Tres proyectos expositivos incluidos en el programa colateral de la 15 Bienal de La Habana, ya en su recta final, se encuentran instalados desde el pasado 10 de enero en la galería Servando Cabrera Moreno, ubicada en la Calle 42, número 104, entre 1ª y 1ª A, La Copa, Miramar, Playa. Estos son: el personal de Giselle Lucía con el nombre de Las ensoñaciones del reposo; el colectivo Line Up, con obras de Javier Agudo, Aramís Cue, Yan Cue, Jejannie Cardoso y Yuniel D´Casal; y La ruptura del decorum, de Agustín Bejerano, respectivamente.
A esta última muestra del maestro Agustín Bejarano Caballero (Camagüey, 1964) me referiré en esta ocasión, pues se trata de una propuesta que sobresale por la belleza y factura de las ocho obras que las conforman (acrílicos sobre lienzo) de grandes dimensiones (156 x 200 cm.), las cuales incitan a la reflexión moral; en tanto generan compromiso ético en el espectador que advierte en estas composiciones una intimista entrega que nos permite viajar por caminos de alegrías, misterios, dolor y esperanza, para en última instancia encontrarnos con disimiles significados y significantes en torno a la existencia humana.
Para denominar su exhibición el artista tomó el título del artículo del crítico Maikel José Rodríguez Calviño aparecido en la revista digital La Jiribilla, a raíz de la exposición Olympus (2020), y en las palabras del catálogo a este nuevo proyecto el artista señala que no solo subvierte “el principio ético inherente a la retórica clásica, la cual pienso es un dogma que entra en contradicción con la libre expresión creativa. Por otra parte entra en contradicción con principios ‘civilizatorios’ que abogan por el respeto al decoro, a la dignidad, al respeto elemental de los derechos del ser humano, pero fundamentalmente al derecho de expresarse y de vivir”.
Bejarano subraya, además, que “para comprender mejor la esencia de este reciente trabajo hay que remitirse a la etimología de la frase que da nombre a la exposición.
“Mi obra en general —agrega—, no solo la que ahora me ocupa, es un compromiso con lo moral, con la esencia ética del hombre como género y la lucha por su permanencia, por lo que ineludiblemente han existidos diversas interrogantes en el proceso de evolución de mi trabajo, como pudiera ser: … y cuánto hemos perdido, o cuánto más perderemos, porque realmente no hemos ganado como género desde lo humano. Para mí está claro que existen otras múltiples interrogantes que ahora no abordaré porque me saldría del objetivo de este proyecto, pero estoy seguro que como escribió Maikel: … ni la engañosa quietud del mar ni la aparente tozudez de la piedra… me brindarán las urgentes respuestas que necesita el hombre, en su actual vivir, como género, si no empeño mi obra en tal esfuerzo.
“Por tanto —subraya—, resulta obvio que la exposición trata problemáticas éticas apremiantes, además de las de orden existencial que aquejan al mundo actual, incluida la realidad en nuestro país, como son los que tienen que ver con la diáspora, la migración, el aislamiento, la segregación cultural y étnica, entre otros males que aquejan. Estas problemáticas las reflejan en detalle los textos escritos hasta ahora sobre mi obra. Mi estilo como es sabido, no es descriptivo, ilustrativo o anecdótico, sin embargo tiene esos tres aditivos que sin estigmatizarlos, me parece prudente tener en cuenta”.
Las pinturas de este connotado artífice, reunidas en la galería Servando Cabrera Moreno, tienen que ver con la vida contemporánea, es decir, con guerras, represiones, enajenación, y otros problemas que aquejan a la existencia humana, y están concebidas con el fin de hacernos deliberar sobre apremiantes problemas sociales. De tal modo, el arte de Bejarano deja de ser un producto eminentemente contemplativo, por su grandiosidad, belleza y espectacular acabado, para convertirse en un arte eminentemente social, comprometido y comprometedor, en tanto susceptible a provocar importantes cambios en la conciencia del espectador, el cual lo percibe como enérgico testimonio sobre la vida.
En tal sentido, el maestro subraya: “Los tiempos que corren son como dije, desconcertantes. La amenaza de guerras, que pende constantemente sobre la humanidad como la Espada de Damocles, las muertes producto de las guerras ya existentes, masacres y genocidios inexplicables entre otros múltiples desmanes, son pruebas que ponen al mundo cada vez más patas arriba. Hay muy pocas señales que auguren un mundo mejor, a pesar de que tal propósito esté en el sustrato ético de la humanidad…
Que esta “exposición aporte algún rayo de luz para hacer más creíble un futuro esperanzador para la raza humana”.
En La fractura del decorum, se destaca, asimismo, el magistral desempeño del artífice como dibujante, ejercicio en el que retoma, como en sus anteriores series, trascendentales iconos universales para finalmente provocar en el espectador reflexiones de alcance individual y colectivo que también pueden traspolarse a otras situaciones en diferentes latitudes. Sus trabajos, enigmáticos y místicos, evocan al hombre desde su magnitud humanística hasta sus disímiles niveles de pensamiento, de acción, de conciencia. Compleja conjunción de emblemas, de signos que, derivados del estudio y la observación del pintor, establecen un conceptualismo plástico que emana del contrapunteo entre lo clásico y lo contemporáneo, para luego de recrear sus ideas sobre la autodestrucción del mundo —incitada por la ambición, el odio y la intolerancia— concluir en discursos aleccionadores, optimistas y esperanzadores.
Desde los inicios de su emblemática serie Los ritos del silencio (2003), Bejarano ha venido haciendo uso del craquelado o cuarteado, una técnica de pintura de imitación que consiste en simular la apariencia de la pintura agrietada con el paso del tiempo y en la que logra sorprendentes efectos visuales. Al respecto apunta: “En esta propuesta retomo la superficie craquelada que me brinda la utilización de materiales áridos, que con el empleo de aglutinantes especiales para su permanencia sobre el lienzo, ayudan visualmente al dramatismo que propongo en las obras. Una vez más, el inquietante craquelado junto al pequeño y díscolo hombrecito casi legendario, toman protagonismo, siendo ambos partes importantes y complementos de las fracturaciones del decorum que propongo”.
Bejarano enfatiza, asimismo, “la exótica energía y acética sensación desconcertante que de nuevo dimanan de estas obras. Hay que tener presente esto para una mejor comprensión, a toda luz, proveniente de una sustantiva etapa que cierra dos décadas, resumida en dos exposiciones, que a su vez, forma parte de la serie Los ritos del silencio, la macro serie a la que pertenece también este último trabajo”.
La fractura del decorum es arte de nuestro tiempo, ilustrativo y crítico. De ahí que su autor se propuso que esta “exposición aporte algún rayo de luz para hacer más creíble un futuro esperanzador para la raza humana”; premisa igualmente contenida en los objetivos de la Bienal de La Habana, evento que en 2024 arribó a su aniversario 40 y que tiene como fin, asimismo, favorecer el conocimiento y la promoción de las artes visuales de Asia, África, Medio Oriente, América Latina y el Caribe.
Fotos: Cortesía del artista
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