Loipa Araújo conoce a la perfección el alfabeto de la danza. Por eso ha podido expresarse con toda libertad en este idioma universal, y convivir sin barreras entre lo clásico y lo moderno, sin límites entre el baile y la enseñanza, acciones paralelas que ha mantenido siempre desde los inicios, en Cuba, y más allá de sus fronteras...
Hoy, 27 de mayo, día en que la ARTISTA arriba a su 80 cumpleaños, recordemos su vida, su amplio y fructífero diálogo con el movimiento, recogiendo/reuniendo palabras y memorias de diversos encuentros y entrevistas realizadas, por este redactor, en el del tiempo.
Es difícil llegar a la esencia de esta artista en mayúsculas, por mucho que resalten las casi siete décadas vinculadas a la danza, desde que comenzó a tomar sus primeras clases en la Sociedad Pro Arte Musical, los lauros internacionales (medalla de oro, en Varna, Bulgaria, en 1965; medalla de plata, en Moscú, Rusia, en 1969; y la Estrella de Oro, en el Festival de la Danza de París, Francia, en 1970, por sólo mencionar estos), los elogios recibidos por el mundo bailando no solo con el BNC, sino con otras prestigiosas compañías como el Ballet de Marsella, el Ballet del Siglo XX, el Teatro Bolshoi, el Ballet Real Danés, el Teatro Griego de Los Ángeles..., amén de su regia labor como maître y profesora, dejando sus huellas y experiencia en la descendencia del BNC, y en las más célebres agrupaciones internacionales...
Una de las cuatro joyas del ballet cubano, como la calificara, el afamado crítico inglés Arnold Haskell, junto con Aurora, Josefina y Mirtha, y quien de ella sentenció: “... Es más compleja, más exótica, una orquídea en el jardín del ‘ballet’”. Loipa Araújo, no hay dudas, es un nombre inscrito, con letras doradas, en el firmamento de la danza cubana e internacional.
En la distancia del tiempo, ese que ha recogido lo mejor de ella, repasemos su fructífera historia/vida, elevada desde una alta cima, buscando siempre la perfección... En una ocasión, cuando iba a tener lugar, en la sala García Lorca del GTH Alicia Alonso, la Gala por los 50 años del debut escénico profesional de Loipa Araújo, habló de muchas cosas… ¿La Gala? En un momento pensé –refirió- presentar escenas de algunos ballets o personajes que marcaron pautas en mi carrera: Conjugación, la mujer de Bodas de sangre, la Bathilde, de Giselle..., pero a Alicia no le gustan esos “picotillos”. Entonces, “me llegó la idea de poner un ballet en el que hubiera hecho todos los papeles menos los masculinos, como Coppelia, que bailé desde la muñeca, cuerpo de baile, las solistas de czardas, mazurca, las amigas y Swanilda. Eso tampoco me sedujo. De todas formas no te diré nada, pues, Alicia mantiene en sorpresa la Gala hasta el 15 de septiembre...” (risas)
En aquel instante contó sobre el tiempo que llevaba en escena ¿50 años? “Todo ha pasado rápido. Han sido diferentes etapas, lo que cada una, con su magia, importancia e instantes maravillosos. Es como un tesoro, que le sirve a uno de estímulo. En la vida, es importante saber que uno logra objetivos y forma parte de algo que se va creando. Dentro de la obra general de la Revolución, pertenecer al BNC, ha sido una de mis mayores satisfacciones personales”. De aquellos primeros momentos de la vida de la compañía Loipa recordó que fue una época difícil (1955) “cuando entré al futuro Ballet de Cuba, como se llamaba entonces, todo era bastante incierto por el escaso apoyo oficial. En aquellas funciones en la casa de 11 y L, en el Vedado, hacían de todo. Eran coreógrafas, luminotécnicas, vendían entradas, colocaban las sillas, lavaban la ropa... “Eso nos dio un sentido de pertenencia muy grande a la agrupación, sabíamos que aquella obra era nuestra, y mantuvimos siempre con Fernando y Alicia, la convicción de que el ballet iba a existir”. Una de las cosas más importantes en la vida “es realizarse en lo que uno quiere ser. Si no hubiese sido por la Revolución, ¿dónde estaríamos nosotros?”.
Desde los primeros momentos, dijo, Fernando y Alicia entendieron que si no tenían bailarines formados por ellos mismos, la compañía no podría tener un sello característico. “Asumimos tempranamente el papel de profesoras. Por eso pudimos pasar de la etapa de bailarinas a esta otra sin ningún tipo de trauma ni frustraciones. Pues, realmente se espera siempre al último momento para convertirse en profesor, porque ya no se puede bailar”. Para nosotras, resulta como la continuidad de una carrera que hicimos en otro momento, comentó. “A partir del ejemplo de Alicia, que es una lección de perdurabilidad a la vida, de ganas de vivir, y sobre todo, de darle a la ejecución de un proyecto toda la energía que uno tiene”.
UNA BAILARINA CUBANA E INTERNACIONAL
Loipa ha sido una bailarina muy cubana, pero también muy universal, porque ha bebido de muchas grandes compañías donde ha integrado su elenco ¿? "Eso fue muy importante dentro de mi carrera, pero te digo que lo que me permitió que eso pudiera suceder, fue la formación recibida dentro del Ballet Nacional de Cuba. Porque si mis valores no hubieran estado bien establecidos y mi disciplina artística no estuviera bien arraigada, ese sentido de cubanía quizá hubiese sido asimilado por esas agrupaciones, hubiera imitado a los franceses, a los rusos. Y sin embargo, era tan consciente del valor de mi escuela, de lo aprendido... porque cuando yo llegué a esas compañías, ya yo era primera bailarina del BNC, había hecho todo un repertorio, por lo menos sabía qué cosa eran los estilos, y los tenía muy bien definidos: el clásico, el romántico… Por eso, pude asimilar e incorporar a mi experiencia lo provechoso que había en cada una de esas escuelas. De ellas, la rusa, la italiana, francesa y soviética..., nuestra joven Escuela Cubana de Ballet —que comenzó a reconocerse en los concursos de Varna, Bulgaria en los 60—, tomó elementos. Ahora, cuando vamos, como profesoras, a esos países, o cuando baila la compañía, como lo acaba de hacer en Londres, “les estamos devolviendo cosas que estaban olvidadas. Es como un intercambio interesante y fructífero, una interacción entre nosotros y ellos, algo que es sumamente importante”.
En otras de las tantas entrevistas realizadas a la estrella cubana en el tiempo, se refirió a su labor más allá de las fronteras cubanas, de la importancia y el valor del BNC, Alicia y la Escuela Cubana de Ballet. La relación del BNC con la Opera de París data de muchos años, cuando Alicia fue invitada a bailar su versión de Giselle allí, obra que también interpretó Josefina Méndez, dijo Loipa. “Luego Alicia montó también su versión de La bella durmiente. Desde entonces, existe una profunda admiración por Alicia y el trabajo de la Escuela Cubana de Ballet. Y si bien las generaciones han pasado, muchas de aquellas bailarinas que interpretaron roles de solistas o cuerpo de baile, son étoiles hoy, todos se acuerdan de aquello, queda en la memoria, una memoria que se va transmitiendo de generación en generación”. Por tanto -refirió la artista-, cuando me invitaron después a dar clases en la Opera de París, estoy segura de que si algo los hacía llamarme, era el hecho de la confianza y el respeto que existe por el BNC, Alicia y por el trabajo nuestro durante muchos años. “En 1998 impartí clases en un período de tres semanas, algo que repetí otra vez. Ya al otro año era conocida y aunque no estaba para impartir clases, -allí está muy bien compartimentado el trabajo-, los bailarines -incluidas las étoiles- me pedían que asistiera a sus ensayos para que les fuera indicando, y yo, con mucho cuidado, me situaba en una esquinita. A partir de esta experiencia, pidieron a la dirección de la Opera, primero, que me invitaran el año que viene y que tuviera la posibilidad de romper ese esquema, y tomar los ensayos. Fue una gran satisfacción ver como es reconocida, apreciada, valorada nuestra Escuela, y siempre que hago estos viajes es como reafirmar más -no es convencerme porque lo estoy-, de constatar cuáles son los valores de nuestra Escuela y lo importante que es la política artística y estética que Alicia ha desarrollado en el BNC. Es decir que la cela, la cuida, es una guardiana del cuidado de los estilos, las coreografías, es importante constatar que es un camino muy correcto”.
Esta labor la ha realizado Loipa Araújo en otras grandes compañias de Europa. "He trabajado en la Scala de Milán y en los Ballets de Marsella, con el Ballet de Burdeos, cuando lo dirigía Paolo Bartolucci, en la Opera de Roma, en el English National Ballet..., y te puedo decir que el verdadero artista reconoce cuando la persona que tiene delante de sí es honesta, se entrega, algo que no es muy habitual en Europa, en estos momentos. Nosotros hemos aprendido de Alicia esa entrega total en lo que hacemos, dar clases, tomar ensayos y hacerlo con toda honestidad. Eso penetra, aún en los más escépticos, y piensan que la danza no es una razón de ser sino de vivir, eso les permea ese amor a la danza y ese deseo de dar. A la larga queda el deseo de que regrese allí otra persona del BNC".
CONFESIONES…
¿Clásico o contemporáneo? “Siempre estuve interesada en lo actual, soy una mujer de mi tiempo. No digo que los clásicos no me gustaran, pero cada época tiene su forma de expresión, su movimiento, y a mí me ha interesado siempre estar con mi tiempo. Pero no puedo decir que haya preferido uno al otro. Cuando trabajé con Maurice Béjart o Roland Petit, que son contemporáneos, añoraba los clásicos”.
¿Algún personaje difícil de lograr? De sus cosas más lejanas siempre fue Las Sílfides, uno de los ballets que “más odiaba hacer”. El hecho de haberme esforzado para superar esa animadversión que tenía en su contra, dijo, logré que luego, en un estado de madurez, cuando bailé el Preludio, de Las Sílfides, alcanzara las mejores críticas que he tenido en mi vida. Eso demuestra que hay que esforzar la voluntad”.
¿El estilo? Cada vez más los bailarines, de todo el mundo piensan y se ocupan más de la técnica que del estilo, algo que va en contra de la misma existencia del ballet clásico puro, afirmó la estrella... “Muchas veces, cuando veo ballets conciertos donde hay muchos pas de deux, interpretados por una misma pareja, me divierto. Como quitando la música veo que son bailarines que se cambian de traje, de adornos y el peinado. Pero los pasos y la forma en que lo hacen, es lo mismo. Eso provoca en mí un profundo desconsuelo y rechazo, porque una de las cosas que más adorna la danza, y la hace diferenciarse de un ejercicio físico, es precisamente, ese cuidado de saber en qué época está hecho ese ballet, su estilo, sicología del personaje y la interrelación entre ese hombre y esa mujer en e pas de deux, de acuerdo a la época y el estilo, cuál sería la forma de hacer una pantomima´, porque no son iguales en cada uno... Hay tantas cosas para enriquecer una técnica que me digo: ¿cómo pueden obviarlas? ¿Cómo no pueden darse cuenta que el día en que falle la técnica no queda nada? Y que en el fondo puede impresionar una primera vez, que se vean pasos técnicos pero al cabo de un momento se dice ya, es una vacío que recibe el público y no aprecia el arte de la danza como tal, sino se llega a ver un poco como lo gimnástico y el arte circense, ¡sin ningún menosprecio!. Pero es que en el circo sí existen las emociones, los saltos al vacío, las contorsiones, y uno lo aprecia como tal. Porque el arte circense, aunque en este sentido se busca también más el arte, uno lo ve en los nuevos ejercicios, que haya baile. Se producen como inversiones, el circo va en busca del arte y la danza en busca del circo. Y me produce mayor rechazo, a pesar de lo cuidadoso que somos nosotros en el BNC. Teniendo una gran batalla en contra, porque es que si bien antes escuela/ compañía eran una sola cosa, y esto de los estilos y de la pantomima se bebía desde los primeros años, hoy en día existe como un gran vacío en este sentido”. Los muchachos salen de la escuela con técnica, dijo, pero con muy poca noción de cómo hacer la pantomima, los estilos del ballet, y de lo que es el arte de la danza como tal, y con un concepto más bien técnico que artístico.
Además, refirió en aquel momento Loipa, también los jóvenes en estos tiempos, -y es algo a nivel internacional-, se resquebrajan en la manera de hablar, de conducirse, hay una chabacanería generalizada... eso se lleva luego, de la realidad (calle) a la irrealidad (ballet)... "El ser diferentes... Nos pongo de ejemplo a nosotras cuatro: Mirta, Josefina, Aurora y yo, aún teniendo la misma técnica, interpretando las mismas versiones, con ligeras modificaciones éramos diferentes. No creo que la diferencia esté en hacer otro paso. El reto está en hacer ese mismo paso de una forma distinta. Eso requiere de mucho trabajo intelectual, físico, de cómo lograr tratar de transmitir el desarrollo de tu personalidad, y llegar a entregarla, y, sobre todo, marcar con ella lo que tú haces.. Además, por supuesto, de la interpretación.”
Nosotros tuvimos la inmensa fortuna de tener a Alicia como punto de referencia, afirmó. Toda generación debe tener ese punto, no para imitarlo -puede ser que al principio se imite- pero debe ser un punto de partida, sobre el cual construir. "Nunca olvides que por el camino que transitas, pasaron muchos antes de que fuera trazado" No se puede obviar lo que fue antes que nosotros, ni que por ahí pasaron muchos que son los que hicieron posible ese camino, Y pensar que uno lo va a transitar de una manera distinta, sin darse cuenta que si está ahí, es porque otros fueron abriéndolo y dejando improntas, parte de su vida, experiencia. No es hacerlo como ellos, pero ser lo suficientemente abiertos, y atrapar los más valioso y más a fin a ti, para que se quede”.
Entonces explicó que después, las bailarinas que vinieron detrás, tenían a Alicia y a nosotras cuatro: Marta y María Elena; las otras tenían ya tres generaciones por delante: Amparo, Ofelia y Rosario, porque había otra generación por ahí que no marcaron tanto. De repente esa generación se perdió, duró muy poco, y la que vino detrás, que podía haber seguido porque las había visto bailar, también a todas nosotras y a Alicia, que siempre ha sido ejemplo de profesionalismo y arte, esa desapareció. Y las nuevas crecen con ese vacío. Hay que tener la avidez, el reconocer, concientizar que es necesario partir de algo a buscar tu propia personalidad. Tendrían que “beberse” los vídeos existentes, y a partir de ahí, ir encontrando, porque ellos no se dan cuenta que en la medida que se encuentren y creen su propia personalidad, enriquecen esta tradición que se va a legar a las propias generaciones que siguen el camino.
ENSEÑAR, UNA CONSTANTE EN LA ARTISTA
Un tema se repite en sus diálogos… A Loipa le gustó siempre ser profesora... "Quizá porque nunca esperamos enseñar cuando tuvimos que dejar de bailar, ni empezamos a ensayar cuando dejamos de bailar. Hay que enseñar pronto. El hecho de que tuviéramos que asumir la enseñanza tan joven en nuestra carrera, primero nos ayudó mucho. Eso de tener que analizar, para explicar a los otros porque no salían las cosas, hacía que uno fuera más reflexivo en el propio baile. Es una carrera muy bella, y uno debe, desde temprano, saber cuál va a ser la continuación de ella. La enseñanza hay que amarla, y no se puede improvisar, es una de las cosas más responsables que existen. Porque lo que tu mal enseñas, después es muy difícil cambiarlo. Es una gran responsabilidad, que es necesario asumir con amor, y un sentido de saber que uno está formando. Y no pensar: si no bailo, enseño como forma de continuar y ganarme la vida. Si difícil es bailar, más difícil es enseñar. Cuando bailas, te tienes que fajar tú mismo con tu propio cuerpo, psiquis, pero cuando enseñas debes tener sicología para cada uno de los alumnos, pues no todos responden igual, ni captan lo que enseñas. Ni tienen la sensibilidad, ni oído musical…, y cada uno representa un reto, y a la vez, cuando los llevas a interpretar un rol, es una gran alegría. Uno tiene muchas satisfacciones, cuando bailaba era la de uno, el hecho de que el compañero bailase y la obra quedara bien. Pero aquí, en este caso, cada vez que un alumno se para en el escenario es una satisfacción.
Aquí está la inmensa bailarina. Loipa Araújo, la que dejó profundas huellas en tantas obras, pero que aun hoy la recordamos en personajes que ha hecho suyos: aquella inolvidable Bathilde, en Giselle; la Swanilda, de Coppelia; cuando nos hizo vibrar en las butacas del GTH Alicia Alonso, al reaparecer en La Habana con el pas de deux Diana y Acteón, sus inigualables gestos en Las intermitencias del corazón…, Mme Grissi, del Grand pas de quatre, la miliciana, de la pieza monumental de Maurice Béjart 1789, Las Sílfides (Preludio), la mujer (Bodas de sangre)…, y tantos otros que subrayan su fibra danzaría y artística. Hasta llegar a Cheek to cheek, coreografía de Roland Petit, que magistralmente interpretó junto con Luigi Bonino, en la coda inolvidable del 17mo. Festival Internacional de Ballet de La Habana (2000), con el que marcó su adiós danzario de las tablas, en una presentación espléndida, magistral que desató una de las más prolongadas y sonoras ovaciones del encuentro.
Loipa, la singular maître, profesora, ensayadora…, siempre con nuevos bríos, continúa su labor de subdirectora artística del English National Ballet. El tiempo pasó, pero ella siempre está esforzando la voluntad, como ejemplo y guía, dejando sus huellas en muchos bailarines. Allá en Gran Bretaña, desde el 2012, da clases a figuras principales, toma ensayos… Con su expresivo decir, salpicado de una ternura singular que es parte de su ADN, dice con ánimo y seguridad, la misma que la ha acompañado tanto tiempo en escena: “yo vivo en el presente. Cada día que pase, doy gracias por ganarle un día más a la vida…”.
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