El 27 Festival Internacional de Ballet de La Habana “Alicia Alonso” acaba justo de terminar este 13 de noviembre, y sobre su escena se ha aplaudido ya mucho la danza en su concepto más amplio. La cita inició las celebraciones por los 75 años de la fundación del Ballet Nacional de Cuba -extendidas hasta los últimos meses de 2023- y clausuró de manera muy meritoria.
Son muchas las particularidades que se conservan desde sus inicios, allá por 1960: la suma de espectáculos, conferencias, exposiciones, clases y cursos conviven en salones de danza, las calles y los teatros de la capital y otras ciudades de la isla. Este es uno de los festivales de ballet más importantes del mundo y conforma un punto de verdadero encuentro e intercambio entre artistas, técnicos, productores, fotógrafos y periodistas especializados internacionales.
El maestro Noel Bonilla, Doctor en Ciencias sobre Arte, se llegó a La hora de Lola para debatir y teorizar sobre el justo reconocimiento de este evento dentro del movimiento de la danza contemporánea cubana:
“La cartelera fue bien variada en términos de poéticas expresivas, de vocabularios diferentes y de la presencia de figuras emergentes en el contexto de la danza cubana y de la danza internacional. Además, que clausurara la Compañía Nacional de Danza de España con una versión de Carmen, que de alguna manera es un ballet conocido y también tiene una fuerte versión de Alberto Alonso en el Ballet Nacional de Cuba- resultó muy estimable”.
Noel Bonilla apuntó asimismo lo meritorio de que estas funciones no se quedaran en el circuito de danza habanero, porque “se expandió a otros escenarios desafiando los contextos y a la movilidad propia de la Isla para dialogar con esos públicos y los estudiantes de arte”.
A la vez, el especialista alertó sobre la entrada de la danza en una franja de cuestionamientos, “pues pensar en el movimiento como el único recurso expresivo ya es una zona que está entrando en decadencia; según uno de los recursos teóricos más importantes de la danza, llegó la era del cuerpo, algo que parece que siempre ha estado en tanto entidad física pero no como el pretexto mismo sobre el cual danzar”. “Este Festival de Ballet trajo todo esto a debate”, enfatizó.
Se refirió a además a la impronta de una Susana Pous distinta con “Mi Compañía”, quien montó una pieza que ya había sido estrenada hace tres años en China pero que amplió esa noción de working progress de las coreografías a las que siempre se pueden regresar. Por otra parte, el Comité Organizador del Festival fue presidido por Viengsay Valdés, directora general del Ballet Nacional de Cuba, quien se incorporó como bailarina a las funciones tras un proceso de maternidad reciente.
Asimismo, para clausurar el Festival de Ballet de La Habana se eligió una puesta en escena de una Carmen más contemporánea, bajo el mito de la sensualidad del personaje; todo siguiendo la lógica de una representación diversa de las poéticas en nuestra danza contemporánea.
Una danza como instancia de todo lo posible, con cuerpos que entran en juego desde la visión de su propia corporalidad, constituyó un símbolo de “la madurez que en estos 75 años transitados nos permite identificar todo lo que puede ser ruptura o continuidad”.
“Lo mejor que puede tener una tradición como la de la danza académica de hace seis siglos es habitar en las edades del presente, del siglo XXI”, resumió el crítico Noel Bonilla.
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