En un reciente trabajo el reconocido analista político cubano Jesús Arboleya, significó que la mayoría de los seguidores y amigos de Trump están conscientes de que miente y hasta de que es errático en sus manifestaciones en público y acciones como gobernante, pero todo esto les conviene, viene bien a los intereses de cada uno de sus adictos a la hipocresía y al fanatismo por parte de un energúmeno multimillonario gobernante del país más poderoso del mundo.
Y es que: “Estas personas están ahí mucho antes de que Donald Trump alcanzara la presidencia y son el producto de una cultura cuyas expresiones se remontan a épocas tan lejanas como el siglo XVIII, cuando se puso de moda la supuesta interpretación bíblica de que los anglosajones eran los legítimos descendientes de las “Tribus Perdidas de Israel” y la raza blanca la escogida por Dios para sobrevivir al Apocalipsis y purificar a la humanidad”.
Así apreciamos a lo largo de la historia de los Estados Unidos, infinidad de acontecimientos y hechos sangrientos como fueron la ocupación de las tierras indias, el exterminio absoluto de sus primeros pobladores, y el comercio de la trata negrera y la esclavitud en sus manifestaciones más inhumanas, los que nutrieron en gran medida dicha filosofía fundamentalista, a la que se agregaron la discriminación de los inmigrantes, el oprobioso racismo y la xenofobia unidos todos al mito de la “excepcionalidad estadounidense”. (Anyway, I’m American), para hacer y deshacer en cualquier parte del mundo.
Trump es el líder de esta cruzada de tartufos y de súbditos emigrantes o familiares mercenarios (Mike Pompeo, Marco Rubio…) quienes en realidad lo que realmente apoyan es al gran capital y su capacidad para crecer, reproducirse y expandirse en los bolsillos de unos pocos. Trump es el clown indicado para llevar a cabo estas aspiraciones, como un rey Midas haciendo constar a diario su capacidad mágica de multiplicar ganancias a toda costa y de poder sostener una economía que aunque esté prácticamente tambaleándose producto de la gran crisis del capitalismo y de su invento neoliberal de hace unos pocos años, es capaz de saber movilizar mediante su absurda verborrea y, ante todo manipular –como viejo y sagaz ente comunicador publicitario de antaño de la pequeña pantalla–, a esa jauría humana codiciosa, inescrupulosa y hasta fascista.
Es la demagogia hecha persona con psique devastadora, anti ética y terrorista para envidia de aquellos que llevaron al mundo a una segunda conflagración mundial hace años atrás.
Según observadores, entre quienes se incluye el reconocido Atilio Borón: “Actualmente, dichas personas representan alrededor del 40 por ciento del electorado. Son minoría, pero ningún otro grupo por separado es mayor que ellos y generalmente votan en bloque y de manera más consistente que el resto de los electores, lo que acentúa su fuerza política (…) Son personas de piel blanca con un nivel cultural promedio que no alcanza la enseñanza universitaria, por lo general residentes en áreas de menor concentración urbana, principalmente vinculados a la agricultura o a empresas manufactureras, muy afectados en sus niveles de vida y estatus social por el fenómeno de la globalización, el desarrollo tecnológico y la competencia con la mano de obra más barata, que ofertan los inmigrantes”.
Y algo esencial (y hasta esclarecedor), desde el punto de vista de apoyo electoral en este capítulo referido a las raíces y personalidad del Presidente norteamericano, y en relación con investigaciones de PEW Research Center:
“Una parte de las iglesias evangélicas han servido como punto de confluencia política e inspiración ideológica de estas personas, dando forma a un movimiento supremacista y chovinista que en la actualidad sostiene la popularidad de Donald Trump. Los evangélicos blancos constituyen el 26,3 por ciento de la población norteamericana y tres cuartos de ellos apoyan al presidente republicano”.
Estos individuos constituyen la base social de lo que se ha dado en llamar “la ofensiva conservadora, un movimiento que se viene articulando desde los años 70 del pasado siglo, en respuesta a los avances de los movimientos civiles y antibelicistas de la época.
“En la cima de este conglomerado de seguidores se encuentran billonarios de tendencia ultraconservadora; corporativos de grandes empresas, especialmente las vinculadas a la producción de armas, la explotación de energías no renovables y las industrias farmacéuticas; miembros del sistema judicial, hasta alcanzar la Corte Suprema; algunos dueños de grandes medios de comunicación; políticos electos a diversos niveles y ambiciosos intelectuales y funcionarios, encargados de la construcción teórica y el trabajo operativo de los proyectos.
“Bajo su patrocinio, se produjo la creación o el mejor aprovechamiento de fundaciones privadas orientadas a auspiciar programas de influencia política e ideológica conservadora; importantes tanques pensantes, como la Heritage Foundation y el American Enterprise Institute, encargados de la arquitectura intelectual del movimiento y su impacto en las más prestigiosas universidades del país; decenas de organizaciones lobistas, entre ellas el National Conservative Action Committee; diversos medios de comunicación, como Fox News, así como los poderosos Political Action Committees (PACs), destinados al financiamiento de las carreras de los políticos conservadores a todos los niveles de la estructura gubernamental norteamericana”.
El resultado, harto conocido: un pequeño grupo de grandes magnates de derecha ha alcanzado un peso inusitado –y como nunca antes–, en la vida política de los Estados Unidos a partir del mandato de su Presidente número Cuarenta y cinco.
Continuará…
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