…Un hombre de 34 años, desaliñado, con su traje verde olivo, que venía con otro discurso… había olor a manigua… a sierra… todo lo que dijo en Palabras a los intelectuales lo cumplió.
Miguel Barnet, ese cubanísimo antropólogo, etnólogo y poeta, en quien sus contemporáneos y los noveles del arte y la literatura han confiado para dirigirlos como presidente de la UNEAC, expresaba así el 30 de junio pasado sus memorias y consideraciones sobre Fidel en aquél encuentro sin precedentes en la historia de Cuba ocurrido 55 años antes. Tres sesiones aisladas, los días 16, 23 y la mencionada, habían sido de debate entre escritores y artistas sobre su papel y su obra en el contexto del proceso que se había proclamado socialista dos meses antes con fusiles alzados en brazos y que se había legitimado en las arenas de una playa sureña tras 66 horas de batimiento del despiadado enemigo que venía dispuesto a enterrar la justicia conquistada.
“Con la Revolución todo” … expresó el joven de 34 años que había emocionado al otro, poco más que veinteañero, que ahora lo recuerda y lo honra. Y nos pasa por la mente cuánto se había hecho entre la alborada del primero de enero de 1959 y aquél 30 de junio de 1961 y cuánto se estaba haciendo en ese momento y cuánto de lo que allí se dijo que se haría, se cumplió.
El Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), la Imprenta Nacional de Cuba, la primera feria del libro, el resurgimiento del Ballet Nacional de Cuba, el Conjunto Folclórico Nacional, Danza Contemporánea, la Campaña Nacional de Alfabetización, el Movimiento de Maestros Voluntarios, las nuevas cien mil aulas, la Brigada de Instructores de Arte, el Consejo Nacional de Cultura, la Escuela Nacional de Arte, la Reforma Universitaria…
Si la propiedad sobre los fundamentales medios de producción habían pasado de manos privadas a las del pueblo en breve tiempo, no bastaba con eso para construir una sociedad nueva y justiciera, el hombre y la mujer que habrían de desarrollarla tendrían que ser cultos.
“Contra la Revolución nada”. Defender un proyecto económico-social apoyado por las masas mayoritarias es legítimo, pero tampoco bastaba con el protagonismo del pueblo redimido, la vanguardia artística tendría que acompañarlo y guiarlo intelectualmente.
Según apreció Barnet, aquellos debates en los que participó tal vez como el más joven de los presentes, ponían a relieve la cruenta lucha ideológica que se vivía en la sociedad; un católico que se preocupaba por indagar sobre cómo quedaría su obra en el nuevo contexto y que recibió como respuesta que la Revolución no se oponía a sus preceptos; algunos que observó que nunca aplaudieron cuando tantos lo hicieron varias veces interrumpiendo al líder u otros pocos que aplaudieron con caras de preocupación.
El encuentro, aunque ha pasado a registrarse para la historia como “Palabras a los intelectuales” fue con un sector importante de la intelectualidad pero no con toda la intelectualidad pues allí no estaban los investigadores científicos –con los que había reunido el 20 de enero de 1960 en ocasión del vigésimo aniversario de la Sociedad Espeleológica de Cuba y de donde emergió la sentencia también cumplida: “El futuro de Cuba ha de ser de hombres de ciencia”- ni tampoco estaban los pedagogos, envueltos entonces en dirigir y asesorar la Campaña Nacional de Alfabetización que se desarrollaba a lo largo y ancho del archipiélago protagonizada por rostros y cuerpos de adolescentes y jóvenes, ni otros intelectuales. Los que estaban en aquél teatro de la Biblioteca Nacional José Martí, eran los escritores y artistas, los que apenas dos meses más tarde, el 20 de agosto, fundaran la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.
En los momentos en que el jefe de gobierno se reunía con los artistas y escritores, los sabotajes a cañaverales, industrias y escuelas ocurrían cotidianamente, como también las amenazas y asesinatos de brigadistas alfabetizadores. Las bandas de alzados contrarrevolucionarios ejecutaban esas y otras no menos horrendas acciones en el macizo Guamuaya, al centro del país y en otros territorios. La lucha era mucho más que ideológica, había enfrentamientos armados.
Cuánta visión de futuro había en aquel hombre de verde olivo para comprender que en medio de tantas preocupaciones había que dedicar un espacio a reunirse con los que llevaban al plano de la creación el alma de la nación.
“La historia me absolverá” había tenido implícito el programa mínimo de la Revolución cubana, pero “Palabras a los intelectuales” sería, ni a largas ni cortas, de inmediato, la esencia de la política cultural de la propia Revolución.
El doctor Armando Hart Dávalos, otro testigo excepcional del hecho, en su condición entonces de Ministro de Educación –el primero del Gobierno Revolucionario- y que sería a la postre, el primer Ministro de Cultura cuando fue creado este ramo en 1976, fue valorado por Miguel Barnet como el continuador de los postulados de “Palabras a los intelectuales” poniendo fin con su reconocida gestión ministerial, al triste período denominado por algunos “Quinquenio Gris” y por otros, “Decenio Negro”, mediados, -apunto yo- por el Primer Congreso Nacional de Cultura en 1971.
La memoria histórica es tan importante como la sal que condimenta la cena diaria. Olvidar el pasado o tenerlo en pausa, es muy dañino, los éxitos y sinsabores del presente, tienen siempre origen en momentos que antes pasaron y comprender las condiciones en que nos desarrollamos y tenerlas en cuenta mirando el futuro es una necesidad. Los que no miran atrás, corren el riego de resbalar y no arribar a las nuevas metas. Por eso hay que leer y releer las “Palabras a los intelectuales”, allí encontramos los módulos culturales básicos, la Batalla de ideas y sus programas, la enseñanza artística y tanta obra acontecida en estos cincuenta y cinco años.
Con un sujeto culto y crítico, con una adecuada educación estética y cultura general integral, la Revolución perdurará; termino como Barnet en aquél teatro el 30 de junio pasado: ¡No hay miedo!
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