La paralizante angustia del miedo, la impulsiva furia colérica, el arrebatador éxtasis amoroso, o el implacable y dominante sentimiento del deber, han sido por milenios apoderados jinetes encargados de cabalgar el alma, dejando sus más profundas huellas, en los imaginarios de cada conjunto humano por ellos jineteados; propulsando los destinos de cada integrante de la especie, encausando así a los más diversos grupos sociales; etnias, pueblos y naciones. Como sutiles manipuladores de nuestro universo emocional, han ejercido su efecto avasallador sobre las grandes multitudes, y en estas dimensiones sociales, llevándoles a colosales victorias; hermosos momentos del deporte; importantes logros políticos, sociales; invaluables creaciones del arte y la cultura; así como a los más terribles genocidios; o las mayores atrocidades conocidas por la historia.
Así entonces, el Miedo, la Ira, el Amor y el Deber, desde las recónditas profundidades del inconsciente colectivo de cada grupo humano, germinan y se manifiestan en mitos, leyendas y religiones, por siglos transmitidos de bocas a oídos; de generación en generación, a través de ésta simbólica constancia que a su vez, ha servido de retroalimentación e instrumento, lo mismo, para alertar e instruir: tanto, sobre sus influencias y posibles consecuencias; como de convencer, persuadir y exhortar a dejarse seducir fielmente por sus impulsos. El viaje del héroe (1), siempre les ha contenido en casi todas sus versiones conocidas, desde las más antiguas mitologías, hasta las más recientes historias. Los sistemas mitológicos de cada región del mundo, incluyen leyendas donde el miedo advierte y previene; la ira, sobrecoge y provoca; el amor enternece y sublima; así como el deber nos convoca y exige. Tres emociones y un sentimiento mediante los cuales, prácticamente, se han dirigido los destinos de la humanidad con tal sutileza, que nunca nos hemos percatado del sometimiento y la adicción del género humano, ante tales “instrumentos”.
El Miedo, como jinete del alma
Se sabe que el miedo tiene varias fases, muchos tipos y no pocas maneras de manifestarse. Por cada una de ellas puede que exista un mito, o leyenda. Pero en cada mito o relato de terror y misterio, suele haber un reencuentro con nuestros miedos compartidos. Muchos de ellos proceden de aquellas angustias profundas y cotidianas, invariablemente redimensionadas con sus propias jerarquías, por los más diversos grupos humanos. Poder proyectar, distanciarse, de una inquietud indeterminada que no hay cómo explicar, y tener la oportunidad de ponerle nombre, provoca un alivio intenso. “La conversión de angustias en miedos, forma parte de una etapa del desarrollo humano y para algunos estudiosos de estas cuestiones, suele provocar consuelo esta posibilidad de distanciarse de aquellas congojas impenetrables, diferenciarles y dotarles de figura, a través de los personajes arquetípicos de las leyendas de terror y misterio. Sabemos que por ello no es eliminado el miedo, pero al menos se nos otorga la posibilidad de crear las condiciones para engañar a estas terribles entidades, dominarles y en muchos casos, hasta vencerles”. (2)
Hay miedos inyectados desde nuestra más tierna infancia, con los cuales se nos controlaba, atemorizaba y gobernaban. Estudiado en los tiempos actuales como construcción cultural, el miedo se ha revelado como emoción colectiva e individual, que varía con las épocas y los contextos históricos. También suele ser arma de dominación política y de control social. Diversos autores han denunciado el uso político del miedo como forma de control ciudadano, lo han usado casi todas las tiranías en la historia del mundo y hoy se utiliza profusamente en la creación de falsos escenarios de inseguridad, imaginados, creados y recreados por verdaderos profesionales, actualmente desarrollado y puesto en práctica, perfeccionado como parte de un método para derrocar gobiernos de izquierda.
En la mitología cubana nunca han estado ausentes estos, que hoy se han dado en llamar, cuatro jinetes del alma. Una pequeña muestra de mitos y leyendas, extraídas del imaginario popular de La Mayor de las Antillas, tal vez pudiese dar buena cuenta de ello.
Las leyendas clásicas del miedo infantil
El Viejo del Saco: Figura compartida del imaginario popular Latinoamericano (2), hace ya algún tiempo utilizada como recurso por algunos padres para infundir miedo a sus hijos y amedrentarles, con la finalidad de suprimir majaderías. ¡Por ahí viene el viejo del saco…! ¡Y te va a llevar, si no haces lo que digo…! Es posible que su origen esté fundamentado, en el mal aspecto de mendigos e indigentes que aun forman parte del paisaje urbano. Estos acostumbraban a portar sus pertenencias en una bolsa o saco. De manera frecuente, se trata de personas con problemas, generalmente sin hogar, ni familia que de ellos se ocupen. Donde muchos se han visto en situaciones tan desesperadas, que les obliga a vivir con lo encontrado en los latones de basura, todo lo cual guardan en sacos. Quién sabe si al citarle con tal imagen, va dirigido al subconsciente del niño algún mensaje subliminal que le indica: “mira lo que puede pasarte, a esto puedes llegar (a convertirte como el viejo del saco), si no cumples con los principios elementales que ahora trato de enseñarte”. Así, cuando el viejo del saco “viene a llevarte”, te llevaría al lugar a donde van los “desobedientes”, “que no hicieron caso”, de aquellos preceptos y normas elementales para guiarse en la vida, por tanto, su tránsito por la existencia se torna miserable. Cómo explicar todo esto a un alma tan ingenua, si no es por medio del símbolo y la metáfora. Algo indica al preceptor cómo lograr su rápida captación, a través del miedo. De la misma manera que algo indica al infante, que “ser llevado” por el viejo, es malo. El niño piensa en lo horrendo que sería, estar alejado de su medio y de los suyos (3).
El Coco: A diferencia del hombre del saco, el coco nunca tuvo rostro ni figura definida. Nadie conoce su apariencia, por lo cual, cada quién se lo imagina como sus miedos interiores lo proyectan en su imaginación. Lo que ha facilitado percibirlo como algo horrendo, aterrador y peligroso. Las acciones terribles de “El Coco” casi siempre son dos, con ellas se ha venido amenazando a los niños desde siglos atrás: ¡Por ahí viene “El Coco” y te va a llevar…! O la otra, casi siempre infalible: ¡Si no obedeces, “el Coco” te comerá...! Pasada la infancia, este personaje pierde totalmente su poder, cuando la vida nos despoja del grado de inocencia necesario para sucumbir ante aquella imagen inducida (3), y otras figuras del miedo nos llegan para ocupar su lugar.
El miedo a la guerra
Los conflictos bélicos siempre han sido convocantes de los más terribles miedos: destrucción; soledad; hambre; miserias; enfermedades y muerte, son sus inseparables compañeros. Ante la guerra, solo dos opciones hay: te quedas a servirle de alimento (deber), o te retiras con los tuyos, en eterna migración (amor). Cuando se hace imposible tomar a tiempo una decisión, si las consecuencias llegan a ser funestas; más tarde o más temprano suelen aparecer en muchos, los desvaríos del desequilibrio mental. Así ocurrió cierta vez, ya casi al final de la Guerra de Independencia de Cuba, donde tropas mambisas combatían contra las españolas, en las cercanías del poblado de Mayajigua, hoy en la actual provincia de Sancti Spíritus, lo cual dio lugar a la leyenda:
El Pelú de Mayajigua. Así fuera llamado Enrique de Jesús Rodríguez Pérez, alias Barajay, cuando herido a sedal en la cabeza por un balazo de máuser, quedó sin conocimiento en medio de un espeso hierbazal, donde no fue visto por sus compañeros, cuando la tropa hubo de batirse en retirada. Despertó totalmente solo, traumatizado, con sus facultades mentales trastornadas. Pero logró sobrevivir refugiándose en cavernas de las zonas de Cacarratas, Boquerón y otras (4). Vivaqueaba en los más inhóspitos parajes, huyendo de la guerra y la civilización. Se alimentaba de jutías y majáes, además pudo lograr un pequeño sembradío, que mantenía en lo espeso de los montes. Al tiempo su ropa cayó en girones y quedó desnudo, solo cubierto con una espesa y larga barba e hirsuta pelambrera larga. A menudo subía a los árboles en busca de frutas. Este comportamiento y sus fugaces apariciones, fueron objeto de numerosas leyendas de carreteros (5), e incluso se le llegó a confundir con algo semejante a un mono gigante. Salieron a cazarlo y le atraparon. Su principal problema consistía, en no creer que se había terminado la guerra contra España. Le llevaron a Mayajigua y se cuenta que en este propio año, un avispado comerciante lo exhibió como si fuera un fenómeno de feria, presentado como el Robinson Cubano, donde el investigador cubano Samuel Feijóo (6) nos cuenta, “cobraban un real, a cada persona que entrara a verle”. Luego de lo cual, algunos suponen una fuga y retorno al monte de este personaje. Se cree también que, en 1910 un veterano de la guerra de independencia, fue a buscarle y le convenció para dejar ese modo de vida. Lo llevó a su casa, le dio ropa y comida. Pero el final de esta leyenda se bifurca en varias versiones. En una de ellas, el Pelú, aterrorizado por el maltrato recibido por el comerciante y el público, volvió al monte y nunca más se supo de él; en otra, fue trasladado a La Habana, donde al parecer, por el súbito cambio del modo de vida, se enfermó y murió. En el poblado de Mayajigua, se le erigió un monumento, obra del escultor cubano Osmeldo García. (3) 441.
El miedo religioso y una leyenda cubana
Una pelea cubana contra los demonios: A finales del siglo XVII algunos intereses, en la villa de San Juan de los Remedios del Cayo, en la actual provincia de Villa Clara, impulsaron a las autoridades eclesiásticas a mudar el poblado hacia otro lugar. Ante la negativa de muchos de sus habitantes y como recurso extremo, uno de los sacerdotes propagó que el sitio estaba poseído por los demonios, lo cual derivó en diferentes incidentes, como el que se produjo a los 4 días del mes de septiembre del año 1682, cuando el exorcista oficial de esta Villa, nombrado y titulado como tal por la Santa Inquisición, dejaba fe ante notario público y testigos de renombrado prestigio, de los santos oficios llevados a cabo en la persona de la negra criolla Leonarda, esclava de Pascuala Leal, viuda y vecina de este lugar. Dicho exorcismo fue llevado a cabo con total bienaventuranza y durante su desarrollo fueron expulsados el demonio llamado Lucifer y treinta y cinco legiones de apoderados, que con él se encontraban en el interior de la negra posesa. Según las eclesiásticas autoridades, ya no había otra solución que mudar el pueblo, pues el temible Príncipe de las Tinieblas había invadido estos territorios con la extraordinaria cifra de 800 mil espíritus, de gran maldad poseídos, quienes ya comenzaban a manifestarse en los pobladores. Este y otros episodios anteriores y posteriores, desencadenaron la denominada “Pelea cubana contra los demonios”, que inspirara al sabio Fernando Ortiz su libro homónimo, obra mayor sobre demonología latinoamericana, al decir de Samuel Feijóo. (6) 55. Aunque algunos cuentan, que mucho más tarde habría de descubrirse a cierto sacerdote involucrado en estas andanzas para mudar el pueblo, era dueño de tierras ya debidamente parceladas, curiosamente ubicadas, en la zona a dónde se inquiría con tanta persistencia, fuese mudada con premura la demonizada y atormentada Villa.
Intolerante jinete
El miedo se ha identificado actualmente, como una de las características de la sociedad postmoderna, pues es ahora el momento en el cual, la especie humana se enfrenta a la posibilidad de su propia destrucción y extinción. Aunque siempre se encontró inserto en los principales sistemas religiosos, en sus textos fundadores. Ciertas religiones y sectas por siglos, han recurrido al adoctrinamiento con amenazas de sufrimiento infinito y eterno, si no se cree en sus postulados, o no se cumplen sus normas. Mientras otras, se fundamentan directamente en la necesidad de evitar dolor y sufrimiento, y por lo cual según algunos creen, llevan de manera indirecta, una especial relación con el miedo.
Los medios de transmisión masivos son hoy principales propagadores de muchos de los miedos que rondan al mundo. Se dio un caso en los Estados Unidos de Norteamérica, por el año 1938, donde el entonces joven norteamericano Orson Welles, desató el pánico colectivo por la transmisión sorpresiva de un fragmento de su novela La guerra de los mundos, cuando interrumpió un escuchado programa radial, con un excitado narrador brindando noticias de última hora, sobre un pretendido ataque alienígena a la Tierra. Lo cual desató una histeria colectiva tal entre los estadounidenses, que provocó hasta suicidios en la población, pues había quienes preferían la muerte, antes de caer en manos de tales monstruos. Aunque los expertos aseguran, que siempre será preciso lograr la credulidad de la sociedad, para que el pánico pueda apoderarse de las multitudes.
Miedos Compartidos y procedimientos de conservación
El miedo reflejado a través del arte y la cultura, presenta posibilidades casi infinitas para reflejar temores personales, que luego de manera sutil e imperceptible se traducirán en Miedos Compartidos, en cuanto el primer grupo humano se identifique con ellos y les acoja para recrearles en sus mitos, leyendas o religiones, donde quedarán por siglos perfectamente resguardados de los cambios de generaciones y paradigmas, con todo su potencial intacto para resurgir en los escenarios más propicios, cada vez que se les convoque, en el transcurso de los siglos.
Podemos imaginar entonces cómo al final El Miedo, causante de tantas desdichas y desequilibrios, tal vez nunca desaparecerá de la faz de la Tierra, pues aunque siempre persistamos en avanzar hacia la luz, ésta proyectará eternamente nuestra propia sombra detrás de nosotros y desde allí, volverá a cabalgarnos una y otra vez este oscuro e intolerante jinete.
Bibliografía
(1) El viaje del héroe. Imágenes en la memoria popular. Artículo. Gerardo E. Chávez Spínola. Columna, Imaginario Popular. Mitología cubana. CUBARTE. Fecha pub. 26.02.2015.
(2) Sociologie et philosophie. Emile Durkheim: P.U.F., París, 1963, pp. 134-135.
(3) El viejo del saco y otros personajes compartidos del imaginario Latinoamericano. Gerardo E. Chávez Spínola. Columna, Imaginario Popular. Mitología cubana. Portal CUBARTE. Publicado Fecha: 2013-10-23.
(4) Catauro de seres míticos y legendarios en Cuba. M. R. Glean y G. E. Chávez Spínola. Ed. por Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello. La Habana, Cuba. 2005. ISBN 959-242-107-2.
(5) Leyendas de Carreteros. Artículo. Gerardo E. Chávez Spínola. Columna, Imaginario Popular. Mitología cubana. CUBARTE. Fecha pub. 26.02.2015.
(6) Mitología Cubana. Samuel Feijóo. Ed. Letras Cubanas. La Habana, Cuba. 1986. ISBN. 011-08-07.
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