El 2015 resultó un año notable en la gestión del Ministerio de Cultura (Mincult) y de su sistema de instituciones, centros y consejos. Esa fue la opinión unánime de los artistas, intelectuales y dirigentes desde la base hasta la nación, que participaron en el balance del sector, en el Palacio de Convenciones de La Habana.
Sin dudas, fue una importante jornada de reflexión la de este viernes, que estuvo encabezada, entre otros, por Miguel Díaz-Canel Bermúdez, Primer Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros; Roberto Montesinos Pérez, jefe de Departamento del Comité Central del Partido; Abel Prieto Jiménez, asesor del Presidente cubano; y Rodolfo Alarcón, titular del Ministerio de Educación Superior.
Según explicó Julián González, ministro de Cultura, el balance, realizado a todos los niveles, busca fortalecer la plataforma organizativa y la proyección estratégica que permitirá cumplimentar, de manera más eficiente, «nuestros compromisos, nuestras tareas, nuestra responsabilidad social, de modo que la cultura contribuya a sostener nuestro proyecto social».
Tareas pendientes
No poco se realizó en cuanto a la conservación y restauración del patrimonio, si se tiene en cuenta la tensa situación económica. Ejemplos se hallan por doquier: la reapertura del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso y los valiosos proyectos que se emprendieron con éxito en Santiago de Cuba —al estilo del Museo Emilio Bacardí— para celebrar el aniversario 500 de la villa, son suficientes para ilustrarlo. Y ciertamente se rehabilitaron —informó Nilson Acosta, vicepresidente del Consejo Nacional de Patrimonio Cultural— 27 museos, pero todavía 60 permanecen cerrados.
«Eso significa —enfatizó Nilson— que todavía queda mucho por hacer en cuanto a la recuperación del patrimonio edificado. Ahora lo esencial es que estas entidades funcionen más adecuadamente, con un guión, con montaje que satisfaga y motive a la población, con una garantía de la conservación de las piezas que atesora, con la existencia de almacenes seguros».
Al decir de Acosta, queda como tarea pendiente llevar adelante una gestión más adecuada de los monumentos nacionales (hay cien amenazados en la actualidad), de los sitios declarados Patrimonio Cultural de la Humanidad; ello es posible cuando se trabaja de conjunto con otras instituciones.
Para Nilson es tan vital la protección de ese patrimonio construido, como de aquel que es inherente a los habitantes, llamado intangible, y que tiene en cuenta las tradiciones y conocimientos que se transmiten de una generación a la otra. «El reto es articular unos valores con los otros y generar capacidad para el desarrollo y las mejoras de las condiciones de vida de la población, mediante un uso sostenible de ese patrimonio».
Otro desafío, dijo, es la difusión de esos valores y la transmisión a las comunidades de su importancia, «para que sea disfrutado y asumido con sentido de pertenencia, desde la óptica de que eso pueda ser un sinónimo de desarrollo. También Anilia Moreno, quien se halla al frente del Consejo Nacional de Casas de Cultura, se refirió a lo esencial de velar por ese patrimonio inmaterial para que no continúen perdiéndose agrupaciones portadoras de tradiciones. «El mayor énfasis hay que ponerlo en las comunidades. Por eso se hace necesario seguir en la reparación de las casas de cultura.
«Luego, el otro problema es convertirlas en palacios, ponerles las condiciones mínimas para poder desarrollar nuestra labor con creatividad, para lo cual también resulta urgente potenciar la superación de los instructores de arte, a quienes debemos motivar para detener el éxodo, para que se acerquen cada vez más a la cultura popular tradicional».
De igual modo, Indira Fajardo, presidenta de la Brigada de Instructores de Arte José Martí, consideró que el quehacer de sus colegas debe rebasar lo que hacen en las casas de cultura o en las escuelas, para integrarse de una manera más armónica en la comunidad.
Cultura de resistencia
Verdadera satisfacción mostró Gisela González, presidenta del Consejo Nacional de Artes Escénicas (CNAE), al celebrar la presencia de jóvenes haciendo trabajo social con sus cruzadas teatrales y guerrillas en las montañas del oriente del país, «llevando nuestros valores, pero también aliento.
«El CNAE desarrolla este tipo de labor, porque apuesta por el desarrollo artístico, por la elevación de las jerarquías culturales, a partir de que propone una programación de mayor calidad y revisando las formas de hacer arte ante el público.
La capacitación de aquellos que asumen el liderazgo de los equipos creativos ha sido otra arista de nuestro quehacer, al tiempo que no hemos descuidado el papel de la crítica y de los asesores teatrales. Porque también es fundamental crear una cultura del debate, como también lo es la ética, porque sin ética no hay cultura, porque sin ética no hay nación», apuntó.
Para Zuleica Romay, presidenta del Instituto Cubano del Libro (ICL), es cuestión de primer orden crear hábitos que estimulen el desarrollo del pensamiento. «Resulta vital en esta lucha campal que estamos librando en contra de la cultura del consumismo, hedonista, contra la cultura de la desmovilización. Porque eso es lo que quiere el imperialismo: que no nos importe nada, que la vida es otra cosa, que hay que olvidarse de todo y disfrutar.
«Contra estrategias como esas hay que establecer prácticas que sean atractivas, que busquen el diálogo entre todas las manifestaciones, lo cual es más armónico y orgánico, porque en verdad la cultura no está sectorizada. Y si ese diálogo se produce en la casa de cultura, que constituye un espacio más ecuménico, mucho mejor».
Música
Para el Instituto Cubano de la Música (ICM), el 2015 fue de destacables sucesos artísticos, pero su presidente, Orlando Vistel, está convencido de todo será superior en la misma medida que la programación atienda las jerarquías. También de jerarquías habló Rubén del Valle Lantarón, presidente del Consejo Nacional de Artes Plásticas (CNAP), y se refirió a un 2016 en que se deberá tomar como pretexto el venidero aniversario de la Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro, un referente que requiere el completamiento del claustro de profesores y la vinculación de la vanguardia artística con los procesos de la enseñanza.
La comercialización de las obras constituye otra prioridad para el CNAP, así como la atención a los recursos humanos. «Los cuerpos de especialistas de las instituciones que atienden las artes visuales están deprimidos y necesitan desarrollar la capacidad de poner a dialogar a los artistas con los públicos», afirmó Del Valle, quien además se refirió a la incapacidad que a veces muestran las instituciones para ayudar a canalizar los proyectos valiosos de los creadores.
Para el Icaic, además de la producción de películas, documentales, animados, videojuegos..., el hacer avanzar el Programa de Fomento de la Cultura Audiovisual será una meta, señaló su presidente Roberto Smith, en busca de potenciar la capacidad de apreciación de los públicos y defender este tipo de obra como un soporte del conocimiento, puesto al servicio de la sociedad. «Aspiramos a que se convierta en una política pública, lo que se puede lograr con las alianzas que puedan establecer el Mincult con otros ministerios e instituciones del país. Entonces estaremos en una posición de utilizar esa herramienta de forma más creativa en función de la cultura».
Es indudable, dijo por su parte Helmo Hernández, quien conduce los pasos de la Fundación Ludwig de Cuba, que la sociedad cubana es cada vez más compleja. Por tal motivo, apuntó, la cultura tiene que vivir en cada rincón del país. «Es el modo de que la gente reconozca ese espacio como suyo en términos culturales. Eso nos obliga a que pensemos no solo en la realización de nuestra propia obra, sino que debemos hacer hasta lo imposible por aportar lo que nos toca en el lugar donde estemos».
Prioridades
«La lógica de las prioridades tiene que ser una obsesión; prioridades que deben ser resultado de un diagnóstico, de escuchar a la gente». Así lo ve Julián González, quien refirió que el problema mayor que enfrenta el Mincult es cómo utilizar al máximo ese recurso formado por la Revolución, esos creadores egresados de nuestras escuelas, para que interactúen con públicos diversos, apuntalando su espiritualidad.
«La principal virtud de un dirigente de la cultura es que además que ser un profesional preparado, sensible, sea capaz de establecer alianzas, de conquistar a las máximas autoridades de los territorios, para que entiendan que sostener la calidad de la cultura es tan primordial como atender la producción, o arreglar las calles.
Ello es más perentorio, porque como señaló Abel Prieto vivimos momentos en que se pretende agrietar, desmoronar, la institucionalidad de la Revolución, que constituye una de sus principales fortalezas. Nos corresponde fomentar el ejercicio eficaz en la rectoría de la política cultural del país, destacó.
Si se desmantela la política cultural de la Revolución lo que vendría sería la ley de la selva, el sálvese quien pueda. Triunfaría el oportunismo del mediocre.
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