Después de un recorrido por todas las provincias del país, el 24 de abril concluyó la Feria Internacional del Libro, ratificándose como una masiva actividad cultural de amplia participación popular. Había comenzado el 11 de febrero en La Habana. En mis visitas a la exposición en la capital me resultó gratificante contemplar a quienes individualmente, en pareja o en familia, asistían a las instalaciones de La Cabaña y de otros espacios en la ciudad.
Mucho dice al respecto la presencia de unas 350 mil visitantes en el evento capitalino, teniendo en cuenta las subsedes. Se lograron comercializar casi 300 mil ejemplares y se registraron más de 4 millones de accesos a contenidos de la Feria mediante las redes sociales. Cifras todas muy superiores a las de años anteriores.
Aunque la medida tiene sus detractores, me resultó mejor la presentación de los libros en locales especializados por Editoriales, abandonando la llamada “gran librería”. La nueva forma permite al lector ir directamente al tipo de publicación de su interés, sin tener que atravesar locales atestados de personas que buscan otros títulos y autores. Además, la nueva organización facilita el intercambio de información entre el comprador y el vendedor.
Otros aciertos que debe anotarse la Feria: las instalaciones para juegos infantiles; y la variada gastronomía, para todos los gustos y para todos los bolsillos.
Junto a estas y otras bondades, también se registraron deficiencias.
Desde el punto de vista cuantitativo, no pudieron presentarse unos 200 títulos programados. Ello refleja que en el mundo editorial y de la industria poligráfica, también ocurren los desencuentros que se registran en no pocas relaciones interempresariales en el país.
En cuanto a lo cualitativo, es de señalar la falta de obras de Carlos Marx, Federico Engels y Vladimir Ilich Lenin, quienes se convirtieron en los grandes ausentes de la Feria. Las pocas publicaciones que de ellos podían encontrarse estaban en Editoriales que las vendían en Pesos Convertibles (CUC). En Pesos Cubanos (CUP) solo pude acceder a un folleto con fragmentos de La Ideología Alemana. Es una limitación que no puede achacarse exclusivamente a los organizadores de la Feria.
El rechazo a las obras de los clásicos del marxismo tomó fuerza con la desintegración de la Unión Soviética y la desaparición de los países socialistas de Europa de Este. Hoy, en nuestro caso, se ha proclamado la intención de avanzar hacia un socialismo próspero y sostenible. Este objetivo presupone conocer las obras básicas del marxismo, aunque no solo remitirse a ellas.
Se requiere escudriñar el pensamiento de autores anteriores a Marx, contemporáneos con él y también de los actuales. En este empeño, se debería difundir más ampliamente a quienes, en América Latina y el Caribe, fomentaron y fomentan las ideas socialistas. Muchos lectores cubanos, especialmente los jóvenes, agradecerían tener acceso a una biblioteca mínima de estas obras. No hay que olvidar la sentencia de Lenin: “Sin teoría revolucionaria tampoco puede haber movimiento revolucionario”.
Al respecto, el Comandante en Jefe Fidel Castro, en la Asamblea de Balance del PCC en La Habana el 20 de marzo de 1974, expresó: “Este partido nació de dos factores esenciales, fundamentales, invalorables: la unión de todos los revolucionarios (…) y una doctrina científica, una filosofía político-revolucionaria: el marxismo-leninismo.”
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