No me engañe al bailador. Así reza el estribillo de un tema de música popular bailable contenido en la más reciente producción discográfica de Manolito Simonet titulada No puedo parar y que BIS MUSIC, como ya viene siendo costumbre, presenta en los últimos días del mes de diciembre, y por consiguiente del año; anticipando lo que será su siguiente ciclo promocional.
Quien haya seguido su carrera discográfica, primero con la EGREM, después su paso por Manzana/Eurotropical y finalmente BIS MUSIC, podrá entender la trascendencia de tal afirmación que refuerza uno de los motivos que le llevaron a formar su orquesta; una orquesta que por casi un cuarto de siglo ha gozado del favor de los amantes de la música cubana lo mismo en casa que en Europa, el principal mercado de la música popular cubana desde hace algunos años; y que parece no agotar su ciclo creativo.
Para Simonet hay una delicada línea conceptual que delimita la cordura de la tolerancia; la razón (crítica) de la pasión; y la admiración del respeto, aquello que los mayores, nuestros mayores, definieron como adulación; que en el caso de esta tierra por momento ha recibido diversos calificativos no dignos de mencionar en estas líneas; y que han sido el mainstream de su paso por la música cubana de estos tiempos. Todo ello y más está presente en este fonograma y en el audiovisual que le acompaña.
Pero valdría la pena preguntarse: es este el más internacional de los discos de Manolito Simonet y su Trabuco, es el mejor de todos sus discos, el más acabado; o es un disco más para bailar. La respuesta a estas interrogantes tiene doce puntas como los trabajos de Hércules; sin embargo veamos algunas posibles (que no todas).
Desde una perspectiva personal pienso, y afirmo, que si lo considero el disco más internacional de todos los que ha producido Simonet; y aquí van algunas razones: la primera es que sin hacer concesiones sonoras se imbrica más con el “swing” que recorre diversos mercados donde la música latina —que no solo es la cubana— donde lo caribe y cierto “no sé qué” africano están influyendo en el gusto y el consumo de grupos interculturales y raciales muy diversos que comienzan a interrelacionar. Hoy decir música cubana pura, es un total desacierto conceptual; y con pleno dominio de ello Simonet se arriesga a mostrar cómo debe y deberá ser el son de estos tiempos: una gran ensalada sonora. Muy valiente de su parte tomar este riesgo.
No creo que sea el mejor de sus discos, aunque pienso que será referente en algún momento y hasta que marque un punto de giro en su carrera internacional. El Trabuco ha hecho siempre su música lo mismo en casa que más allá de las fronteras; y hacer su música no implica renunciar a la tradición, ni renegar tres veces de los padres fundadores; esta vez se acerca nuevamente a Formell —ya lo hizo años antes cuando tomo nota del Changüí 69, la cepa inicial del Songo— y nos propone una Sandunguera en la hace énfasis en el sonido de la charanga, pero no la charanga típica; coquetea con aquellos experimentos que a comienzos de los sesenta hicieran los hermanos Palmieri en la ciudad de Nueva York cuando fundaron La perfecta, y hacían una música que los bailadores de aquellos años no lograron descifrar. Simonet, presenta cincuenta años después la ecuación necesaria para que el bailador cubano e internacional disfrute de algo que ha estado ante sus ojos y oídos pero que no lograba entender.
En estos tiempos de dúos e invitados por momentos innecesarios y redundantes, es agradecible la presencia de Tania Pantoja en el tema Me moriría; Simonet supo retomar los encantos de su voz y devolvernos a una excelente cantante que por momentos es víctima de su propio entusiasmo.
Pero se trata de un CD acompañado de un DVD; y aquí entramos en terreno difícil. La realización audiovisual es impecable en cuanto a su factura profesional; sin embargo, creo que dramatúrgicamente su pudo haber logrado más si se hubiera dado otro tratamiento a la puesta en escena.
Simonet acusa un repertorio que es más que sones y timba, tiene cantantes que pueden hacer otros temas que el público agradecería y mostraría una cara más de una orquesta que es diversa, plural y que los cubanos de a pie ya tienen como parte de su vida. Cierto es que se trata del concierto acompañante del disco; pero hay que pensar en todos los “otros públicos” cuya euforia por el baile no tiene la misma intensidad que la nuestra.
La tolerancia es cultura, sentenció un sabio en siglos anteriores a este en que todo se recicla, por lo que hacer buena música en tiempos de chatarra sonora campeando por su respeto en el mercado —tanto local como internacional— es todo un reto del que pocos salen airosos; y si ese tolerar se adereza con las justas gotas de cordura se llega a la conclusión de que se siembran las bases para definir un sonido: el sonido Trabuco que ya forma parte de la cultura cubana y merece la atención de la alta academia.
Parar o no parar, he aquí el dilema a que se enfrentan BIS MUSIC y Simonet. Creo que la pausa no urge, la buena música sí. El son de estos tiempos lo merece y el bailador no se sentirá nunca engañado.
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