La fotografía de guerra es una de las tantas formas en las cuales se expresa la fotografía documental. El primer escenario donde aparece este género fotográfico con fines de difusión popular masiva es en la Guerra de Crimea en 1855. Allí participó el ex abogado Roger Fenton, quien fue uno de los primeros en fotografiar una guerra. Fenton ofreció al público una imagen muy vaga de esta contienda bélica, según Gisell Freund: “solamente nos presentan soldados bien instalados detrás de la línea de fuego. La expedición de Fenton había estado financiada a condición de que no fotografiara nunca los horrores… para no asustar a las familias de los soldados”. (1) Esta forma de enfocar la guerra se diferenció de la de Mathew Brady, fotógrafo de la Guerra de Secesión que tuvo lugar en Estados Unidos entre 1861 y 1865. Junto a sus ayudantes Timothy H. O'Sullivan y Alexander Gardner mostraron por vez primera una idea muy concreta de la realidad del campo de batalla.
Entre otras guerras fotografiadas en el siglo XIX la que marca un punto de inflexión en cuanto al tratamiento de la fotografía fue la guerra franco-prusiana de 1870. En el transcurso de esta guerra tuvo una breve existencia la Comuna de París. Los defensores de la Comuna se retrataron en las barricadas lo que trajo como consecuencia que fueran identificados por la policía y murieran casi todos fusilados; era la primera vez que se empleaba la fotografía como prueba policial.
En el siglo XX uno de los más conocidos fotógrafos de guerra fue Robert Capa quien retrató la Guerra Civil Española y tenía como premisa que el fotógrafo de guerra debía estar preparado para arriesgarse totalmente. La Segunda Guerra Mundial fue una prolífica cantera para los fotógrafos documentalistas donde resaltaron nombres como el de la norteamericana Lee Miller, además de fotógrafos soviéticos corresponsales de guerra. Durante toda la vigésima centuria y el transcurso del siglo XXI cuando la guerra continúa siendo, cada vez con más fuerza, un instrumento de la política imperial, las guerras se fotografían y filman; aunque muchas veces son concebidas como espectáculos integrados en el discurso mediático capitalista. No puede dejarse de mencionar las imágenes que nos han llegado de la Guerra de Vietnam, la Guerra del Golfo en 1991, la de los Balcanes, Chechenia, Bosnia-Herzegovina, Afganistán, la invasión a Iraq en marzo de 2003 o del conflicto palestino-israelí, entre otros.
Las primeras fotografías de guerra realizadas en Cuba estuvieron relacionadas con la Guerra de los Diez Años de 1868 hasta 1878. En este lapso no se tomaron un gran número de fotografías debido al escaso desarrollo de la técnica fotográfica y a que solamente un puñado de fotógrafos españoles estaban autorizados por la Capitanía General a dejar testimonio gráfico, el cual fue recogido en dos álbumes.
Durante la guerra de 1895-1898 se destacó, entre otros fotógrafos, José Gómez de la Carrera quien nos legó un número considerable de fotos tanto de los campamentos mambises como de los españoles. El investigador Rufino del Valle plantea que son “fotografías apacibles y posadas no solamente por las propias limitaciones de la técnica sino porque existía preferencia por los retratos personales o de grupos militares, así como por el paisajismo”. (2) Mucho más elocuentes fueron las fotos tomadas durante la Reconcentración dictada por Valeriano Weyler en 1897 y la explosión del acorazado Maine en la Bahía de La Habana el 15 de febrero de 1898.
Transcurridos aproximadamente sesenta años de la epopeya de 1895, estalla la última guerra de liberación iniciada el 2 de diciembre de 1956 tras el desembarco del yate Granma por playa Las Coloradas. Primero estuvo localizada en la región oriental de Cuba y posteriormente extendida a todo el país hasta el triunfo revolucionario del primero de enero de 1959.
La compleja estructura de esta guerra se basó en la constitución de frentes guerrilleros que se subdividían en columnas, estas en pelotones, compañías y escuadras. El Primer Frente Oriental “José Martí” en la Sierra Maestra tenía a la columna 1 comandada por Fidel Castro Ruz, considerada la columna madre, las columnas 7 del comandante Crescencio Pérez y la 3, nombrada “Benito Juárez”, del capitán Luis Pérez. Después del segundo combate de Pino del Agua en febrero de 1958 se abrieron, a principios del mes de marzo de aquel año, el Segundo Frente Oriental “Frank País García” dirigido por Raúl Castro y el Tercer Frente Oriental “Mario Muñoz Monroy” bajo la responsabilidad del comandante Juan Almeida Bosque.
En agosto de 1958, tras la victoria del Ejército Rebelde sobre la Ofensiva de Verano efectuada por el Ejército de la dictadura de Fulgencio Batista en la Sierra Maestra se formaron otros frentes y columnas, estos fueron: el IV Frente Oriental “Simón Bolívar”, encabezado por Delio Gómez Ochoa; el Frente de Camagüey, cuyo jefe era Víctor Mora; el Frente Centro y Sur de Las Villas con la columna número ocho dirigida por el Che Guevara al que se unió el Directorio Revolucionario Trece de Marzo, la columna 2 del Frente Norte de Las Villas con Camilo Cienfuegos al frente y el Segundo Frente Nacional del Escambray. En la zona occidental se encontraban el Frente de Matanzas, el Frente de La Habana y el Frente de Pinar del Rio que tenían como figuras principales a los capitanes José Ramón López, Víctor Sorí y Dermidio Escalona, respectivamente.
Gran parte de las fotografías de esa epopeya se encuentran en la Colección 24 del archivo histórico del Instituto de Historia de Cuba (IHC). La colección tiene gran valor por las fotos originales que posee tomadas por profesionales y por combatientes aficionados a la fotografía. Entre algunos de los profesionales podemos mencionar al norteamericano Herbert Mathew, periodista del New York Times, quien también realizó filmaciones (3) a los fotógrafos del Segundo Frente Carlos Orozco y Rollin y a los bayameses Oscar Llul y William Sam. Durante toda la guerra hubo participación de fotógrafos que pertenecían a estudios fotográficos que se encontraban, principalmente, en las ciudades de la región oriental del país.
Es válido aclarar que en la Colección 24 se encuentra una gran parte y no todas las fotos tomadas en aquella guerra. No obstante, después de un primer estudio de la colección, podemos trazar cierta regularidad y es que estas imágenes se movieron en cuatro grandes temas: el descanso de los guerrilleros, los entrenamientos militares, los combates y la vida civil-administrativa.
El primero de los temas nos muestra a un Ejército Rebelde en sus respectivos campamentos, descansando, reunidos, leyendo o en las comandancias de sus columnas. En este tema también hay que agregar las fotografías que se tomaron en los primeros días del triunfo revolucionario donde se pueden ver a los guerrilleros compartiendo en pueblos como Palma Soriano, que se encontraban cercanos a donde se efectuaron los últimos combates.
Este aspecto observado en conjunto nos ofrece una visualidad de la cotidianidad en condiciones de guerra, en una aparente tranquilidad, aspecto este que, si no lo relacionamos con los otros temas de la colección, pudiera aparentar que solamente en esto consistía la vida de los guerrilleros, similar a las apacibles instantáneas tomadas por Roger Fenton durante la guerra de Crimea.
El segundo tema está centrado en los entrenamientos militares donde se muestran las tareas propias de la guerra que siempre anteceden a los combates. Nos encontramos a los guerrilleros ensayando con el armamento, trabajando en las fábricas de guerra, realizando prácticas de tiros, entre otras actividades. También están presentes las relaciones de los rebeldes con sus jefes durante dichos entrenamientos. De esta manera podemos ver una presencia constante de los líderes Fidel y Raúl Castro, el Che Guevara, Efigenio Ameijeiras o Camilo Cienfuegos.
Cuando arribamos al tercer tema que consiste en los combates realizados por el Ejército Rebelde tenemos imágenes sistematizadas de múltiples batallas como la del cuartel de Maffo o la batalla de Guisa en el Primer Frente, las tomas del Central Miranda, del cuartel de San Luis o el de la Maya por parte del Segundo Frente, del poblado del Cobre por el Tercer Frente, la batalla de Santa Clara ejecutada por la columna número 8 o combates no muy mencionados como el de la Ciénaga de Zapata por la columna Enrique Hart de Matanzas.
En este eje temático nos acercamos a una narrativa que contuvo distintos aspectos desde la crudeza más descarnada de aquellos combates, la destrucción de la infraestructura de los pueblos hasta los lados más humanos de dicha crudeza como fueron la entrega de los prisioneros heridos del Ejército de Batista a la Cruz Roja Cubana y la relación de los rebeldes con la población civil de esos territorios.
El cuarto tema que complementa muchísimo a los anteriores se basa en el relato de la vida civil y administrativa. El Ejército Rebelde fue ganando territorios que los denominó zonas liberadas y allí organizó las instituciones que se implantarían en el futuro estado revolucionario. Aunque el ejemplo de institucionalidad casi perfecta en condiciones de guerrilla fue el Segundo Frente Oriental, la organización civil administrativa existió de una forma u otra en todos los frentes. En este tema se visibiliza el trabajo en los hospitales, en las escuelas dirigidas por pedagogos rebeldes, en los departamentos de justicia, los de propaganda, los que se relacionaban con los asuntos agrarios y obreros, etc. Es el rostro de una guerra que no es la guerra por la guerra misma sino la que se propuso destruir las viejas estructuras neocoloniales y crear otras cualitativamente nuevas que tuvieran el mejoramiento del ser humano desposeído y marginado como su objetivo principal.
Los cuatro temas representados en esta colección están atravesados por dos lecturas que se mantienen constantes: el papel desempeñado por la mujer y la apropiación que los rebeldes hicieron de los héroes de la guerra de independencia. En la guerrilla hubo una participación destacadísima de la mujer. Además de las heroínas de la Revolución Celia Sánchez, Vilma Espín, Haydée Santamaría y Melba Hernández, existen otros nombres que apenas son mencionadas: Lupe Veliz, las hermanas Noemí y Antonia Rodiles Planas, las mensajeras Dalia Matos y Telma Boronat o la combatiente del Tercer Frente Oniria Gutiérrez Montero esta última desde muy joven incorporada al Ejército Rebelde y mencionada por el Che Guevara en su obra Pasajes de la guerra revolucionaria.
La representación de las féminas va más allá de ser un simple anexo y apoyo de la guerra; es la de un involucramiento total en la vida de campaña. El lente de la cámara las enfocó ejerciendo junto a los tradicionales roles de cocineras, enfermeras, atendiendo los campamentos o como hermanas o esposas de los combatientes, en profesiones que requieren un conocimiento profundo como la ciencia farmacéutica, en los entrenamientos militares o en el centro de los combates decisivos.
La segunda de estas lecturas se manifiesta cuando aparecen, en planos secundarios los cuadros de José Martí, Antonio Maceo y Máximo Gómez, así como fragmentos de sus pensamientos. Estos cuadros estaban situados en las escuelas, en las bibliotecas y en las oficinas administrativas. Otro lugar común donde se encontraban los próceres era en la portada de los libros que acompañaron a los rebeldes en sus campamentos. Siguiendo los conceptos de Roland Barthes este es el puctum que marca el stadium de la raíz ideológica inspiradora de la liberación de Cuba.
Las fotografías tomadas durante la existencia del Ejército Rebelde analizadas en un sentido global dejaron una huella socio política de carácter contragemónica debido a que, fundamentalmente, es una mirada al interior de la propia guerra de uno de los sujetos emancipadores de la sociedad cubana en la década de los años cincuenta. Por esta razón van más allá de la tranquilidad de las fotografías de Roger Fenton, del paisaje descarnado mostrado por Mathew Brady en la Guerra de Secesión y de la representación que tuvo José Gómez de la Carrera de los mambises en la guerra de 1895. Tampoco están en sintonía con el show mediático que se hace nuestros días con las guerras llevadas a cabo por los centros de poder imperialistas.
Estas imágenes son una parte importante de nuestro patrimonio político- cultural –entendida la cultura en su sentido más amplio–, y; pudiera considerarse un antecedente estético de la conocida fotografía de la épica revolucionaria cuyos fotógrafos cimeros fueron Alberto Korda, Osvaldo Salas y Raúl Corrales. Constituyen el otro relato de la última guerra de liberación que necesitan ser estudiadas para enriquecer la bibliografía escrita sobre el tema y nuestra memoria histórica.
Notas:
(1) Freund, Giselle. La fotografía como documento social. Editorial, Gustavo Gili, SL. Barcelona, 1993.
(2) Del Valle, Rufino. Cuba sus inicios fotográficos. Revista Opus Habana, Vol. VIII, No. 3, 2004-2005, pp. 4-15.
(3) Este periodista fue el que dio a conocer a la opinión pública mundial que Fidel y el Ejército Rebelde existían. Así se desmentía la campaña batistiana de que la guerra de liberación era un invento.
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