La estrella en el alma de Carmen


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Un libro magnífico ha salido a la luz: Bautismo en la soledad. Biografía de Carmen Zayas Bazán, esposa de José Martí. Ha sido publicado por Ediciones Ácana, de Camagüey, y tiene 132 páginas. Su autora lo es Mirtha Luisa Acevedo Fonseca, miembro del grupo que fundó en Cienfuegos la Sociedad Cultural José Martí —la primera filial en provincias—, de la cual fue su primera vicepresidenta y, posteriormente, su presidenta durante algo más de diez años. La edición del libro ha correspondido a Mayelín Portales Joba, quien ha incluido varias notas aclaratorias.

A Carmen Zayas Bazán la bautizaron en la principeña iglesia de la Soledad y el título original de esta obra era escribiendo con mayúscula “Soledad”, pero el ilustrador de la cubierta del libro, Roberto Luis Zuñet Acevedo —hijo de la autora—, le propuso a su madre, con mucho acierto, escribir con minúscula “soledad”, pues así, “en soledad”, fue toda la vida de Carmen, hasta sus últimos días, en que perdió la conciencia.

La autora es una escritora cienfueguera que nunca había visitado la ciudad de Camagüey (hasta la presentación de este libro), y esto es algo muy singular, pues debido a sus investigaciones —además de haber aclarado los orígenes cienfuegueros maternos de Carmen— ha podido describir a esa bella Ciudad de los Tinajones en el último cuarto del siglo xix de la mejor manera, así como a diversos inmuebles que se citan en la obra. Su labor investigativa ha sido agradecida por varios hijos de Puerto Príncipe, y su dominio acerca del tema ha sido valorado como de ejercicio emancipativo para la camagüeyana valerosa que amó a José Martí.

Carmen Zayas Bazán, a pesar de provenir de familia pudiente, que tenía fincas ganaderas e ingenios azucareros, no cabe duda alguna que, además de quedar deslumbrada desde que lo conoció, se enamoró de José Martí y le acompañó en su pobreza desde el mismo momento de su boda en la ciudad de México, en los finales de 1877.

Además de saber haberse casado con un hombre de una gran inteligencia, quizás una inteligencia superior que las de todas las personas que ella hubiese conocido, también sabía que ese hombre tenía una idea fija en su mente: luchar por la independencia de su patria. Y acaso, ¿esa idea de Martí sería la única rival de Carmen Zayas Bazán o existirían también otras rivales?

Y de eso se trata este libro, de adentrarse en todas las intimidades que estuvieron golpeando a este matrimonio por tantos años, y que produjeron heridas a los dos cónyuges.

Fueron muchas las mujeres que tuvieron un lugar —si no en el corazón— en la vida del Apóstol. Valga recordar a la mexicana Rosario de la Peña; a la artista española Concha Padilla; a Blanca de Montalvo, o a La Madrileña, que le escribía diciéndole cuánto lo extrañaba... Un caso singular fue el de María Granados, quien le inspiró su conocidísimo poema La niña de Guatemala:

Ella dio al desmemoriado

una almohadilla de olor;

él volvió, volvió casado;

ella se murió de amor.

En cartas de Carmen a Martí ella le dice que era celosa. Pero omite que tenía un fino olfato para descubrir alguna otra mujer en medio de ellos dos. Esto también será óbice para un mal entendimiento en un futuro.

Sin embargo, la que causó en Carmen las mayores sospechas — ¿justificadas? — y le hizo tomar decisiones dramáticas fue Carmita Miyares, la madre de María Mantilla, la hija espiritual —y para muchos, incluso para la propia María, biológica— de Martí.

Aunque no estamos en presencia de un donjuán. Nada más lejos de pensar o creer, pero una personalidad tan atractiva y avasallante como la de José Martí, que subyugaba a quienes lo escuchaban, cuáles efectos no causaría —sin proponérselo siquiera y sin jactarse de ello— cuando se trataba de mujeres.

Ahora bien, si los celos de Carmen Zayas Bazán salieron a flote con la numerosa presencia femenina en la vida de su esposo, no es menos cierto que no fueron la única causa de su infelicidad. Fueron muchas las vicisitudes que sufrió a partir de su matrimonio debido a la actividad política de Martí: Viaje inhóspito a Guatemala, donde tiene que vender sus joyas; viaje —se encontraba embarazada— a lomo de mula hasta Honduras; regreso a Cuba —y si alguien piensa que Martí ha vuelto a su patria, él contestará que no tiene patria, hasta que la conquiste—, y en La Habana nace José Francisco Martí Zayas Bazán. Con lágrimas en los ojos Carmen había pedido a Martí, ante la pobreza que tenían y por no haber hallado otras oportunidades de trabajo en Honduras y ante la proximidad del alumbramiento, regresar a Cuba, pues ya se había firmado la Paz de El Zanjón. Sin embargo, también estaba segura que llegar a la Isla iba ser lo que fue: Martí se pondría a las órdenes de la independencia de su patria y es hecho prisionero y deportado a Ceuta. Es el 29 de septiembre de 1879. Esta es la primera separación del matrimonio.

Después él se las ingenia y se escapa de España, por Francia, por Inglaterra y llega a Nueva York el 3 de enero de 1880 en medio de un frío intenso, y comienza a hacer gestiones para que Carmen y Pepito, de menos de dos años, viajen para estar juntos, lo cual se logra a los dos meses exactos, el 3 de marzo de 1880.

Martí, en los dos meses que median entre su llegada a Nueva York y la de Carmen y Pepito, se ha alojado en la casa de huéspedes de los esposos Mantilla-Miyares, quienes habían llegado a Nueva York en 1870 y tenían tres hijos. Y Carmen Zayas Bazán y Pepito también se hospedan en esa casa.

La situación de Martí era precaria, su trabajo político lo involucra en múltiples acciones, pero a Carmen le perturban todas estas cosas, que no comparte, y se ha puesto a dar clases de idioma español para aliviar la penuria por la que atravesaban.

Sin embargo, después de ese viaje largamente esperado por Martí y deseado por Carmen, ella regresa a Cuba con Pepito el 24 de octubre de 1880. ¿Qué sucesos la llevaron de vuelta a poco más de siete meses? ¿Cuáles agravantes existieron durante esa estancia en la Ciudad de los Rascacielos? ¿Acaso la pobreza extrema en que ella vivía con su hijo por estar Martí comprometido con su cargo en el Comité Revolucionario Cubano? ¿O sería por alguna cuestión de su vida íntima? ¿Quizás por los afectos de Martí a su tocaya, la Miyares? ¿Alguna sospecha? Porque desde hace algún tiempo Manuel Mantilla padece invalidez física, pero se sabe que Carmita Miyares está encinta.

En la primera carta que se tenga noticias de Carmen a Martí, desde su Puerto Príncipe, a pocos meses, unos tres meses, en enero de 1881, desde que regresó con Pepito, le dice: “He sabido le escribiste a Papá en la que le decías yo había venido porque no quería pasar pobreza a tu lado; todos saben que ya solo la ropa teníamos que empeñar para vivir, y que tú no tenías donde trabajar”. Después, continúa así: “[…] yo no quiero sino que olvidemos el pasado, es necesario estar unidos por nuestro hijo, no se le da vida a un ser para sacrificarlo, sino para sacrificarse por él”. Es la primera vez que, explícitamente, Carmen expresa su interés en mantener el vínculo matrimonial.

Lo que nunca supo la Zayas Bazán fue el cariño extraordinario demostrado por Martí a aquella niña que nació el 28 de noviembre de 1881, al mes siguiente de haber ella abandonado Nueva York. Después, continúan las separaciones y también las desilusiones de Carmen.

Se suman a estos infortunios el rechazo de los Zayas Bazán en Camagüey, los cuales adoptan posiciones fuera de lo común, contra las tradiciones de la estirpe familiar: su padre —don Francisco Zayas Bazán—, sus hermanos varones y su cuñado, el general Barrios, la arrojaron de su casa y la privaron de los elementales recursos de subsistencia y le negaron la parte de la herencia que le correspondía a Carmen por derecho, de su abuela materna, doña Isabel Hidalgo y Cabanillas.

Según una nota de la editora de este libro, Mayelín Portales, se nos aclara que Leopoldo Barrios y Carrión, marido de Amalia Zayas Bazán e Hidalgo —la única de las hermanas de Carmen que estuvo contra ella—, llegó a ser comandante general del Ejército español en Puerto Príncipe.

Con el deseo de salvar su matrimonio viaja una vez más a Nueva York, en diciembre de 1882. El 18 de febrero de 1885 fallece Manuel Mantilla, pero, ¿por qué es que Carmen regresa a Cuba en marzo siguiente, después de dos años junto a Martí? ¿Acaso hubo una nueva desilusión? Todo parece indicar que se sintió engañada, pues el 13 de mayo de 1886 le escribe a Martí y, entre otras cosas, le expresa que no amaba el: “[…] lujo ni la sociedad de que tan apasionada fui antes de casarme con V. y en cuanto a amores, no soy de las mujeres que son engañadas dos veces”. Y continúa: “De mi hijo esté tranquilo, en mi alma no caben miserias, lo enseñaré a que lo ame siempre”. Y sentencia finalmente: “Será desde hoy el niño quien siempre le escriba [,] solo [en] caso extraordinario lo haré yo […].

En los primeros días de septiembre de 1890 Martí le escribe a Carmen y le dice que ha estado enfermo, secuela de los grilletes de cuando estuvo preso a los 17 años, que a la fecha ya ha tenido que sufrir operaciones muy complejas. Y Carmen, a pesar de su decisión aparentemente terminante de separarse de su marido, regresa de nuevo junto a él. No puede dejarlo solo y enfermo, a pesar de sus discrepancias. El encuentro se verifica el 30 de junio de 1891, Pepito tendría doce años medio y se hospedan en un hotel.

¿Pero todo había cambiado o, por el contrario, todo seguía igual? Digo refiriéndome a las atenciones de Martí por Carmita Miyares y sus hijos, pues la convalecencia fue en una casa de campo perteneciente a esta última. Porque sucedió que al mes y medio de estar Carmen Zayas Bazán en Nueva York toma una decisión asombrosa y rompe —ahora sí definitivamente— con él: con la ayuda de un revolucionario cubano exiliado en la Ciudad de los Rascacielos, Enrique Trujillo, regresa a Cuba con Pepito sin el permiso del padre, y no solo eso, sino que sale a escondidas de él. Para muchos ese acto fue una traición de Carmen.

Todo esto aparece reflejado en Bautismo en la soledad... a través de las cartas que Carmen envía a su esposo reclamándole su presencia y narrándole sus penas.

En ocasiones estas cartas de Carmen son muy duras, tanto que alguien que no conociera el pensamiento martiano podría cuestionar la actitud de Martí o suponer falta de amor por su parte al no acudir al llamado familiar. Nada más lejos de la realidad, Martí amó mucho a Carmen, “su concha de nácar”. Pero no podemos perder de vista que no es a un esposo común y corriente a quien Carmen le reclama en nombre de su hijo y del suyo propio —reclamo muchas veces injusto, a mi juicio, como cuando lo tilda de “fanático”—, sino a un hombre que desde adolescente comenzó a sufrir porque su patria no era libre y cuyo supremo ideal era su libertad. ¿Qué habría pensado Pepito Martí de ese padre que había dicho en una conmemoración del 10 de Octubre a un grupo de cubanos en Hardman Hall que: “[...] el verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber”, si hubiese vuelto a la patria sometida a vivir mejor y no a luchar por ella hasta la muerte?

Ese pensamiento y ese sentir del Maestro eran harto conocidos por Carmen, tanto que su sufrimiento y su sensación de abandono —“Tengo sed de cariño”, le dice en una carta— no impidieron que fomentara en su hijo el amor y la admiración al padre. Y ella misma, después de conocer la muerte de Martí, reclamó insistentemente su cadáver, pero le fue negado por las autoridades españolas el poder darle sepultura en el panteón de su familia. Resulta interesante que una mujer como ella, nada convencional, capaz de luchar por su amor y también de apartarse del esposo ante una sospecha de infidelidad, guardara luto por la muerte de su marido hasta el fin de sus días. No creo que se debiera a convencionalismos sociales, sino a una demostración más de su amor.

Por supuesto, los amigos de Martí, entre ellos Gonzalo de Quesada y Tomás Estrada Palma, así como otros, que tenían conocimiento de las intimidades de Martí, sobre todo el primero, cuando Carmen vuelve con Pepito a Nueva York, después de sabida la muerte de Martí, a tratar de recoger los papeles y libros que pertenecían al padre de su hijo, se comportaron con ella de forma inadecuada. “Todo son pruebas de hostilidad hacia la viuda de Martí y su hijo”, nos dice la autora de este libro.

El 27 de febrero de 1897 se enrola Pepito Martí en una expedición que sale desde Brooklyn rumbo a la guerra en Cuba; tiene 17 años. Con mucho pesar deja a su madre en tierra extraña y sola. José Francisco Martí y Zayas Bazán terminará la guerra con los grados de capitán.

El libro todo ha sido escrito con un lenguaje claro y su lectura resulta muy amena. Es de destacar la amplia información que se brinda en él, y esto evidencia la seria labor investigativa de su autora, Mirtha Luisa Acevedo Fonseca, quien nos ofrece una imagen diferente de Carmen Zayas Bazán que, lejos de condenarla, la hace cercana y comprensible.

Porque es innegable —y es algo que deja muy claro este libro— que la esposa de Martí fue incomprendida, mal juzgada, ignorada por no decir olvidada, y muy infeliz. Como también es indiscutible que su amor por Martí y su fidelidad estuvieron por encima de todo. De ella habría que “valorar el sencillo coraje de quererlo”, parafraseando a Benedetti.

 


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