El filme cubano Los buenos demonios, del reconocido realizador cubano Gerardo Chijona comenzará a exhibirse mañana primero de febrero en el circuito de estrenos del país y se mantendrá en cartelera hasta el día 22.
A propósito de este estreno Chijona, acompañado de los actores Isabel Santos, Carlos Enrique Almirante, Enrique Molina, Aramís Delgado, Yailene Sierra, Raúl Pérez Ureta, director de fotografía y Premio Nacional de Cine, Alexis Álvarez, el director de arte, y Daniel Díaz director de producción, encabezó un encuentro de prensa en el Centro Cultura Fresa y Chocolate de esta capital.
Chijona explicó que esta cinta parte de un guión escrito a dos manos por el desaparecido cineasta cubano Daniel Díaz Torres y Alejandro Hernández, egresado de la Facultad de Artes de los Medios de Comunicación Audiovisual (FAMCA) del ISA, autor de una novela que le dio la base. «Este es el proyecto inconcluso de Daniel que murió soñando con hacer esta película»
El director advirtió que la película conserva la mirada de Daniel, «yo respeté el espíritu del guión, lo que hice fue editar algunas cosas que estaban ya fuera de actualidad y algunos otros pequeños cambios; me parece (…) que fui lo más fiel a la película que Daniel tenía en su cabeza».
En lo que no coincidió con Díaz Torres, dijo, es en que este quería una película más oscura, más naturalista «y yo tengo la impresión de que en algunas películas que veo el entorno es tan fuerte, que ahoga a la historia o a los personajes; se olvida que lo que se cuenta es la historia de seres humanos con virtudes y defectos; con ángeles y demonios», señaló.
Comentó luego que muchos afirmaban que el casting garantiza el 70 por ciento del éxito de un filme, con lo que él es muy cuidadoso; en el caso de la película lo hace sentir muy contento el resultado de las actuaciones; reveló que su método de dirección es a partir de sentimientos y emociones por lo que busca resultados en los ensayos «y aquí aprendí algo que es muy difícil para un director: callarme la boca y escuchar a los actores».
Carlos Enrique Almirante construyó en solo quince días el personaje de Tito, el protagonista de la cinta, un asesino, que no es ni un sicópata ni un bipolar, es un joven pragmático para el cual matar se convierte en casi una necesidad para resolver un problema.
«La película toda va de la apariencia a la realidad y decidimos buscar las sombras en los seres humanos y no en el entorno y por eso le pedí a Raúl Pérez Ureta una Habana luminosa y brillante para que el entorno no estuviera calificando la historia. Siento que nos estamos metiendo en una zona invisible de la realidad cubana de la que no se habla abiertamente pero está ahí, que es la pérdida de valores espirituales, por eso la película es una reflexión moral sin tomar partido y sin juzgar a nadie porque yo no soy ni policía, ni juez ni cura», declaró Chijona.
En cuanto al final —que no era el final que se había concebido en el guión—, se sustenta en una larga toma de Isabel Santos mirando directamente a cámara; «yo sabía que Isabel podía hacer esa escena, aguantar ese plano interminable con la cámara acercándose, algo muy difícil para cualquier actor», aseguró el realizador.
Isabel por su parte reveló que en esa escena ella le pide perdón al público por lo que su hijo había hecho, «es un diálogo interno de esa madre por cuya cabeza pasan muchas cosas, y la respuesta la da el público, ella le está preguntando algo así como ¿qué harían ustedes?
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