"Los caminos" pictóricos de García Espinosa


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En la Casa del Alba se presenta hasta el 12 de abril la exposición “Los caminos” del pintor, escenógrafo y profesor, Pedro García Espinosa. Este título hace recordar, de manera casi espontánea, aquellos versos del poeta español Antonio Machado:

 

“Caminante, no hay camino,

  se hace camino al andar.”

 

García Espinosa ha hecho sus caminos, pintando, cambiando temáticas, utilizando técnicas diversas, entrando y saliendo de diferentes corrientes a lo largo de su vida, en la cual solamente 17 años le separan del siglo. Estos son sus caminos, que toman una u otra dirección, que se distancian y se unen en uno solo, el camino único de su obra pictórica, concebida en su totalidad.

Así esta exposición permite apreciar, en una suerte de viaje a la semilla, los tres últimos caminos artísticos por él recorridos en un viaje del presente al pasado. En la planta baja, encontramos el momento actual, donde las obras expuestas hacen patente la abstracción, con el uso de colores puros y formas que trasmiten dinamismo y vivacidad. Después de subir una empinada escalera, que sirve para imaginar que se asciende  a un tiempo que ya no es, encontramos, la primera de sus últimas etapas, la dedicada al homenaje a las deidades del panteón yoruba que lo fascinara durante algunos años. A este conjunto se suma la figuración, en la cual la inclusión de la realidad circundante fue una constante de todas sus obras. En esta vertiente García Espinosa, elaboró, con ojo crítico, según su apreciación personal, aspectos importantes de la realidad cubana, así como circunstancias de carácter universal.

Estos tres caminos poseen, sin embargo, un lazo unitario que va más allá del hecho elemental de haber sido creados todos por el mismo individuo. Este nexo de unión lo constituye el empleo de veladuras, técnica que García Espinosa maneja con acierto y que constituye una de sus características más distintivas. Resulta atractiva la capacidad para sugerir y hacer participar en el descubrimiento de lo que está insinuando, pero no se ve del todo, por lo que puede imaginarse y llegar a su significado final fuera de la obra.

No se trata en realidad de una retrospectiva, sino de un recuento apretado, pues los que conocen la obra de este artista echarían de menos en una muestra con estas pretensiones, el tema del retrato, para el que García Espinosa tiene ese “don” que no se aprende en las academias o en las escuelas de pintura, sino que es el raro privilegio de quien sabe captar los rasgos físicos del retratado, pero además, y lo que es mas importante, la psicología personal que convierte al retrato en algo vivo. Faltarían además en esa retrospectiva, algunos ejercicios de su época en San Alejandro, que se encuentran en colecciones privadas. Asimismo, en un espacio más amplio ocuparían un lugar por derecho propio, los estudios para las escenografías por él realizadas para filmes esenciales del cine cubano, del que es fundador, como Lucía, Una pelea cubana contra los demonios, Los días del agua  y Cecilia de los muchos en que con su labor dio vida a las ideas creadoras de los mejores directores cubanos, de los años fundacionales del ICAIC, como Humberto Solás, Titón y Manuel Octavio Gómez, entre otros.

Es de celebrar que la Casa del Alba, acoja en sus salas este apretado núcleo de García Espinosa en los últimos años. Con seguridad, él nos sorprenderá muy pronto con nuevos caminos porque siempre, lleno de planes para el futuro, como un adolescente, posee ese motor impulsor que es el secreto de los creadores.


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