En abril de 1958 se produjo en todo el sector urbano del país un grupo de acciones militares revolucionarias, con el propósito de asestar un duro golpe a las fuerzas de la tiranía batistiana. La lucha guerrillera en las montañas orientales se encontraba en pleno auge y las victorias y expansión de las guerrillas auguraban mejores momentos para la causa de la libertad.
Fue entonces que la dirección nacional del Movimiento 26 de Julio decidió realizar la que luego se conoció como Huelga de Abril. Las acciones en las ciudades fueron apoyadas por operaciones guerrilleras, en la región oriental fundamentalmente, pero a pesar de ello y del heroísmo demostrado por los combatientes urbanos, la huelga fracasó.
Hubo asaltos a emisoras de radio y se trasmitió en horario laboral el llamamiento a la huelga general, por lo que no tuvo el efecto esperado. En La Habana se produjo el asalto a la armería de La Habana Vieja (recreado por el filme Clandestinos, de Fernando Pérez), hubo paros y sabotajes en terminales de transporte, quema de gasolineras en Guanabacoa, El Cotorro y Madruga, interrupción del tránsito a la entrada y salida de la capital, sabotajes diversos, un descarrilamiento de trenes en Jovellanos, el ataque al cuartel de Quemado de Guines y se paralizó por completo Sagua la Grande, pero, a pesar de todo este conjunto de acciones, la huelga fracasó.
Para las fuerzas rebeldes tuvo un alto costo en vidas de importantes figuras en el movimiento clandestino, como Gerardo Abreu (Fontán), Sergio González (El Curita) y Arístides Viera (Mingolo), entre otros, debido a la fuerte represión desatada por la policía y los órganos de control de la tiranía. En días posteriores cayó Marcelo Salado, dirigente de acción y sabotaje en la capital y un cuadro fundamental del Movimiento 26 de Julio. Se calcula un aproximado de un centenar de combatientes revolucionarios, la mayoría jóvenes,que perdieron la vida en estas acciones. Como expresó el comandante Faustino Pérez, uno de los jefes de la operación: “Aquel día se luchó y murió en todo el país”.
Entre los factores que se analizaron posteriormente como conducentes al fracaso de la huelga, estuvo la ausencia de un clima previo que hiciera de la misma la culminación de un conjunto de acciones precedentes, el inadecuado método seguido para la convocatoria, que no fue efectivo, la escasa magnitud de los sabotajes eléctricos y de las plantas de radio, se esperaba un apagón total y el dominio de las ondas radiales, y por último, que no fue una acción articulada con otras fuerzas anti batistianas como el Directorio 13 de Marzo y el Partido Socialista Popular, lo que puso de manifiesto una actitud de sectarismo en la coordinación general de los efectivos revolucionarios, y restó una mayor contundencia a las acciones.Hubo ciertamente una sobrevaloración de las posibilidades de acción de las fuerzas clandestinas en la capital y también del peso real de la respuesta de las fuerzas batistianas.
El 3 de mayo, a poco menos de un mes de la huelga, se produjo,en el lugar conocido como Altos de Mompié, en la Sierra Maestra, una reunión de análisis del fatídico resultado, encabezada por Fidel Castro como jefe del Movimiento 26 de Julio y de la que salió fortalecida la comandancia de Fidel como jefe principal, político y militar, de la revolución. De igual manera, se reestructuró el Movimiento 26 de Julio en el llano. A juicio del Che Guevara, asistente a la reunión, esta fue decisiva en el curso posterior de la revolución.
El resultado negativo de la huelga envalentonó a la tiranía, la que desplegó a continuación una represión aún más feroz en las ciudades, pensando que la insurrección había dado un paso en falso que la llevaría a su derrota. También fue el momento en que se decidió la gran ofensiva contra las fuerzas guerrilleras, ejecutada meses más tarde. A su vez, el Ejército Rebelde creó dos columnas nuevas, la “Pepito Tey”, a las órdenes del comandante Belarmino Castilla, incorporada al Segundo FrenteOriental “Frank País”, y otra que, bajo el mando de Víctor Bordón, pasó a operar en las montañas del Escambray, al centro de la Isla. El enfrentamiento se agudizó en el resto de 1958.
Me gustaría citar unas palabras de Faustino Pérez que dan la tónica del espíritu que animó a aquellos hombres enfrentados a una dictadura feroz y sangrienta, en una guerra sin cuartel, a muerte, cuando expresó: “Los grandes reveses expresan quizá, mejor que las victorias, la magnitud de la lucha. Así de grandes los reveses, mayor aun la voluntad de convertirlos en victorias. En el camino ascendente del pueblo cubano nunca un revés fue ni será definitivo; nunca trajo la parálisis, nunca significó el abandono de la lucha”. Nunca mejor expresado, apostillo.
Sin duda alguna, ese fracaso puso en una difícil situación a la insurrección, pero fue debidamente contrapesado por las acciones combativas subsiguientes y asumida la experiencia necesaria de los errores cometidos. En las montañas orientales las acciones revolucionarias no se detuvieron, sino que se incrementaron, y se pudo transformar aquel revés en mayor madurez de la revolución.
Ocho meses más tarde, se produjo el triunfo definitivo con la huida del tirano.
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