Conocemos el poder de la fotografía para elevar las nostalgias, las memorias y los sentimientos. Esa es una de las fuerzas que utiliza el fotógrafo y artista Yovanys González en su más reciente muestra Naufragios, inaugurada en la galería Domingo Ravenet de La Lisa, el viernes último, como parte de las acciones de la 14 Bienal de La Habana.
Paisajes desolados propone el autor, donde el mar de una forma u otra, se encuentra presente. Imágenes con ausencia de color tienen el dramatismo y la carga emocional del blanco y el negro en cada propuesta. Ambientes con poca presencia humana, en los cuales más bien vemos el resultado del hombre y su interacción con la naturaleza, que el individuo mismo.
Son fotografías que invitan al silencio, a la contemplación, a calmar el ruido interno producto de las cargas de la vida. Precisamente, esa sensación de paz viene dada por la tranquilidad del mar en las fotografías, ya que el artista escogió el lado noble y amable del océano como antídoto para lograr la quietud.
De su tierra natal provienen las escenas mostradas, la misma tierra en la que muchas personas residentes en Mayabeque han sido azotados por fenómenos meteorológicos con consecuencias nefastas.
Vemos entonces otro de los motivos de la exposición descrito por Yovanis González: “Naufragio no solamente como pérdida de vidas humanas, sino como algo espiritual, las costas del sur de Cuba fueron muy atacadas por tormentas tropicales, donde vivían personas, inclusive familiares míos que perdieron muchas cosas y tienen esa sensación de que perdieron lo importante, lo esencial, tuvieron que abandonar su hogar por estos fenómenos naturales”.
La escala de grises, junto con el blanco y el negro, otorgan un mayor protagonismo a los metales en erosión reflejados en las fotografías, así como a la luz del sol en obras como El llamado y también a las formas de las nubes siempre tan dignas de paz.
Vemos vacío, cierta tristeza, un mar que se nos presenta accesible para la mirada, el mismo mar que después de la gravedad y lo bravío transita hacia la calma. En su interior, detrás de lo aparentemente revelado, las aguas conocen las historias, las guardan, las callan y las matan desde la mudez. El humano es quien las cuenta y las vuelve arte y dolor para preservar la memoria y sus experiencias.
El creador retrata los comienzos y los finales de un proceso, del naufragio mismo, no hay pérdidas aparentes, solo el resultado, la conciencia y con ello las dudas y el examen personal de cuántas biografías gravitan en cada imagen.
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