Ha partido Eusebio Leal Spengler, el respetado y querido Historiador de La Habana.
Se lamenta la vieja ciudad a la que dedicó incalculables empeños por levantarla, y verla –poco a poco– resurgir, como el Ave Fénix, de las ruinas, hasta llegar a materializar uno de sus mayores afanes de los últimos años: el rescate arquitectónico del Capitolio, sede hoy de la Asamblea Nacional de Poder Popular.
Se lamentan las gentes de los barrios humildes de San Leopoldo, Los Sitios, Dragones, San Isidro, Belén, Monserrate, San Juan de Dios, Santo Ángel, y todos los que integran el llamado casco histórico de La Habana Vieja, donde desde las ciudadelas, las calles y los parques sus cálidas manos saludaban el paso del maestro en sus habituales recorridos por la otrora villa de San Cristóbal que tantos desvelos le causó. Afectuoso y amable, el extraordinario martiano caminaba atento a la reverencia, a la alegría de los vecinos al encontrarse con el salvador de su entorno urbanístico.
Se lamentan los niños para los que promovió la construcción de parques, museos especializados en historia, cultura y en la naturaleza. Sano universo que les garantiza divertimento y enriquecimiento espiritual, amén de su interés por que las escuelas se convirtieran en espacios de culto, y en las que la higiene, la belleza y la tradición estuvieran presentes para consolidar la altura de quienes representan el futuro de la patria.
Se lamentan los ancianos, que disfrutan de los dignos y placenteros espacios habitacionales y de esparcimiento, en los que florece el amor a la vida y al prójimo y los recuerdos individuales engalanan el pensamiento para asumir con optimismo, fe y alegría el final…
Se lamentan las embarazadas, que esperan la llegada a la luz del retoño que creció en sus entrañas en un ambiente acogedor, esplendido y equipado con las más novedosas tecnologías y personal médico reconocido, especializado en los menesteres del parto.
Se lamentan la Madre Teresa de Calcuta, Ernest Hemingway, Federico Chopin, Diana de Gales, el Caballero de París, Antonio Gades, Cecilia Valdés y Bola de Nieve, entre otras grandes figuras de la historia y la cultura universal a quienes hizo eternos al adquirir esculturas –muchas de ellas realizadas por el connotado escultor cubano José Ramón Villa Soberón–, que diseminó en diferentes espacios –parques, plazas, instituciones– de la vetusta ciudad de intramuros.
Se lamentan las mujeres y los hombres que con el paso de los años han visto renacer la urbe donde nacieron o en la que hoy habitan, fruto de la dedicación del maestro a la obra de reconstrucción de la capital, de su lucha por la preservación del patrimonio de la nación y su incansable dedicación, con el apoyo del Estado y de los ciudadanos, a incentivar el proceso de recuperación y promoción del patrimonio existente en La Habana Vieja y en el resto de la capital; gestión que fue premiada por la UNESCO al declarar a la antigua zona colonial urbana como Patrimonio de la Humanidad.
Se lamentan El Templete, los palacios de los Capitanes Generales, del Segundo Cabo y el Presidencial –Museo de la Revolución–, los edificios Bacardí y los museos de la Música, de Bellas Artes, y de Historia Natural… y hasta el Morro y la Cabaña también se lamentan, junto con otros legendarios inmuebles del centro histórico y el sistema de fortificaciones de ese territorio fundado en el año 1519 y que recién acaba de cumplir 500 años.
Se lamentan también los perros, a quienes protegió, alimentó e hizo identificar con singulares solapines que colgaban en sus cuellos, para andar libres y altaneros por las antiguas calles de adoquines…
Se lamenta Cuba entera que durante tantos años recibió a Eusebio Leal, el Héroe del Trabajo de la República de Cuba, en los hogares de todos para conocer mejor a la metrópoli henchida de historia, quimeras y mitos a través de su instructivo programa Andar La Habana.
Se lamenta la Patria que llora la inevitable partida de Eusebio, para convertirlo en leyenda…
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