La voz monolítica significa lo ‘perteneciente o relativo al monolito’, y también se le aplica a lo ‘que está hecho de una sola pieza’. Ahora bien, monolito, además de ser ‘monumento de piedra de una sola pieza’, tiene su acepción principal en Geología: ‘Roca o mogote de roca aislado y modelado por la erosión, que resalta del terreno circundante’.
Según el Diccionario de apellidos castellanos, de Ruiz Arquero, el apellido Bernal es una alteración del apodo Bernardo, que proviene del céltico bern (hombre) y del godo hart (valeroso).
Sin embargo, en el idioma español, la voz bernal no tiene significado alguno, pero en lengua vasca quiere decir ‘peña, piedra’. En México la palabra bernal tiene un uso muy particular, pues es topónimo para designar un gran peñasco o alguna eminencia rocosa notable, y así se conocen, por ejemplo, el bernal de Quiahuixtlán, en Veracruz, el bernal de Horcasitas, en Tamaulipas, y otros más, pero el más importante es el bernal de Querétaro, a cuyo pie se asienta una población llamada simplemente Bernal.
EL bernal de Querétaro —distante solamente a 30 minutos de la ciudad de Querétaro— es de una belleza increíble; es el monolito mayor de México (350 metros) y el tercero del mundo, después del Pan de Azúcar, de Río de Janeiro (385 metros), y del Peñón de Gibraltar (425 metros).
Voy a aprovechar y expandirme en hablar de algunos detalles importantes del estado mexicano de Querétaro:
El vocablo querétaro, en el idioma tarasco, que era —y es— el hablado por los indígenas en la zona, significa ‘lugar donde se juega a la pelota’.
En Querétaro es famosa la arquería del acueducto que fue construido de piedra en la época colonial por el marqués de la Villa Villar de la Quila, el cual consta de 64 arcos sostenidos por pilares, donde algunos de ellos alcanzan la altura de 22 metros. Esa construcción es parecida a la del acueducto de Toluca, también en México, y ambas a la del antiquísimo acueducto de Segovia, en España, hecho en tiempos de los romanos.
Como sabemos, fue en Querétaro, en el célebre Cerro de las Campanas, donde el 19 de junio de 1867, después de haber sido sometidos a juicio sumarísimo, fueron fusilados el titulado emperador de México, Maximiliano I de Habsburgo (o de Austria) y sus generales conservadores Miguel Miramón (1833-1867) y Tomás Mejía (1812-l867). Esto trajo a México la soberanía de todo su territorio, y Benito Juárez (1806-1872), el primer gobernante indígena de América después de la colonización española, pudo entrar en la ciudad de México.
Miguel Miramón, quien dirigía a los conservadores mexicanos que le hacían la guerra al liberal Benito Juárez, había sido proclamado presidente de México en enero de 1859, pero después optó y se sumó al partido monárquico.
Por cierto, Maximiliano (1832-1867) era hermano menor del emperador de Austria Francisco José I de Habsburgo (1830-1916), por lo tanto, en el Imperio Austro-Húngaro su tratamiento era el de archiduque. Maximiliano estaba casado con la princesa Carlota (l840-1927), hija del rey Leopoldo I de Bélgica. El archiduque era virrey del reino lombardo-veneciano, parte del Imperio Austríaco. Maximiliano y Carlota residían en el Castillo de Miramar, en Trieste, cuando en abril de 1864 recibieron a una comisión de elementos conservadores mexicanos que organizaron una especie de plebiscito (que funcionó con el país invadido por tropas francesas), por el cual se accedía a que reinara en México un príncipe de casa real europea, católico, y que renunciara a otros derechos reales; los comisionados venían a proponerle a Maximiliano que aceptara; y Maximiliano aceptó. Además, el archiduque recibió conjuntamente a un representante del emperador de Francia Napoleón III, con quien firmó un convenio acerca del pago de las fuerzas francesas que desde antes habían invadido a México.
Por tal motivo, Maximiliano gobernó en México desde 1864. Como el general Miramón había perdido algunas batallas, el emperador facilitó que fuera a Alemania a estudiar táctica militar. Maximiliano tuvo que enfrentarse a fuerzas liberales que luchaban por reinstaurar la República, que en un principio pudo dominar, pero luego le fue imposible, sobre todo cuando Napoleón III abandonó su causa, a pesar de haber sido el que instigó para que aceptara el trono mexicano. En l866 el emperador estaba decidido a abdicar, cuando llegó Miramón del extranjero y lo disuadió, y el general se sumó a la dirección de las tropas realistas. Ese mismo año, la emperatriz Carlota, quien ya asomaba algún trastorno en su mente, viajó a Europa para, en Francia, pedir a Napoleón III, y, en Roma, suplicar al Papa, que brindaran inmediata ayuda a su marido, quien libraba una batalla perdida en México, pero nada consiguió en este sentido. Así las cosas, al saber de la muerte de Maximiliano, el trastorno mental se agudizó y fue encerrada en un castillo cerca de Bruselas, donde, muchos años después, falleció.
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