La Guerra de Independencia Española fue iniciada el 2 de mayo de 1808 con el levantamiento armado contra las tropas francesas que dirigieron los oficiales españoles Luis Daoíz y Pedro Velarde. Sin embargo, al mismo tiempo, el rey Fernando VII y su padre Carlos IV —debido a una estratagema de Napoleón Bonaparte— entregaban la Corona española a este, en un acto de sumisión extrema. Nada se sabía en España de este hecho, pero el pueblo y los soldados patriotas españoles decidieron empezar la lucha.
Antecedentes del levantamiento
Ambos oficiales, tanto Daoíz como Velarde, habían presenciado cómo las tropas francesas iban abriéndose paso por toda España, pues en ese momento eran aliadas en la lucha contra Portugal. Era abril de 1808 y estaban comandadas por Murat. Se produjeron varios incidentes por la presencia de las tropas francesas en Madrid —así como en otras ciudades, ya que por donde pasaban los soldados de Francia, ahí se quedaban—. En tal sentido, la Junta de Madrid, así como las autoridades militares españolas, tuvieron una especial negociación con las autoridades francesas y se acordó que los militares no molestaran a los vecinos y que, a su vez, hablaran acerca de la situación por la cual se encontraban allí, esto es, por ser aliados. Por su parte, el gobernador militar de Madrid don Fernando de la Vera,[1] ordenó a las tropas españolas mantenerse en los cuarteles y de esta manera evitar altercados con las francesas.
Tiempo después, en los días finales de abril de 1808, al ver Daoíz cómo iba complicándose el asunto acerca de que las tropas francesas cada vez más ocupaban ciudades importantes, pensó en un alzamiento general, y para eso lo planeó junto con Velarde, pero el movimiento fracasó al no contar con la aprobación del Gobierno. Sin embargo, el 1ro. de mayo se desarrollaron varios incidentes entre las tropas francesas y los vecinos de Madrid. Entonces Murat ordenó al día siguiente, el mismísimo 2 de mayo, que se dispusieran sus tropas de manera de ir ocupando todo lo que fuera necesario defender, como palacios y cuarteles de Madrid, de forma que la ciudad quedara totalmente controlada, y en ese entonces fue que se desarrollaron los primigenios ataques de las tropas imperiales francesas contra el pueblo madrileño.
Daoíz estaba al frente del Parque de Artillería de Monteleón y allí tenía bajo su mando a un pequeño destacamento de unos diecisiete hombres, pero Murat había enviado una tropa de alrededor de ochenta soldados franceses para asegurar que no se fabricara una munición más de la permitida.
Daoíz y Velarde se unen y dirigen el levantamiento
Ante la agresión de los franceses contra los civiles de Madrid, Daoíz se sintió molesto ante las órdenes de la Junta de Madrid donde expresaban que se debían quedar acuarteladas las tropas españolas.
Sin embargo, Velarde logró que un coronel español le diera el mando de su tropa —de dos oficiales y unos treinta y cinco hombres—, y acudió al Parque de Artillería. Tan pronto entró, logró la rendición de la unidad francesa que antes había enviado Murat. Igualmente, decidió dejar pasar a los civiles españoles que estaban dando gritos contra los franceses en las inmediaciones del Parque. Velarde, más joven, quizás con el ímpetu que caracteriza a la juventud, emplazó a Daoíz a que no hiciera caso del alto mando español, y que se enfrentara a los franceses y, luego de una tensa conversación lo convenció de luchar para expulsar al ocupante francés, lo que hizo Daoíz con total hidalguía.
El dos de mayo de 1808 en Madrid por Francisco de Goya y Lucientes
Así, puestos de acuerdo, Daoíz y Velarde optaron por entregarle armas a la población y Velarde organizó la defensa del Parque de Artillería con unos ciento veinte civiles, que se sumaron a las tropas españolas que tenía cada uno bajo su mando, y dividieron todo el personal en diferentes grupos al mando de un oficial.
Daoíz situó en la puerta del Parque una batería de cuatro cañones que él dirigió, la cual estaba manejada por soldados y gente del pueblo, y gracias a la ubicación de esta batería se logró frenar las cargas que fueron dispuestas por la infantería francesa, a la cual se causaron inmensas bajas, además, también la formación en que colocó Velarde a los españoles impidió que la infantería francesa lograra penetrar en el Parque por diferentes calles aledañas.
La lucha entre los españoles posesionados del Parque contra las tropas francesas fue muy desigual, pues Murat había decidido poner al mando al general galo Joseph Lagrange (1763-1836), y este logró reunir una cantidad superior diez veces a la de los soldados y civiles españoles, pues fueron unos dos mil. Así y todo, la batería de la puerta del Parque rechazó a estas tropas frescas, además de la fusilería de los civiles, protegidos detrás de los muros, dirigidos por Velarde.
Así las cosas, las municiones españolas comenzaron a disminuir. En el fragor del combate, Daoíz fue herido en un muslo, y aun así continuó combatiendo, pero el marqués de San Simón (Claudio de San Simón Rouvroy y Montblern), quien era capitán general del Ejército español, se presentó en el Parque con uniforme completo, medallas y entorchados, y se ofreció a reducir a la obediencia a los españoles que se resistían y así también intentar detener aquella matanza. Ante este hecho, cesaron paulatinamente los disparos de ambos lados, cesaron también los gritos tanto de españoles como de franceses y se fue disipando la humareda de tantos tiros de fusiles de aquella época y de cañonazos también.
Pero el general Lagrange exigía la total rendición de todos los complotados contra Francia y, entre ellos, unos que todavía defendían el Parque de Artillería. Estos, ante la confusión, entregaron el armamento y Lagrange los declaró prisioneros. Fueron los últimos defensores del sitio de Monteleón.
Daoíz, herido en su pierna y tendido en el suelo, de pronto se encuentra frente a la espada de Lagrange, quien apuntándole le dice en francés y despectivamente que es un vulgar traidor. Pero Daoíz, que hablaba francés, no toleró este insulto: Traidor a quién, debió pensar, si él estaba defendiendo el honor de España. Y acto seguido se levantó y con su sable —recordemos que era maestro en esta disciplina—, en un movimiento rapidísimo, atravesó al general francés, pero varios soldados napoleónicos atacaron por la espalda al valiente español a bayonetazos limpios.
Lagrange, que resultó gravemente herido, fue trasladado por sus soldados y con el tiempo pudo sanar su herida.
Mientras, Daoíz fue llevado por soldados españoles a su casa. Su gravedad, extrema, decía que sucumbiría al rato y, en efecto, allí murió poco después.
Por su parte, Velarde había muerto en plena lucha en el Parque de Artillería, alcanzado por la metralla francesa, de lo cual se enteró Daoíz cuando estaba herido, tendido en el suelo, y ya había llegado San Simón. Otro oficial que luchó gallardamente y fue herido con gravedad, lo era el teniente Jacinto Ruiz, quien murió más tarde en Extremadura, a consecuencias de tales heridas.
El 3 de mayo en Madrid, por Francisco de Goya y Lucientes
Al día siguiente, el 3 de mayo, el mando francés ya había hecho prisioneros a otros españoles que les gritaban y habían apoyado la lucha: Fueron fusilados.
Los cuadros que pintó Francisco de Goya y Lucientes acerca de los hechos anteriores titulado uno de ellos El dos de mayo de 1808 en Madrid (conocido también como La carga de los mamelucos[2] en la Puerta del Sol o La lucha con los mamelucos) y el otro: El tres de mayo en Madrid (también llamado Los fusilamientos del tres de mayo) son dos obras maestras que se exhiben en el Museo del Prado, y expresan todas las crueldades, tanto de los franceses contra los españoles como viceversa.
Continuación de las luchas por la independencia
Años estuvo secuestrado Fernando VII en Valençay y mientras, se desarrollaba en España la Guerra de Independencia. En 1810 el Consejo de Regencia de España reunió las Cortes de Cádiz, pues en el sur las tropas francesas no eran tan imponentes ni tan numerosas. Allí, las Cortes declararon una Constitución liberal y como único y legítimo rey de España a Fernando VII de Borbón. Finalmente, las tropas francesas habían sido derrotadas, y esto llevó a la firma del Tratado de Valençay, el 11 de diciembre de 1813, por el cual fue restituida la Corona española a Fernando VII, a quien su pueblo llamaba desde antes “El Deseado”.
El rey regresó a España en 1814 y fue magníficamente recibido por el pueblo, pero pronto declaró nulas las Cortes de Cádiz, la Constitución y restauró el sistema absolutista.
La lucha que comenzó el dos de mayo de 1808, que fue iniciada por Daoíz y Velarde, sirvió para poner en pie de lucha a todo el pueblo español. La Guerra de Independencia Española duró desde 1808 hasta 1814.
Este dos de mayo de 2017 se cumplen 209 años del grito de independencia iniciado por estos dos patriotas españoles que honran con sus nombres dos calles en la barriada habanera de El Cerro y en la ciudad de Matanzas.
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