo la presión policiaca en una semiclandestinidad. Gravemente enfermo y, con una profunda fe en la victoria revolucionaria, ésta no pudo disfrutarla, pues la muerte le sorprendió el 23 de noviembre de 1958, seis semanas antes del Triunfo de Enero de 1959.
Nuestro Ejército de Batas Blancas
“(… ) Los portentosos avances de la ciencia y la tecnología se multiplican diariamente, pero sus beneficios no llegan a la mayoría de la humanidad, y siguen estando en lo fundamental al servicio de un consumismo irracional que derrocha recursos limitados y amenaza gravemente la vida en el planeta, ¿Hasta cuándo habrá que esperar para que haya racionalidad, equidad y justicia en el mundo?
“Disminuyen los bosques, se envenena el aire y contaminan los ríos, perecen incontables especies de plantas y animales. Se empobrecen los suelos. Se extienden antiguas y nuevas epidemias mientras crece la población, multiplicando las legiones de los desposeídos.
“¿Alcanzarán las próximas generaciones la tierra prometida hace medio siglo? ¿Cuántos son los centenares de millones que han muerto ya sin contemplarla? ¿Cuántas las víctimas de la opresión y el saqueo, de la pobreza, el hambre y la insalubridad? ¿Cuántos más tendrán que caer todavía?
“Queremos un mundo sin hegemonismos, sin armas nucleares, sin intervencionismos, sin racismo, sin odios nacionales ni religiosos ni ultrajes a la soberanía de ningún país, con respeto a la independencia y a la libre determinación de los pueblos, sin modelos universales que no consideran para nada las tradiciones y la cultura de todos los componentes de la humanidad, sin crueles bloqueos que matan a hombres, mujeres y niños, jóvenes y ancianos, como bombas atómicas silenciosas.
“Queremos un mundo de paz, justicia y dignidad, en el que todos, sin excepción alguna, tengan derecho al bienestar y a la vida”, expresó el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, ante el XXXIV Período de Sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, efectuado en Nueva York, el 12 de octubre de 1979. (2)
Como bien vaticinara Fidel, actualmente Cuba es ejemplo de este sacrificio de paz, justicia y dignidad, cuando centenares de organizaciones de más de 26 países acompañan hoy una plataforma activada en Francia para solicitar la entrega del Premio Nobel de la Paz 2021 a las Brigadas médicas cubanas que enfrentan la Covid-19 por el mundo.
Grupos de solidaridad, partidos políticos y fuerzas sindicales de Europa, América Latina y Asia firmaron el llamamiento a favor de reconocer al Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastres y Graves Epidemias Henry Reeve, creado en 2005. A éstos hay que sumar también a miles de intelectuales, parlamentarios, periodistas, autoridades locales y ciudadanos que han dado su respaldo a esta campaña.
La labor humanitaria de Cuba y sus médicos ha llegado además en el actual contexto de ataque del coronavirus Sars-Cov-2 por primera vez a Europa Occidental, a través de brigadas que lucharon contra la pandemia en Andorra e Italia, y a territorio francés, con los galenos presentes en el departamento de ultramar de Martinica.
Estos son tiempos de manos fraternas, de lucha codo a codo, hombro con hombro. Una lucha que necesita con urgencia ganarse a pensamiento, con orden, disciplina, conocimientos y estrechísima unidad.
Esta es la verdad que amerita el infinito esfuerzo de la Brigada Henry Reeve a su paso por el mundo: vadeando ríos caudalosos, como el Amazonas; empinando montañas accidentadas, enfrentando el crudo frío en lugares sumamente lejanos (como el Tibet); empinando esfuerzos de salud y de Paz sin descanso en cada rincón visitado y para muchos desconocido o perdido en este universo; trasmitiendo sus deseos y aspiraciones de salvar, de hacer el bien no como dioses, ni como misioneros o agentes pacíficos subvencionados, sino y tan sólo para dignificar la imagen de un pequeño que necesita ser salvado y vivir en Paz; de cada anciano, mujer y hombre de esta gran humanidad que así lo necesita y lo exige.
¡Gracias mil a galenos como Luis Díaz Soto, ejemplo modesto y digno de internacionalismo para la Medicina cubana de todos los tiempos! ¡Gracias, también, a todos aquellos quienes desde las redes sociales y desde cualquier rincón del mundo apoyan el otorgamiento del Premio Nobel de la Paz para la Brigada Herny Reeve! Premio que, jamás compensaría, ni sería tan valioso y patriótico por su alto sentido del deber cumplido en la lucha por la Paz, como la Orden Carlos J. Finlay, inspirada en nuestra Cubanidad y en los atributos históricos e internacionalistas más sentidos, profundos y tesoneros del pueblo cubano!
Notas:
- Doctor López Sánchez, José. Semblanza de Luis Díaz Soto. Ed. MINFAR, La Habana, abril de 1963, p.71-79.
- Fragmento del discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, ante el XXXIV Período de Sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, efectuado en Nueva York, el 12 de octubre de 1979.
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