Fidel lo aseguró: “La cultura es escudo y espada de la nación”. Eso –estandarte visible de la política cultural cubana desde hace más de medio siglo– podemos leerlo en una de las paredes del patio pequeño de la sede de la UNEAC en Holguín.

Bajo esta premisa y como parte de la 35 Semana de la Cultura Holguinera, se desarrolló en la propia institución, el Foro de Pensamiento sobre vanguardia artística y política cultural cubana. Como panelistas estuvieron presentes, el escritor y promotor cultural Gilberto González Seik, el historiador Hiram Pérez Concepción, y el escritor y profesor universitario Rolando Bellido.

Este último enfatizó en el pensamiento fidelista de que “en cultura no se gasta, sino se invierte”. Esa es “una inversión sociológica, culturológica, ética… y lamentablemente la idea de muchos decisores en cuestiones culturales, al creer que la cultura es un gasto, un peso económico, es diferente a la de Fidel”.

Tomó, Bellido, como ejemplo y apoyatura una intervención del Ministro de Cultura Abel Prieto donde enfatiza que en materia cultural el “crecimiento cuantitativo equivale a retroceso cualitativo” y a “falso desarrollo” o “deformación del subdesarrollo”.

Asimismo, enfatizó en la ausencia de espacios de crítica y debate cultural, los lastres burocráticos entre instituciones y creadores, y la falta de preparación de cuadros y técnicos del sectorial de Cultura.

Entre el menguado público, se sumaron al debate el artista plástico Ronald Guillén, el trovador Raúl Prieto, el profesor universitario Ariel Zaldívar y el historiador Minervino Ochoa. En esta parte del foro se enfatizó en los problemas sistémico–estructurales de la cultura, en la creación y mercantilización del arte y en la necesidad de ver la cultura como un “mundo de relaciones”…

Es una lástima que espacios como este se volatilicen en la programación de un evento y no asista público. Este foro pudo ser realmente muy útil si hubiese existido la adecuada promoción en los medios, y logrado además el necesario vínculo con universidades e instituciones. Y si, además, lo que en ellos se discute fuera puesto en práctica por los decisores culturales a todas las instancias.

Pudo ser un espacio donde confluyeran ideas, propuestas, metas, objetivos, incluso logros, pero como dice Rolando Bellido, al menos “una idea compartida por dos personas ya es más que una idea”.