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Lola María continúa por Matanzas


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Otras miradas a Dolores María Ximeno

Una edición de lujo, como todas las que hace Vigía, es la que se le hizo al texto Dolores María Ximeno, otras miradas, cuya autora lo es Mireya Cabrera Galán, quien resultó ganadora del Premio de Investigación Histórica Pedro Antonio Alfonso, convocado por Ediciones Vigía y la Fundación Alfonso y Carreño. La presentación del libro tuvo lugar en noviembre de 2016.

La autora, natural de Córdoba, Veracruz, México (1963), desde muy pequeña fue a vivir con sus hermanos y su madre mexicanos junto a su padre cubano a la otrora Atenas de Cuba, de donde era este, y desde entonces se ha radicado en esta ciudad del occidente del país —que en el siglo xix llegó a ser la segunda urbe en cuanto a riqueza, poder y cultura de la vida cubana—.

Graduada de Licenciatura en Historia en la Universidad de La Habana, se constituyó como un firme baluarte de la historiografía matancera, especializada en la investigación acerca de instituciones y personas de la urbe de los finales del xix y hasta mediados del xx. Así Cabrera Galán nos lo muestra en distintos trabajos, y en los diferentes títulos entregados: Úrsula Deville: pasión y canto, Ediciones Matanzas, 1993; El Ateneo de Matanzas, Premio Pinos Nuevos, 1999, Editorial de Ciencias Sociales, 2000; Agustín Acosta: Aproximación a su vida y obra, Premio Biografía y Memoria, 2009, Editorial de Ciencias Sociales, 2009. Además, la “Cronología histórica del municipio de Matanzas”, que hizo junto con otros colaboradores, pero se mantiene inédita. Y ahora nos regala esta investigación acerca de Lola María, la inteligente, culta e ilustrada hija de uno de los ricos Ximeno matanceros y de la muy bella Lola Cruz.

La publicación que le hace Ediciones Vigía a Mireya de su investigación Dolores María Ximeno, otras miradas, tuvo la edición de la poeta, traductora, ensayista y también editora Laura Ruiz Montes, y el diseño y gráfica de Johann E. Trujillo, a quien no por tenernos acostumbrados a sus ricos trabajos editoriales, se le debe dejar de agradecer muy mucho lo que hizo con este bello trabajo artesanal. Además, de todo el amor depositado por el resto de los trabajadores de Vigía.

Mireya Cabrera Galán traza, de su trabajo, una Aproximación al tema, al hacer mención de las principales mujeres que le antecedieron a Lola María como poetas o escritoras en la literatura cubana. La primera de ellas es la marquesa de Jústiz de Santa Ana, doña Beatriz Jústiz y Zayas (1733-1803), quien escribió en su nombre y en el de más de cien damas habaneras al rey Carlos III una carta métricamente expuesta en la que denunciaba a los miembros de la gobernación en Cuba que permitieron, por poca habilidad y cobardía, que los ingleses hubieran tomado La Habana en 1762. Le siguen María de las Mercedes de Santa Cruz y Montalvo, condesa de Merlin (1789-1852), quien escribía solo en francés, no solo por haberlo estudiado desde muy chica, sino por haber ido a vivir muy joven a París; Úrsula Céspedes (1832-1874); Luisa Pérez de Zambrana (1835-1922); Aurelia Castillo de González (1842-1920), casada con un oficial del Ejército español que la siguió en todo momento, como cuando ella fue expulsada de Cuba por sus simpatías por los mambises y se expatrió junto a ella; Mercedes Matamoros (1851-1906); Nieves Xenes (1859-1915); y las hermanas Juana (1877-1896), y Dulce María Borrero Pierra (1883-1945). Mención aparte de Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814-1873), la primera mujer que escribió una novela acerca de la esclavitud, Sab (1841), y quien fue una de las fundadoras de la narrativa social en Hispanoamérica. También fue proclamada la Avellaneda para ser incluida en la Real Academia Española, pero rechazada por ser mujer, por un magnífico escritor español, pero, al parecer, “adepto” a la misoginia.

En medio de todas ellas queda Dolores María Ximeno Cruz (1866-1934), quien pasa a la posteridad como “Lola María”, a partir de contribuir con un pedido hecho particularmente por don Fernando Ortiz, cuando le pide sus Memorias para irlas ofreciendo en las diferentes ediciones de la Revista Bimestre Cubana, que él dirigía y que aparecieron por entregas, entre los años 1924 y 1929, con el título de “En aquellos tiempos... Memorias de Lola María”. Después, aparecerían publicadas la totalidad de estas entregas agrupadas en forma de libro, en dos tomos, que totalizaban más de setecientas páginas, el primero, en 1928, y el segundo, en 1930, publicados por la Colección Cubana de Libros y Documentos Inéditos, dirigida por el propio don Fernando.

Sin embargo, algo más de cincuenta años después, en 1983, ese grande de nuestros libros, Ambrosio Fornet, publicó una selección de estos dos tomos, en uno solo, que tituló Memorias de Lola María, en el que incluía su selección de las mejores crónicas. Más tarde, otras investigadoras trataron acerca de esta obra, como Nara Araújo y Zaida Capote, y así lo consigna Cabrera Galán.

En sus Memorias, Lola María, hija de una de las familias más opulentas de toda Cuba, nos narra acerca de sus progenitores. Su padre, José Manuel Ximeno y Fuentes (1824-1883), fue el principal coleccionista de obras de arte de Matanzas y, ¿por qué no?, quizás de toda Cuba en su época; y su madre María de los Dolores Joaquina de la Cruz y Vehil (1840-1913), rica heredera a quien Ernesto Lecuona, años más tarde, le dedicara su zarzuela homónima Lola Cruz, y así su canción mundialmente famosa Damisela encantadora. Lola María nos narra su visión no solamente de lo que acontece a su familia y a los familiares y amistades de ella en su época y cómo vivían, sino que se remonta a años pasados, cuando todavía ni sus padres se habían casado, y nos hace entrega de memorias de sus antepasados —como de sus abuelos Simón Ximeno Estévez e Isabel Fuentes y Rodríguez de la Barrera, así como de su bisabuelo José Matías de Ximeno y Uzaola, bilbaíno que cimentó la fortuna que luego disfrutaron todos, gracias, en todas sus formas, al comercio del azúcar—, así como de la familia en general, como su hermano, su cuñada y el hijo de estos; además, donde entra el poeta yumurino José Jacinto Milanés Fuentes (1814-1863) y la muy bella muchachita a la que él doblaba en edad entonces y fue por quien se desbordó en amor y por eso perdió la razón, Isabel Ximeno (1828-1897).

No podemos olvidar que el medio en que se desarrolló Lola María fue lleno de riquezas y oropeles, y vivió desde su niñez en una mansión en plena ciudad de Matanzas y tenía su padre otra de verano en La Cumbre, en lo alto del Versalles matancero. Sin embargo, por intereses de padre y madre tuvo que estudiar todas las materias que la capacitarían como lo que fue: Una mujer de gran cultura, que llegó a dominar idiomas como inglés, francés e italiano.

En las Memorias, Lola María cita a los ancestros, familiares y amigos con los que se reunían sus padres, pero Mireya Cabrera Galán nos trae como el fruto de sus investigaciones quiénes eran, cuáles eran las particularidades o excentricidades de cada uno de ellos, y se extrema en ofrecernos datos de todos, de los artistas, de los científicos, de los profesionales de diferentes ramas, en fin, de la flor y nata de aquella alta burguesía aristocrática del xix matancero, que ya antes de finalizar ese siglo se convirtió en una clase media que añoraba su pasado glorioso.

Muchos trozos de las cartas de Lola María a su madre, cuando la primera estuvo en Nueva York, en casa de sus tíos, antes de la muerte del padre amantísimo, así como de otras cartas a familiares los ha insertado en el libro Cabrera Galán.

La autora de estas Otras miradas a Dolores María Ximeno, se adentra en la colección de obras de arte de José Manuel Ximeno, la describe y sigue cada obra, o a la mayoría de ellas o a las más valiosas, dónde fue a parar después que la familia Ximeno cayó en desgracia financiera y tuvo que ir vendiendo cada una de ellas.         

Lola María deja muy en claro cuándo fue que la debacle financiera llegó a tocar lo más hondo: en 1882. Todo esto trajo en su padre un despertar melancólico que lo fue venciendo, y fue su madre la que se llenó de fuerza para seguir al frente de la familia cuando, finalmente, murió José Manuel Ximeno y Fuentes, en 1883.

A pesar del dicho popular de que: “Cuando un rico se empobrece, siempre será más rico que el pobre que se enriquece”, Lola María trató por varios años, con una constancia inigualable, lograr un puesto de bibliotecaria, no solamente por tener un salario, sino para poder encausar todos sus conocimientos.

El erudito bibliófilo José Augusto de la Paz Escoto Castelló, quien se había hecho cargo de la dirección de la Biblioteca Pública de Matanzas, era conocido de Lola María, pero, a partir de 1906, cuando ella logra la plaza de auxiliar de bibliotecaria, es que se hace más fuerte la amistad y ella le ayuda en sus trabajos. Escoto enviuda en l919, y al año siguiente Lola María y Escoto contraen matrimonio. Ella tenía en esos momentos, cincuenta y tres años.

La labor que Lola María desempeñó en la Biblioteca Pública de Matanzas fue no solamente muy grata para ella, sino que grata por lo que significó en ayuda a la población que acudía a ese centro del saber y a ella; y grata también por todo lo que pudo ayudar a Escoto en su trabajo publicitario.

Escoto fue el director de la Revista Histórica, Crítica y Bibliográfica de la Literatura Cubana, que se imprimiría en Matanzas. Es en esta revista que Lola María publica su artículo “El secreto de la vida de Milanés”, en 1916, que por los datos que aborda con tanta meticulosidad pareciera ser ella testigo directo de ese hecho “que en su día se ocultó con tanto afán”, a pesar de que nació años después que el poeta hubiese muerto.

Finalmente, ella fallece el 28 de julio de 1934. Le sobrevive Escoto, aunque solamente por breve tiempo, pues muere el 2 de febrero de 1935.

Las investigaciones que llevó a cabo Mireya Cabrera Galán no solo fueron en infinidad de libros que revisó, además de en las publicaciones periódicas de la ciudad, como Diario de Matanzas, Aurora del Yumurí y Yucayo, sino que fueron dadas, principalmente, en el Archivo Parroquial de la Catedral San Carlos de Matanzas; el Archivo Histórico Provincial (de Matanzas): Antiguas Anotadurías; en el Museo Provincial Palacio de Junco: Fondo Documental, Familia Ximeno, y Almacén de Bienes Muebles, Fondo Ximeno; en el Archivo del Cementerio San Carlos de Matanzas; el Museo Oscar María de Rojas, de Cárdenas; y el Archivo de la Oficina del Historiador de La Habana: Fondo Familias Ilustres, Familia Jimeno.

Sí, Lola María continúa moviéndose por la ciudad de Matanzas y todas sus arterias; nos muestra las señoriales residencias que existieron (y todavía hoy “persisten”) en las calles de Gelabert (hoy Milanés) y de Contreras, así como casas no tan regias de la calle Manzano (hoy Maceo); los comercios que se fueron fundando en la calle de Ricla (hoy Medio) y pasea por la calle de Río (Tello Lamar). Y ya cincuentona camina por el Parque de la Libertad, así bautizado después que España se marchó de Cuba.

Gracias Mireya Cabrera Galán por hacer que Lola María anduviera de nuevo por la Matanzas que tan bien supo dibujar en sus Memorias.

 


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