Hay momentos en que las relaciones son ineludibles. Hay espacios que no pueden contener las fuerzas que allí se generan. Hay metáforas que escapan a la comprensión de los sueños. Dos exposiciones, dos lugares diferentes: una misma tesitura.
ECO, de Rafael Villares, inaugurada en ARTIS 718, se levanta como un estudio del dibujo reinterpretado. En una búsqueda que se declara desde el inicio, el artista emplaza al espectador en el análisis de la morfología del eco: «El cuerpo humano tiene 200 km de arterias y venas, todas fueron o serán raíces». Es una analogía sencilla que nos revela, cual sentencia, la condición final de su discurso, y la claridad establecida de una realidad que no escapa a ningún ojo atento. Continúa: «El 80% de las raíces de alrededor de tres trillones de árboles cayeron una vez en forma de rayo. Un millón ochocientos mil de sus ramas son semejantes al 30% de los ríos». Rafael disecciona formas naturales, presenta objetos alterados que se comunican, escarba y pinta en las paredes, recoge imágenes de una noche de tormentas y graba, como un eterno hacedor de libros, la impronta reveladora de una verdad. «Existen diez mil ochocientos setenta y un ríos conocidos en la Tierra, de ellos el 70% fueron rayos».
Pero ECO va más allá del objeto simbólico. Cada espacio, cada pieza nos presenta un axioma. Es el camino del arte —también— un juego de relaciones, de preguntas más que de respuestas; de conectar sucesos con acciones y de proponer nuevas miradas a lo cotidiano y a lo intangible. Revelar lo profundo de la naturaleza humana a través del símbolo inmutable de lo primigenio, constituye la fuerza temperamental de este «retrato» que el artista nos hace de la realidad, tamizada por sus filtros y cercana en su poética con Galeano, Kosuth, Camnitzer, Adams, Nauman, Buren o Manzoni. «De los cien rayos que caen cada segundo, noventa son arterias o venas».
Luis Casas, con Entre caníbales, inaugurada en Studio 8 en El Vedado, nos deja ver una perfecta relación de armonía entre el objeto producido, el espacio expositivo y el consumo final de la obra. Nunca un espacio fue más preciso para el arte underground que esta galería. Asidua ya por una buena cantidad de jóvenes artistas, este espacio se va convirtiendo en un clásico de las noches de fin de semana, en el que se alterna la buena música electrónica, el juego de luces, las Artes Visuales menos oficiales y el encuentro entre creadores y críticos. No es un lugar para lo formal, ni se enmarca en la «clásica» estructura contenidista de las galerías tradicionales. Es una nueva referencia de curaduría y dinámica perceptiva, en la que sería bueno reparar para desacralizar un poco la monótona rutina expositiva del sistema institucional de consumo del arte.
Las obras son varias y los soportes disímiles. Tal vez el elemento unificador es la estética propiamente alternativa —que no contracultural— que se presenta entre las paredes de este sótano-taller-galería. Una mesa amplia y robusta que sirve de sitio de debate, una selección precisa de dibujos sobre hojas de libros, uno o dos grafitis (y sus materiales productores), un Tablet que nos deja ver el proceso de realización de una de estas «pinchas», pinturas directas o con plantillas realizadas con diversos materiales, una instalación con tubos de spray… Cada rincón emana su propio discurso y el ambiente que se respira es totalmente de arte.
ECO y Entre caníbales son reflejos temperamentales de cada uno de sus productores. Uno más sutil, espacial y poético; el otro menos contenido, alternativo y directo. Ambas son miradas que se cruzan y se complementan. Las dos sobrepasan los límites de sus discursos. Las paredes no pueden contenerlos.
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