Lázaro, un capitán de la cultura


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La miseria familiar en aquel paupérrimo solar de la barriada de Los Sitios, no fue obstáculo para que el pequeño Lázaro amara la música desde bien pequeño y lograra escabullirse en las tardes hacia una casa cercana donde alguien estudiaba el violín, instrumento que anhelaba dominar, acción que compartía con salir descalzo a la calle para empinar una chiringa.

No pudo pasar de cuarto grado. Su padre, de oficio carpintero, falleció cuando él tenía 10 años. Aunque su madre trabajaba como despalilladora. Lázaro tuvo que irse a trabajar. Por intermedio de su madre, comenzó como auxiliar de cafetero en la fábrica de tabacos El Crédito, cercano a su vivienda. Allí, ocasionalmente, por haber alcanzado el cuarto grado, hacía de lector de tabaquería y hasta aprendió el oficio de torcedor, que retomaría muchos años después. Por entonces llegó a ser aprobado como operario, pero lo eliminaron en una rebaja de personal, y se inició como aprendiz de herrero, después carpintero como su padre, más tarde yesista y otros oficios.

Su experiencia de vida familiar y social lo condujo rápidamente por el camino de la lucha en defensa de los trabajadores y, cuando en 1929 cumplió la edad reglamentaria, ingresó a las filas del Partido Comunista, y de él emergió rápidamente como dirigente prestigioso del movimiento sindical, distinguiéndose desde entonces por sus cualidades de organizador, capacidad de orador claro, comprensivo, convincente, lleno de entusiasmo, capaz de llevar los planteamientos más complejos en forma comprensible a todos los trabajadores que, muy tempranamente, vieron emerger a su capitán.

Aquellos sueños infantiles de ser violinista no fueron posibles, inclusive fue del numeroso número de cubanos obligados a esperar el triunfo revolucionario del 1º de enero de 1959 para alcanzar el diploma que le oficializaba el haber concluido el sexto grado. Ello no impidió, empero, que de manera autodidacta, presionado por la vida que asumió desde muy joven y favorecido por su inteligencia y capacidad, adquiriera una vasta cultura, instructiva y política, que contribuyó a que alcanzara ese grado de capitán del sector poblacional mayoritario de la sociedad: los trabajadores; colocándose rápidamente en condiciones de conducirlos hacia la unidad imprescindible para luchar por la verdadera independencia patria, única opción para ganar sus derechos como trabajadores y disfrutar de la justicia social que se ganaban cada día.

Aún con la multiplicidad de tareas que tuvo que enfrentar desde el punto de vista partidista y sindical en su sentido más amplio, su vocación natural como hombre de la cultura, hizo que prestara especial interés por la defensa de los intereses del sector. De esa suerte, fue el primer cubano que, con la colaboración y coauspicio del Partido Socialista Popular (PSP), logró el establecimiento del derecho de autor en Cuba, cuando conquistó, durante la década del 40, la creación de una productora musical para proteger a la canción y a los autores del patio, entre otras conquistas para los trabajadores del sector, mientras desde la Secretaría general de la confederación obrera, prestaba especial atención a la ampliación de la cultura y los conocimientos curriculares entre los trabajadores. Para ello trabajó denodadamente con los dirigentes sindicales del resto de los sectores e instancias, a fin de que se propiciaran aulas para la superación de los obreros y sus familiares, que se protegiera el acceso de sus hijos a las escuelas y que se realizaran numerosas actividades de tipo cultural recreativo en los distintos centros de labor. Poetas, narradores, declamadores, artistas dramáticos y de otras especialidades, recorrían los centros de trabajos y no pocas veces los campos en un esfuerzo gratuito por ampliar en ese sector la accesibilidad a tales actividades, como una forma de enriquecimiento espiritual, en su doble carácter de disfrute e instrucción, que tanto bien hacía a los trabajadores cubanos y sus familiares en tiempos tan difíciles.

Con ello, además, fortalecía ese haz que ha unido a las distintas generaciones de revolucionarios cubanos a lo largo de la historia, cuando supo interpretar con fidelidad los propósitos de educación y justicia social que antes habían priorizado José Martí, Julio Antonio Mella y Rubén Martínez Villena, para facilitar la ampliación de la cultura y los conocimientos de los trabajadores, imprescindibles para que comprendieran el mundo en que vivían, las causas de las desigualdades sociales que sufrían y actuaran en consecuencia, nombres que sintetizan los de todos cuantos se entregaron a estos objetivos durante los años difíciles de la república neocolonial, y que retomaron los líderes del 26 de Julio, encabezados por Fidel, desde su llegada a la Sierra Maestra. Lázaro, junto a otros muchos dirigentes e intelectuales pertenecientes a la Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC) y al primer Partido Comunista de Cuba (PCC), fueron, con su labor, precursores indiscutibles de la masificación de la cultura.

Lázaro Peña, simultáneamente a su interés y preocupación por la cultura de los trabajadores, y su labor al frente del movimiento sindical, encontró espacio en su vida para dar rienda suelta a sus propias inquietudes poéticas y musicales. Su afición por el feeling, y las más de mil composiciones en verso que nunca dio a conocer, junto a varias letras de canciones, son vivo testimonio del artista que llevaba dentro el dirigente obrero.

Sus calidades como músico autodidacta gustaba mostrarlas junto a su esposa, Tania Castellanos, y ante aquellas figuras que interpretaban las canciones que ella componía, entre las cuales se destaca nuestra Omara Portuondo, quien en más de una oportunidad se ha referido al extraordinario “oído melódico armónico” que existía en nuestro dirigente sindical.

Lázaro, entre sus muchas virtudes, tuvo la de ser un preocupado y atento padre que, en medio de las dificultades y los riesgos, no descuidaba la atención de sus hijos, lo cual, para él, seguramente, era también poesía. Al respecto, su hija Aila atesora con mucho cariño las cartas que le enviaba cuando ella era pequeña y debía pasar algunos días lejos de ella, llenas todas de finísima ternura. Al respecto, recuerda dos muy especiales que le enviara cuando ella tenía alrededor de 9 años. Una de ellas la iniciaba con la siguiente frase. “Esta carta, como todas las mías, te la hago de besos”. Otra, de esa misma época, escrita en verso, le decía?

Mi querida hija:

Una estrellita callada

Peña, Lázaro: Intervención en las conclusiones de la Asamblea General con los trabajadores del INDER para discutir las Tesis del XIII Congreso de la CTC, Ciudad Deportiva, septiembre 25 de 1973. En: Miranda, Lucinda: Lázaro en el XIII Congreso, p. 96.

Una estrellita callada en mi cama se posó

Se dijo por ti mandada

Se dijo por ti mandada y la estrella me besó.

Desde entonces miro yo a las estrellas calladas

Me miran con tu mirada

Y por ti las quiero yo.

Aquel niño huesudo de pies descalzos que empinaba una chiringa por las calles de Los Sitios, que le gustaba la música y soñó con ser violinista; estuvo presente en todas las batallas de nuestro pueblo como conductor de trabajadores, como maestro de cuadros sindicales; en todas las batallas libradas por nuestro pueblo a lo largo de la neocolonia cubana, tanto por la independencia propia como en los episodios de solidaridad internacionalista que escribieron con orgullo los cubanos en las epopeyas de la defensa de la República Española, y de la defensa de la URSS y demás pueblos que lucharon hasta derrotar al fascismo durante la Segunda Guerra Mundial? que se enfrentó al mujalismo que no pudo quebrar la convicción unitaria que habían sembrado Lázaro y sus compañeros más allegados en el movimiento sindical, como quedó demostrado en la huelga general convocada por Fidel para el 2 de enero de 1959; que consolidó, con el apoyo popular, el triunfo revolucionario ganado por las armas. El dirigente que en sus últimos días de vida, repitiendo la hazaña de Villena, entregó sus últimas fuerzas a la realización, del XIII Congreso de la CTC en 1973, con toda su significación e implicaciones, y durante cuyo febril proceso preparatorio afirmó aspectos trascendentes con respecto al rol de los sindicatos, entre ellos, que la Revolución y el Partido “necesitan de una organización sindical en que opinen, piensen, voten, expresen su palabra, su idea, su proposición y encuentren respeto para ella todos los trabajadores… sin excepción, los que son comunistas y los que no son comunistas, los que creen y los que no creen, los que están dispuestos a todos los sacrificios y los que no están dispuestos todavía a todos los sacrificios… los que son viejos y los que son jóvenes, todos los trabajadores en la organización sindical necesita la Revolución, necesitan los comunistas, para a través de esa organización de todos, transmitir a todos la línea del Partido y conformar la línea del Partido, tomando en cuenta el sentir de todos, el verdadero estado de ánimo no de los mejores solamente, sino de todos, porque es con toda la clase obrera y no con una parte de ella solamente que tenemos que echar adelante las tareas grandiosas…[de la Revolución]”.(1)

Un mensaje lleno del sentido unitario que caracterizó siempre su labor y acerca de lo cual, de tremenda actualidad, afirmó entonces?

“… lo mejor de la tropa abrió el camino, ya lo logramos; y ahora hay que sumar a todos, movilizar a todos, ganar a todos, unir a todos para la acción necesaria”. (2)

Su calidad como conductor comunista de trabajadores durante toda su vida, como revolucionario ejemplar y consecuente, hizo que Fidel afirmara ante su tumba, pocos meses después:

¡Descanse en paz, Lázaro Peña, en la tierra que tú tanto ayudaste a ser libre, revolucionaria y socialista! ¡Los hombres como tú vivirán eternamente en el corazón y en el recuerdo del pueblo victorioso y heroico que hoy se inclina, respetuoso y conmovido, ante tu tumba! (3)

Lázaro tuvo el privilegio de iniciarse en las luchas sindicales en los tiempos de Machado y vivir lo suficiente para ver el triunfo de la Revolución, lo que fue el acontecimiento más importante de su vida: alcanzó a ser miliciano, cortó caña en los lugres más difíciles, participó en todas las tareas, trabajó en la reconstrucción del movimiento sindical…

Hoy, uno de los nietos de Lázaro es un joven violinista, extraordinario simbolismo de los primeros anhelos de su abuelo y la realidad que contribuyó a ganar para él y para todos los niños y jóvenes de su patria cubana.

 

 

 

Notas:

(1) Peña, Lázaro: Intervención en las conclusiones de la Asamblea General con los trabajadores del INDER para discutir las Tesis del XIII Congreso de la CTC. Ciudad Deportiva, septiembre 25 de 1973. En: Miranda, Lucinda: Lázaro en el XIII Congreso, p. 96.

(2) Ibídem, p.136 y 137.

(3) Castro, Fidel? Discurso en las honras fúnebres de Lázaro Peña, en el Cementerio de Colón, La Habana, 13 de marzo de 1974. En? Miranda, Lucinda: Lázaro Peña, capitán de la clase obrera cubana. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1984, p. 360.


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