Desde el propio mes de enero de 1959 las fuerzas del Ballet de Cuba comienzan a organizarse, se convoca  una audición y las mellizas de Sáa aplican y son seleccionadas para integrar la nueva compañía conocida como Ballet Nacional de Cuba.

Regresando de sus actuaciones en Estados Unidos y vencida la audición organizativa, la compañía realizaría una gira por América Latina y en 1961 otra por los países socialistas de Europa y Asia. Con un repertorio que incluía roles como Grisi, Un concierto en blanco y negro, Imágenes, amigas de Giselle, Coppélia, La fille mal gardée, los cuatro cisnes de El lago… elevarían a Chery al rango de solista.

Con la creación de la Escuela Nacional de Ballet, dirigida por el maestro Fernando Alonso, las jóvenes bailarinas asumirían la enseñanza para los nuevos alumnos que ingresaban, la primera generación después del Triunfo de la Revolución, y Chery estaría en esta avanzada profesoral sin abandonar su formación creciente como bailarina.

Además, aparecería el amor… y sus consecuencias: Chery contrae matrimonio, vendrían los hijos, en su caso ¡tres!... y aparecían las lesiones que le limitarían su desarrollo: una rótula fuera de lugar en una función de Coppélia le marcó la decisión definitiva, había que dejar la escena. Felizmente ahí estaba la enseñanza como opción y a ella se abrazó… ¡hasta su muerte!

En 1968 la Escuela Nacional de Ballet gradúa su primer grupo, el maestro Fernando decide seguir sólo como director de la compañía profesional y entrega la dirección de la Escuela a Chery, cargo que ocupa también hasta el fin de sus días, con pequeñas pausas por ocupar mayores responsabilidades, pero nunca abandona el salón.

Comenzaron también las asesorías internacionales, de las que Chery fue pionera y la llevó, prácticamente desde 1977, cuando fue nombrada Asesora Nacional de Ballet de la enseñanza artística, que desde dos años antes había comenzado con tres alumnas mexicanas graduadas en 1978. Primero fue con México y luego se expandió por todo el orbe y la presencia física de Chery abarcó, con la consabida expansión de la escuela cubana de ballet, desde Italia, España, Portugal, Inglaterra, Bélgica, Suiza, Francia, Estados Unidos, México, Venezuela, Brasil, Colombia, Sudáfrica entre otros muchos salones internacionales de ballet, así con sus apariciones en eventos, concursos, convenciones que serían interminables de mencionar, junto a los resultados de sus alumnos por todo el mundo y su imagen en las más importantes compañías y academias internacionales. Valga mencionar en mi opinión al   ejemplo más claro y evidente entre sus alumnos, Carlos Acosta, actual director del Birmingham en Gran Bretaña.

Ofreciendo una de sus frecuentes asesorías internacionales en México la sorprendió un accidente cardiovascular y luego de ingentes esfuerzos por revertirlo, regresa a La Habana para, finalmente, reposar para siempre en su patria, a la que le fue tan fiel como al ballet.

Como el extenso vuelo internacional que tuvo su carrera que abarcó más de 70 años, su papel en la creación y consolidación de la escuela cubana de ballet incide no solo en la metodología, que fue su principal aspecto a desarrollar: su trabajo como bailarina, coreógrafa, maestra, promotora, divulgadora fue recompensada con premios y distinciones tales como el Premio Nacional de                                                                                                                                                    Danza, Distinciones por la Educación y la Cultura Cubanas, Premio Vignale Danza en Italia, Premio Nina Novak en Venezuela, Ciudadana de Honor de la ciudad de Turín, Italia, Mejor Maitre en el Festival de Joinville, Brasil, Premio Nacional de Enseñanza Artística y la Orden Félix Varela en Cuba.

Figura impostergable cuando de ballet se hable en América Latina y buena parte del mundo, Ramona de Sáa Bello, Chery será por siempre -como la llamó su maestro Fernando Alonso- la quinta joya del ballet cubano.

¡DESCANSE EN PAZ!