Ernest Hemingway solía expresarse de modo directo, áspero, sin circunloquios. Y no se anduvo por las ramas cuando dijo: “Se necesitan dos años para aprender a hablar, y sesenta para aprender a callarse”.
El brillantísimo actor, escritor y cineasta norteamericano Orson Wells, la emprendió sin piedad contra quienes parlotean con el cráneo vacío. Él dijo: “Muchas personas están demasiado educadas para hablar con la boca llena, pero no se preocupan por hacerlo con la cabeza hueca”.
Hace más de dos milenios y medio, el filósofo y matemático griego Pitágoras de Samos advertía, encolerizado: “Más le vale a un hombre tener la boca cerrada, y que le crean tonto, que abrirla, y que se convenzan de que lo es”.
HABLAR POQUÍSIMO, SABIA NORMA
El cuentista francés Guy de Maupassant expresó este llamado a la concisión: “Para cualquier cosa que se quiera decir solo hay una palabra para expresarla, un verbo para animarla y un adjetivo para calificarla”.
Cuando quebrantamos esta sabia norma, estamos en peligro de que, sin misericordia, el sociólogo francés Gustave Le Bon nos aplique este diagnóstico: “La abundancia de palabras inútiles es un síntoma cierto de inferioridad mental”.
El humorista argentino Aldo Cammarota opina que “quien pudiendo decir algo en diez palabras usa veinte, es capaz de cualquier otra mala acción”.
Va más allá el dramaturgo asturiano Alejandro Casona, y juzga que no es suficiente ser parco en palabras, pues “hablar poco, pero mal, ya es mucho hablar”.
OTRAS CUMBRES SE PRONUNCIAN
El escritor Francisco de Quevedo, una de las cúspides del Siglo de Oro español, dijo para todos los tiempos: “Las palabras son como monedas, que una vale por muchas, como muchas no valen por una”.
Su contemporáneo, esa cima del castellano que fue Miguel de Cervantes Saavedra, expresó: “No hay razonamiento que, aunque sea bueno, siendo largo lo parezca”.
Para el pensador francés Montesquieu, “cuanto menos piensan los hombres, más hablan”.
Claro, en este manojo de citas de famosos, quizás la más terminante y pesimista se deba a la ironía del escritor inglés William Somerset Maugham, quien dijo: “Si la gente solo hablara cuando tuviese algo que decir, el ser humano pronto perdería el uso del lenguaje”.
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