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Los perpetuos aportes del repertorio clásico


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«Los padres terribles». Teatro ICR, en el Canal 6 CMQ Televisión Cubana, en adaptación y dirección de Roberto Garriga.

Desde su etapa fundacional nuestra radiofonía incorporó, en pequeñas representaciones, el repertorio clásico de la dramaturgia y la literatura europea, sobre todo la española. 

En fecha tan lejana como 1933, CMQ Radio estrenó la escenificación de las zarzuelas de Ernesto Lecuona en un estudio rudimentario, que pronto transitó al escenario más fastuoso de la época: el Teatro Nacional.

Pocos recuerdan que cantantes de la valía de Iris Burguet y Rita Montaner, entre otras, entonaron famosas arias italianas, francesas e ibéricas “en vivo” y en idioma original en nuestras radioemisoras, desde los años cuarenta y cincuenta pasados. Ello se alternaba con la trova tradicional, la música popular bailable o las melodías de Alejandro García Caturla y Amadeo Roldán.   

La televisión, desde 1950 ?libre de los requerimientos múltiples que exigía la asistencia a una sala teatral? redimensionó la tradición y permitió a cubanos de los más diversos estratos sociales, en las principales provincias, acoger en su vida cotidiana  hogareña lo mejor de la dramaturgia, la literatura y el lírico propio y foráneo.

En la etapa comercial, El Gran Teatro del Sábado montó las obras cumbres del teatro griego, romano, español, francés, italiano ?y hasta norteamericano?, y el Gran Teatro Lírico Esso expandió las zarzuelas, óperas y operetas que luego en los años sesenta se replicarían en Viernes de Gala o Palco I; el inolvidable Teatro ICR; Grandes Novelas ?con sus  relatos literarios universales?, El cuento, etc., escenarios que revitalizaron hasta los años noventa estos legados.

Hasta 1959, el teatro fue patrocinado fundamentalmente por fundaciones y patronatos privados que privilegiaban al  repertorio clásico universal. Paulatinamente incorporaron algunos dramaturgos cubanos que crearon obras con nuestras temáticas, realidades, ambientes y personajes. (1)   

La Revolución triunfante gestó un proyecto social orientado a las mayorías, que potenció a niveles nunca soñados nuestras mejores tradiciones.

A la Campaña de Alfabetización sucedieron el acceso gratuito a la educación, la ampliación de las aulas para la enseñanza básica, media y superior; la formación masiva de maestros, la creación de redes de enseñanza técnica y artística, y oleadas sucesivas de trabajadores volcados a las aulas hasta egresar de la universidad.  

Las tablas se democratizaron mientras que la radio y la televisión de servicio público apoyaron el objetivo estatal de incrementar aceleradamente el nivel cultural-espiritual de todos los cubanos.

La expansión de las señales radiales-televisivas con acceso directo y gratuito difundió los  contenidos mediáticos e incrementó significativamente las audiencias.

La alianza inédita de la radiodifusión con los planes de estudio de la enseñanza media y superior; complementó y elevó extraordinariamente la cultura integral de la población.     

La producción y cobertura masiva de múltiples géneros y formatos propagaron el insondable reservorio e imaginario cultural-espiritual contenido en la literatura y en la dramaturgia clásica y contemporánea cubana y universal.     

Tras veinticinco años del Período Especial,  la dramaturgia, la literatura y la lírica clásicas han desaparecido casi totalmente de  nuestros escenarios teatrales y televisivos. El único reducto ?aunque en descenso creciente? lo constituye la radiofonía nacional y provincial (2) que se aferra a la tradición de adaptar  historias a los códigos mediáticos.

La debacle financiera se sumó a la lamentable política que, décadas antes, había jubilado abruptamente y sin escalonamiento a viejos escritores, adaptadores y directores de versiones literarias o dramatúrgicas en los medios de comunicación ?e incluso en las  tablas? para dar paso a la juventud. 

Así, desechamos el reservorio de saberes, conocimientos y experiencias latentes en los más experimentados y se truncó el lógico y natural  relevo generacional y el proceso de continuidad y ruptura.

A finales del 2015, ya es común la incoherencia, debilidad y falta de estabilidad en la calidad de la mayoría de nuestras propuestas dramatizadas  televisivas o en la recurrencia y monotonía de una escenificación en los teatros que ?salvo exóticas y raras excepciones? privilegia lo  contemporáneo y lo ultramoderno.

La mayoría de nuestros escritores y guionistas no saben adaptar a los clásicos, pero tampoco el sistema de tarifas favorece esta actividad. La mayoría de los escritores son inexpertos y prefieren  cuentos, teatros y novelas originales, aunque pocas veces se conjuguen en ellos el talento, la inspiración, la creatividad, el dominio del oficio y la eficiencia dramatúrgica-comunicativa.

Duele decirlo por nuestros notorios triunfos históricos en la dramaturgia mediática ?como creadores del modelo latino de las aventuras y las novelas?, pero olvidamos cómo contar historias según las leyes de cada género, formato y el soporte tecnológico en cuestión, y el asunto tiene su mayor crisis en las historias episódicas.

La cultura ?incluida la mediática? es un ente dinámico y sistémico que evoluciona con el tiempo y los continentes, y los recursos expresivos de ayer no son los de hoy.

Aunque argentinos de todas las generaciones bailan el tango, veo muy difícil que la mayoría de nuestros jóvenes bailen danzones, elijan ver zarzuelas, óperas, operetas, teatro clásico y las novelas literarias, porque no se relacionaron con ellas en su devenir.

La mayoría mira a estos géneros y formatos como algo pasado fuera de moda y no como un patrimonio cultural de la nación y como parte de su formación integral cultural como individuo.   

La ausencia casi absoluta del repertorio clásico de la dramaturgia, la narrativa y la lírica universal y nacional de nuestros escenarios culturales y mediáticos mucho tiene que ver con: la incultura real ?pese a las vastas posibilidades de instrucción gratuita? de muchos jóvenes; la pérdida creciente del hábito de lectura; el empobrecimiento del oficio y la capacidad creativa-interpretativa de actores, actrices, dramaturgos y músicos; y la pérdida de un importante eslabón de la tradición, la identidad y una importante práctica cultural colectiva de nuestra sociedad. 

De toda nuestra sociedad depende corregir esta tendencia.   

 

 

NOTAS:

(1) Diversificó contenidos y ambientes y representó un ahorro significativo de insumos y recursos financieros.     

(2) Desde los años 80 se sumó Radio Arte, que nutrió con estos productos a las redes provinciales. 

 

 


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