Hoy se recuerda al escritor Lisandro Otero, (La Habana, 4 de junio de 1932-3 de enero de 2008) una de las voces más prominentes de la literatura cubana contemporánea, quien desplegó una extraordinaria labor en el ámbito del periodismo, la literatura y como director de la Academia Cubana de la Lengua.
«De casta le viene al galgo», es un refrán español que muy bien se aviene al hablar de Otero, quien tiene como antecesora a una familia de escritores y maestros, cuyo padre fue un reconocido periodista de la Revista Bohemia.
A las enseñanzas familiares se unieron sus estudios de Periodismo y Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana, el once de octubre de 1954 se graduó de la Escuela Profesional de Periodismo Manuel Márquez Sterling, y completó su formación en la Universidad de laSorbona francesa entre 1954 y 1956.
Otero tuvo una participación activa como miembro del movimiento 26 de julio, en contra de la tiranía batistiana, y al triunfo de la Revolución se integró a la labor transformadora de la sociedad desempeñando diversas funciones culturales, y diplomáticas como Consejero Cultural en Chile, Gran Bretaña y Rusia.
En 1959 pasa a ser el jefe de Redacción de servicios especiales en el periódico Revolución, órgano del Movimiento 26 de Julio, luego, director de la revistas Cuba (1963 1969), y Revolución y Cultura (1967 y 1968); colaboró con Granma, las revistas Bohemia, Casa de las Américas, Lunes de Revolución, La Gaceta de Cuba, Unión, Cuba Internacional, El Caimán Barbudo, entre otras.
Fue fundador de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba en 1961 y el primer jefe de Redacción de su publicación La Gaceta de Cuba.
Igualmente colaboró con múltiples publicaciones internacionales como Le Monde Diplomatique, ABC de Madrid, The Washington Post, El Nacional de Caracas, Periódico Izveztia, Novedades de Moscú, Semanario Frei Welt de Berlín, y otras de Uruguay, Argentina, Chile, Nicaragua, Panamá, y Colombia.
Solo su extensa obra literaria incluye novela, ensayo y testimonio; sus volúmenes publicados, muchos de estos traducidos a catorce idiomas, conforman una extensa lista, donde sobresalen por el impacto entre los lectores y la crítica, Pasión de Urbino (1966), su demandada trilogía compuesta por La situación, Premio Casa de las Américas, 1963, En ciudad semejante (1970) y Árbol de la vida, (1990), Premio de la Crítica en Cuba, 1994, así como, General a caballo (1980) y Temporada de ángeles (1983), Premio de la Crítica en Cuba, 1984.
El renombrado intelectual, fue miembro correspondiente de la Real Academia Española y de la directiva de la Asociación de Academias de la Lengua, en Madrid; de la Academia Norteamericana de la Lengua Española y comenzó a dirigir la Academia Cubana de la Lengua en 2004, tras el fallecimiento de quien fuera su directora, la poetisa cubana Dulce María Loynaz, función que mantuvo hasta su deceso en 2008.
Durante la década de los años 80 del pasado siglo fue reconocido en Cuba con la Distinción por la Cultura Nacional, las medallas Raúl Gómez García, Alejo Carpentier, Félix Elmuza, Combatiente de la Lucha Clandestina, y del XXX Aniversario de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, estas últimas otorgadas por el Consejo de Estado.
En los años 90 se radicó en México, nación con la que tenía fuertes lazos desde el punto de vista de su trabajo periodístico, pues allí se inició en esta profesión el miércoles 9 de febrero de 1949 en el periódico Excélsior con una crónica sobre el compositor Handel.
En 1994 pasa a laborar en este diario invitado por su director Regino Díaz Redondo. A partir de 1997 y hasta 2000, se desempeña como director editorial de la publicación y colabora como articulista, y dirige el suplemento internacional Tiempo y Mundo y el de política nacional.
También funda la revista cultural Arena, adscrita al mismo periódico, que dirige hasta el 2000. A partir del 2001 funge como editorialista en la Organización Editorial Mexicana, cadena de sesenta periódicos de la cual El Sol de México es el diario principal.
En esta nación fue directivo del Club de Periodistas y miembro de la Sociedad General de Escritores SOGEM, y del Sistema Nacional de Creadores del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes Conaculta.
Le fueron otorgados el Premio Nacional de Periodismo del Club de Periodistas de México y el reconocimiento del Club Primera Plana, de la nación azteca México, por sus cincuenta años en el ejercicio de la profesión.
Regresa a Cuba, a finales de los noventa, y posteriormente le fueron conferidos el Premio Nacional de Literatura 2002, y el Premio Nacional de Periodismo Cultural José Antonio Fernández de Castro 2006.
Lisandro Otero falleció el 3 de enero de 2008, víctima de cáncer, y sus restos reposan en el Jardín Madre Teresa de Calcuta del Centro Histórico de La Habana que lo vio nacer y de la cual tanto escribió.
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