Un diálogo virtual sobre cuándo, dónde, por qué y para qué surge el carácter educativo de los museos es la propuesta de este artículo y si aún sigue con nosotros… abramos el debate.
Quizá valdría la pena remontarse a la génesis de los museos. Estas instituciones culturales, se podría decir, tienen dos orígenes, uno por el contenido y el otro por el continente, es decir, por donde le viene el nombre.
Para el primer caso recordar que el museo tiene entre sus funciones atesorar y salvaguardar la herencia cultural, huella de la sociedad, de una época, de un espacio, pero no cualquier huella, sino aquella representativa de valores singulares, que marca una época, un suceso, una pieza de significativo valor histórico, artístico, patriótico, biológico, ecológico, simbólico, un monumento, una arquitectura, una personalidad, entre otras, y muchas veces, una colección de “algo” o de alguien.
Si nos transportáramos en el tiempo y llegásemos al final de la época histórica de las Sociedades Comunitarias, veríamos posiblemente el tránsito de la distribución justa y equitativa hacia una distribución privilegiada hacia los círculos de poder que empiezan a atesorar riquezas, es el comienzo de lo que será una sociedad dividida en clases. Se estaría entonces en los umbrales de la Sociedad Esclavista, y con ella, la consolidación como fenómeno social, de una práctica conocida hoy como coleccionismo.
Como todo proceso social o natural esa actividad humana evolucionó y lo continuará haciendo. Para entonces, comenzaba un proceso de acumulación de objetos que iban incrementándose. Más guerras, más conquistas, más glorias guerreras, más tesoros, más poder, más espacio ocupado en templos, palacios y ábsides, se fue sucediendo año tras año, a veces más o menos detenido o perdido por derrotas o avanzando en progresión matemática o acelerado en progresión geométrica, de acuerdo a las victorias y la importancia del vencido, pero desarrollando un proceso como fenómeno que conducirá inexorablemente a la necesidad de crear otra forma, otra organización, otro sistema que atesorara lo conquistado, lo cual se alcanzará con una nueva institución, esa institución a la que se le llamará museo.
Pero, por qué museo, de dónde surge ese término. Según los estudiosos del tema proviene de la palabra Museión, que fue el nombre que se le dio al edificio construido por Ptolomeo I Sóter, general de Alejandro Magno. Este último había soñado hacer de su fundada Alejandría el centro intelectual de mayor relevancia del mundo conocido entonces. Alejandro muere en 323 a.n.e. y es su general el que construirá la famosa biblioteca que será ampliada notablemente por su primer hijo, Ptolomeo II Filadelfo, y junto a ello la continuidad de una nueva dinastía, la Ptolemaica (305 a.n.e. - 30 a.n.e.).
La literatura recoge diversas identificaciones del término Museión; para algunos, Museión era la edificación completa fundada por Ptolemeo I, otros lo incluyen como un museo contenido en la Biblioteca de Alejandría y lo circunscriben al templo de las musas, aún hay quien refiere que el término también fue utilizado en Egipto para definir un local de estudios, especie de universidad, centro de educación e irradiación de conocimiento, quizá en alusión al mencionado sueño del también llamado Alejandro III de Macedonia o Rey de Macedonia.
Según Wikipedia, “Los investigadores y los historiadores de los siglos XX y XXI han insistido en que se ha formado una utopía retrospectiva en torno a la Biblioteca de Alejandría. No hay duda de que la biblioteca existió, pero apenas hay certezas en lo escrito sobre ella. Se han hecho centenares de afirmaciones contradictorias, dudosas o simplemente falsas, realizando suposiciones a partir de muy pocos datos que, la mayoría de las veces, son sólo aproximaciones.”
No obstante, en cualquier caso, cualquiera de ellos, poseía implícito o explícito la idea del estudio; fuera por las musas de la música, o la ciencia, o fuera por la enseñanza de la filosofía, lógica, biología o astronomía. En cualquier caso, lo educativo también está presente en la existencia de escritos en papiros, así como en las colecciones de curiosidades, en los jardines, en el zoológico, y en otros elementos, toda una representación de espacios del Saber, espacios donde se enseñaba y se aprendía.
Un análisis de la otra parte, el coleccionismo, da también el sentido educativo. Desde el esclavismo, los objetos adquiridos comenzaron a exhibirse, y se hacía por la clase dominante con intenciones “educativas”, es que la educación siempre ha sido clasista, se enseña lo que considera el “poder” que debe ser enseñado, que es quien aporta los recursos y orienta el sentido y el propósito de esta actividad humana. Para aquella época, la cultura helenística o romana y en especial, la de la ostentación vanidosa y la demostración de “poder”, con lo que se pretendía intimidar a enemigos y adversarios, plebeyos y “gente” en general.
Por supuesto, la enseñanza del arte, del mundo lleno de curiosidades de los tres Reinos de entonces, Animalia, Vegetalia y Mineralia, también va contemplada como parte de aquel proceso educativo, aunque su carácter elitista fuera solo para unos pocos privilegiados.
Mucho se ha transformado el museo desde entonces, pero su esencia educativa se mantiene. Con el Renacimiento italiano, que después se expendería por toda Europa, y el advenimiento del siglo XVIII y su Ilustración devendrían momentos importantes en ese decursar de democratización del fenómeno museístico, que ha conllevado y acompañado a una ampliación de su carácter educativo.
En este periodo se incluye la creación del primer museo público, el Ashmolen Museum (1683); se crearán y expandirán los museos nacionales; el museo del Louvre (1793) ejercerá su influencia, aparecerá con el Siglo de las Luces el concepto del pueblo como usufructuario del patrimonio y se irán creando las condiciones para que hacia la segunda mitad del siglo XX se identifique la museología como ciencia y en su último tercio emerja la creación de un movimiento, nombrado “la nueva museología”.
Para ese momento el fenómeno museístico habrá alcanzado la mayor amplitud de la función educativa conocida hasta ahora, el museo empieza a dejar de verse como un mausoleo con objetos valiosos, para transfundirse con la comunidad, en un diálogo con ella, el carácter educativo del museo se populariza.
Historiadores, artistas, líderes culturales, museólogos y organismos internacionales han declarado y publicado sobre la necesidad de desarrollar mucho más esta función educativa. A pesar de ello (siempre hay un retardo entre las ideas más avanzadas y su aplicación generalizada), la posibilidad no ha logrado ser aun suficientemente bien comprendida por asesores y tomadores de decisión. Ello se refleja en el poco apoyo que muchas veces estas instituciones reciben, sobre todos los modestos museos de la comunidad, o en las orientaciones y prioridades que se le asignan para su quehacer, pero conocer estos puntos de vista, su importancia y diversidad merecen su propio artículo, pospongamos ese nuevo dialogo virtual para un próximo encuentro.
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